Cuenta atrás para el lanzamiento del nuevo telescopio espacial

Si se cumple el calendario previsto, el Webb despegará de Kurú en la mañana del viernes. Emprenderá entonces un viaje de un mes hasta su destino, el segundo punto de Lagrange (L2), situado a 1,5 millones de kilómetros. Allí, las atracciones del Sol y de la Tierra hacen que un objeto permanezca estable respecto a nuestro planeta y no salga disparado hacia el espacio. Durante la travesía, el telescopio se irá desplegando poco a poco: primero, sus paneles solares y antena; luego, el escudo térmico que lo protegerá del Sol; y, al final, los espejos secundario y primario. Seis meses después del lanzamiento, tras su calibrado, enviará las primeras imágenes a la Tierra.

El James Webb es un proyecto conjunto de la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Canadiense (CSA). Es el observatorio espacial más grande y complejo jamás construido. Mide 21,2 metros de largo y 14,2 de ancho, que son las dimensiones de su parasol. Ese escudo térmico proporcionará sombra perpetua a sus instrumentos para que se mantengan siempre por debajo de los -233º C. El diámetro de su espejo primario es de 6,5 metros, frente a los 2,4 del espejo del Hubble. Los estudios para su desarrollo comenzaron en 1989, empezó a construirse en 2004 y ha costado más de 9.600 millones de dólares.

El Hubble fue bautizado así en honor al astrofísico estadounidense Edwin Hubble, que descubrió en la década de 1920 que la Vía Láctea es solo una galaxia de muchas -los últimos cálculos apuntan a que puede haber 2 billones- y revolucionó nuestra visión del Cosmos. El nuevo telescopio espacial debe su nombre a James E. Webb, el segundo administrador de la NASA, el gestor que lideró el proyecto Apolo, que llevó al ser humano a la Luna, y bajo cuyo mandato Estados Unidos envió sus primeras misiones robóticas a Marte y Venus.

A diferencia del Hubble, del cual se considera el sucesor, el James Webb observará el Universo en el infrarrojo y no en la luz visible. Y también estará mucho más lejos. El veterano telescopio orbital se encuentra a unos 500 kilómetros de la Tierra, lo que permitió entre 1993 y 2009 que los astronautas lo visitaran cuatro veces para efectuar reparaciones y actualizar su instrumental. El James Webb estará mucho más lejos, en el llamado punto L2. Si trazamos una línea recta entre el Sol y la Tierra, L2 se encuentra 1,5 millones de kilómetros más lejos de la estrella que nuestro planeta. Ningún ser humano ha llegado tan lejos y por eso, una vez que inicie su viaje, nadie podrá reparar el James Webb. L2 ya fue el destino de los observatorios Planck y Herschel, lanzados también por un Ariane 5.

Los astrofísicos esperan que el nuevo observatorio, cuya vida útil podría llegar a los diez años, retroceda en el tiempo hasta hace 13.500 millones de años y vea el Universo como era cuando tenía 300 millones de años, cuando se encendieron las primeras estrellas y galaxias. Estudiará el ciclo vital de las estrellas y las galaxias, y cómo se forman y evolucionan los sistemas planetarios. Los científicos creen que gracias a él podrán también determinar la composición de las atmósferas de exoplanetas cercanos a la búsqueda de marcadores propios de la vida. Pero lo que sobre todo desean es que sus observaciones les planteen nuevas incógnitas que sirvan para ahondar en nuestro conocimiento del Universo.