La Starship, el cohete más grande jamás construido, sobrevive a su regreso a la Tierra

Si en la tercera prueba, que tuvo lugar el pasado 14 de marzo, el cohete, de 121 metros de altura y con versiones futuras que llegarán a los 150, logró llegar a órbita pero no pudo resistir la reentrada, en esta ocasión se ha demostrado la capacidad de regresar a la Tierra tanto de la propia Starship -la parte superior del artilugio, donde deben ir la carga y la tripulación- como del Super Heavy, los propulsores. Este ha amerizado de forma suave en el Golfo de México poco más de siete minutos después del despegue mientras que la primera lo ha logrado a pesar de los daños sufridos a velocidades de más de 20.000 kilómetros por hora.

El propio Elon Musk se había mostrado escéptico antes del ensayo. «Vale la pena señalar que nadie ha logrado crear un escudo térmico totalmente reutilizable. El del transbordador espacial requería seis meses de restauraciones». A modo de prueba, los ingenieros incluso retiraron algunas losetas de la protección para medir el calor en esos puntos. En el anterior vuelo, la Starship se desintegró a 65 kilómetros de altura. El momento crítico ha tenido lugar cuando la nave ha llegado a esta altitud, cuando se han alcanzado las temperaturas más elevadas. En ese momento ha comenzado a arder uno de sus alerones, lo que no ha impedido el descenso controlado. Toda la retransmisión ha estado marcada por problemas con las cámaras exteriores, que han impedido ver buena parte del vuelo.

Para este cuarto lanzamiento los ingenieros han realizado «varias actualizaciones de software y hardware». Entre ellos, se decidió que el artilugio se desprendiera del anillo de separación en caliente, una pieza de nueve toneladas que se añadió entre el propulsor y la nave para asegurar la separación de etapas a partir del segundo vuelo. El anillo es tan pesado que impide que el Super Heavy americe con el combustible de sus tanques secundarios. La maniobra se ha realizado sin problemas cuatro minutos después del despegue. En esta ocasión también se ha prescindido de otras maniobras hechas en el tercero como un ensayo de transferencia de combustible y la apertura del compartimento de carga.

Para poder llegar al lanzamiento, Space X tuvo que implementar hasta 17 mejoras a instancias de las autoridades respecto al segundo vuelo, que tuvo lugar en noviembre del año pasado. En aquel ensayo, las dos partes del cohete estallaron en el aire. La primera sufrió un fallo en el reinicio de los motores que debían traerlo de vuelta a la Tierra y en esa misma maniobra de regreso estalló uno de sus propulsores. La segunda explotó al activarse el sistema de autodestrucción al detectar un fallo cuando viajaba a una altura de 150 kilómetros. El vuelo duró ocho minutos, cuatro más que en la primera prueba, en el que explosionó tras destrozar durante el despegue la rampa de lanzamiento. Algunos fragmentos de hormigón salieron despedidos a medio kilómetro de distancia.