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Aunque todavía resta que los astronautas Barry 'Butch' Wilmore y Suni Williams regresen sanos y salvos a la Tierra dentro de unos quince días tras llegar anoche a la Estación Espacial Internacional (ISS) y que la sonda china Chang'e 6 aterrice a finales de ... este mes con muestras de la cara oculta de la Luna, la carrera espacial ha dado estos días varios pasos adelante, alguno de ellos incluso inédito en la historia de la conquista del espacio. En el horizonte están los planes -muy ajustados de tiempo- para regresar con una misión tripulada al satélite terrestre previsto para septiembre de 2026 en el caso de Estados Unidos y sus socios en el 'plan Artemisa'. China, por su parte, pretende hacerlo antes del final de esta década.
Por orden cronológico, el éxito de la Starliner, la nave en la que han viajado Wilmore y Williams a la ISS, supone que Estados Unidos puede contar con una alternativa a las naves de Elon Musk para acceder a esta infraestructura espacial. Desde que en 2011 se cancelara el programa de los transbordadores con el último vuelo del Atlantis, Washington estuvo durante casi una década en manos de Rusia para poder llegar a la plataforma internacional. Por una cuestión económica -Putin se cobraba cada asiento en la Soyuz por unos 80 millones de dólares- y sobre todo de orgullo nacional, Obama decidió poner punto y final a esa dependencia. En 2014 se otorgaron sendos contratos a Boeing y Space X para construir naves capaces de transportar carga y tripulación. La primera recibió 4.200 millones de dólares mientras que la empresa fundada por Musk se llevó 2.600 -la diferencia se explica por que esta última cuenta con sus propios cohetes reutilizables, lo que abarata los costes-.
Space X cumplió con su parte en 2020 y desde entonces ha volado a la ISS en una docena de ocasiones. El camino de Boeing ha sido mucho más tortuoso. El primer vuelo de la CST-100 Starliner -su nombre completo- se planteó ya para 2015. Allí comenzó una cascada de retrasos por las causas más diversas, desde problemas con los paracaídas hasta cables que se quemaban y fallos de cálculo en el combustible que dejaban a la nave casi sin combustible cuando debía acoplarse a la Estación Internacional. En cifras, más de mil millones de dólares en sobrecostes. Finalmente, y tras dos cancelaciones más desde el mes de mayo, la nave despegó este miércoles, llegando a la ISS este jueves por la noche.
El mismo jueves despegó desde la base de Space X en Texas la Starship, el cohete más grande y potente jamás construido. Era su cuarto vuelo de prueba y el primero en el que se ha logrado demostrar que el gigantesco cohete de 121 metros de altura -en el futuro está previsto que alcance los 150- es reutilizable. La parte propulsora, llamada Super Heavy, logró amerizar de forma suave en el Golfo de México, mientras que la Starship propiamente dicha, la parte en la que irán la carga y la tripulación, pudo soportar los casi 3.000 grados que se alcanzan en la reentrada a la atmósfera. Este artilugio es clave para el 'plan Artemisa' ya que es la encargada de transportar a los astronautas -incluida Kristina Koch, la primera mujer- hasta la Luna desde la órbita del satélite terrestre y devolverles después a la nave que les traerá de vuelta a la Tierra.
Slow motion liftoff of Starship on Flight 4 pic.twitter.com/9itFbrfxW7
— SpaceX (@SpaceX) June 6, 2024
De forma paralela, el programa espacial chino sigue cosechando éxitos. La sonda Chang'e 6 alunizó en la cara oculta de la Luna este pasado domingo. La potencia asiática es la única que lo ha logrado -lo hizo en 2019- y ahora han dado el paso de recoger muestras y traerlas de vuelta para analizarlas. Se espera que llegue a finales de este mes. Vetada por Estados Unidos de la ISS, Pekín maneja sus propios planes espaciales. Tiene su propia estación - la Tiangong- y tratará de poner a sus taikonautas sobre la Luna antes de 2030.
De cara a los próximos meses, se prevén más pruebas de la Starship. Los tiempos entre cada ensayo se han ido recortando y tras su último éxito, el siguiente vuelo se acelerará todavía más. Según ha apuntado Elon Musk, quizás intenten recuperar la parte propulsora con el Mechazilla, unos gigantescos brazos robóticos situados en la torre de lanzamiento. Sobre la Starliner, en 2025 podría entrar ya en servicio para los vuelos a la ISS. Para el 9 de julio se apunta el lanzamiento del Ariane 6, el gran cohete de la Agencia Espacial Europea (ESA). En agosto, Jeff Bezos, fundador de Amazon, lanzará el New Glenn, su propio cohete gigante y en octubre una nave de la NASA partirá hacia Júpiter para estudiar Europa, una de sus lunas heladas.
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