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Raúl Torres, uno de los fundadores de PLD Space, estaba eufórico a las 2.30 horas de la madrugada de este sábado. El Miura 1, el primer cohete español reutilizable, había concluido su misión con éxito. El vuelo solo duró doce minutos, suficientes para demostrar ... que su tecnología funcionaba. «Se han cumplido el 100% de los objetivos. Lo hemos conseguido, hemos hecho historia. Damos un salto de gigante en la tecnología del país», decía. A continuación, viró su mensaje hacia el futuro. «Esto es solo el principio», aseguró. Porque el Miura 1, que ha colocado a España en el selecto grupo de diez países con capacidad para construir y lanzar satélites al espacio, es solo una plataforma de pruebas, «un demostrador tecnológico», como «ensayar con un Fórmula 3 para construir después un Fórmula 1», han señalado en alguna ocasión los responsables de la empresa ilicitana. Ese Fórmula 1 es el Miura 5, ya está en construcción y se espera que despegue desde la Guayana francesa en 2025.
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Con un coste de 60 millones de euros, este cohete, que heredará el 70% de la tecnología de su «hermano pequeño», es tres veces más grande que el que despegó este sábado desde Huelva. Si el Miura 1 mide 12 metros de alto y 70 centímetros de diámetro, su hermano mayor crece hasta los 36 metros de longitud por 2 metros de diámetro. Para impulsarse cuenta con cinco motores –de ahí el número 5: el Miura 1 solo cuenta con uno– de 100.000 caballos de potencia cada uno. En conjunto su fuerza de empuje es treinta veces superior. Otro de sus aspectos más destacables es que, como su predecesor, está diseñado para ser reutilizable. En su caso, cuenta con dos partes. La primera, la más voluminosa, son los mencionados propulsores, que suponen 20,37 metros del cohete. La segunda, de casi once metros de longitud y con un solo motor, alberga una la cofia donde va la carga de los clientes con una capacidad de hasta 540 kilos. En cada lanzamiento, la parte de los propulsores elevará el cohete para separarse en pleno ascenso y caerá al mar frenada por un sistema de paracaídas para ser recuperada por unos barcos situados en la zona de amerizaje. La parte de la cofia seguirá elevándose hasta liberar su carga ya en órbita, a un mínimo de 100 kilómetros de altura.
El objetivo es que transporte satélites de pequeño tamaño, desde 'cubsats' -satélites miniaturizados en forma de cubo de un peso de poco más de un kilo- hasta cargas de 450 kilos. En esto supera también al Miura 1, que solo podía acarrear 100 kilos. Su peso alcanzará las 68 toneladas y se espera que se puedan realizar 15 viajes anuales a un coste de unos ocho millones cada uno, cifra que esperan recortar a cinco para mejorar la rentabilidad.
Se espera que despegue desde la Guayana francesa en 2025. Hace unos meses se firmó un acuerdo con la Agencia Espacial Francesa para que este sea lanzado desde la base ELM-Diamant, en Korou, que cuenta con dos ventajas fundamentales: décadas de experiencia en esta complicada maniobra y poder alcanzar cualquier órbita. Desde este lugar se lanzan los cohetes europeos Ariane y Vega.
Con este Fórmula 1, PLD Space pretende entrar en un mercado que está creciendo exponencialmente. La carrera espacial de los últimos años ha hecho que «el espacio sea el próximo internet por su impacto global», según comentó a principios de este año Raúl Verdú, el otro cofundador de la firma alicantina. Esto es justo lo que dijo en 2016 Jeff Bezos, el patrón de Amazon, en 2016, cuando todavía esta competición por llegar a las estrellas no había ni siquiera arrancado. El propio Bezos ha participado con la compañía Blue Origin, que compite con Space X, de Elon Musk, en la feroz competencia por repartirse los contratos de la Nasa. En el caso de PLD Space, que ha logrado captar 65 millones de euros y cuenta con una participación pública del 30%, se concentra en los pequeños satélites mencionados. El 77% de estos pesan menos de media tonelada, la capacidad de carga del artilugio. En sus previsiones está facturar 150 millones de euros anuales.
2025 se perfila como un año clave en la renacida carrera espacial. Además del lanzamiento del Miura 5, las miradas se centrarán en el Programa Artemis. Liderado por la Nasa y con la colaboración de otra media docena de agencias espaciales -la europea entre ellas-, el objetivo es el regreso del ser humano a la Luna 56 años después de que Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaran sobre ella por primera vez. Este hito irá acompañado de otro: la astronauta norteamericana Christina Koch se convertirá en la primera mujer en recorrer el satélite terrestre. La primera etapa del programa se dio en noviembre del año pasado cuando se lanzó la nave Orion a orbitar en torno a la Luna. La segunda está prevista para 2024 y contará ya con una tripulación de cuatro astronautas, los mismos que un año después, en la tercera etapa, deberían alunizar. El objetivo del plan es establecer una base permanente en el satélite, que serviría de trampolín para un futuro salto hacia Marte. La viabilidad del proyecto depende en buena medida de Elon Musk y su Starship, el cohete más grande y potente jamás construido. Sus dos primeras pruebas de lanzamiento encontraron numerosos problemas. En la primera ni siquiera llegó a elevarse al congelarse una pieza. En la segunda, estalló a los cuatro minutos y destrozó la rampa de lanzamiento. Ahora está a la espera de que las autoridades estadounidenses den el visto bueno para un nuevo ensayo.
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