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mauricio-josé schwarz
Sábado, 24 de septiembre 2022, 01:18
Cortar el cuerpo humano, abrirlo para entrar en el recinto sagrado de la vida y del alma… curar con el cuchillo, con la sierra, con la aguja y el hilo. Eso es la cirugía.
Año 2022. Un cirujano a un lado de la mesa de operaciones controla con manos y pies cuatro brazos robóticos que reducen la escala de sus precisos movimientos para reparar una válvula de un corazón dañado con un pequeño sujetador. Sus instrumentos, una diminuta cámara en 3D con luz, y pequeños dispositivos que cortan, sostienen, grapan y cosen, entran en el cuerpo del paciente a través de pequeñas incisiones. Esta operación, de otro modo, exige abrir el pecho a lo largo, cortar las costilllas y levantar la caja torácica para llegar al corazón. Con la cirugía robótica, el paciente podrá volver a sus actividades normales en solo dos semanas.
Hace 30.000 o 31.000 años: Un curandero enfrenta un problema en la pierna izquierda de un adolescente. Decide cortar la pierna amputando por debajo de la rodilla. Sin anestesia, sin antibióticos, el procedimiento sin embargo termina exitosamente y el paciente sobrevive. Esto concluye un grupo de investigadores que hace apenas unos días anunció haber hallado en la isla de Borneo el esqueleto de una persona joven que murió con 19 o 20 años de edad hace más de 30.000 años y a quien le faltaba la parte inferior de la pierna izquierda. La tibia y el peroné terminan en un corte limpio, sugiriendo el uso intencionado de una herramienta afilada.
Esto, más el hecho de que los huesos no mostraban rastros de haber sufrido una infección y habían cicatrizado durante un período de entre seis y nueve años después de ser cortados, hace pensar en una amputación intencionada que sería la intervención quirúrgica más antigua de la historia.
La siguiente aparente amputación de la que tenemos noticia se produjo hace 7.000 años. Pero para entonces ya se había generalizado otra intervención cuyos restos nos resultan estremecedores: la trepanación.
La trepanación era la práctica de hacer un agujero en el cráneo de una persona, cortando o raspando. Y no era una intervención infrecuente. Numerosos cráneos hallados tanto en Europa central como en América del Sur exhiben esos orificios. El crecimiento de nuevo hueso en los bordes de la trepanación, permite además saber que los pacientes sobrevivieron al tratamiento, a veces muchos años. Pero, ¿para qué se hacía? Las hipótesis más comunes sugieren que la trepanación buscaba desde liberar espíritus atrapados en el cuerpo hasta tratar convulsiones epilépticas, migrañas o trastornos mentales, pero no contamos con datos hasta el siglo IV o V ddC, cuando se compiló el 'Corpus hipocrático', una serie de textos de medicina que, en uno de sus textos, recomienda la trepanación para prevenir infecciones en caso de fracturas del cráneo.
Desde esas cirugías que hoy nos representan misterios hasta la escena casi de ciencia ficción que abocetamos en las primera líneas, ha pasado una larga historia donde la cirugía, de hecho, avanzó más rápidamente que otras disciplinas médicas, quizá porque sus resultados se podían constatar de manera clara y bastante inmediata, independientemente de la teoría subyacente.
Tan clara e inmediata que el Código de Hammurabi en 1750 adC ya establecía reglas sobre el trabajo de los cirujanos, la compensación que podían recibir por sus servicios y las penas por mala praxis, que podían llegar a la amputación de ambas manos del practicante… algo que sin duda añadía un estrés adicional al trabajo con la cuchilla.
Conocemos tratados como el Papiro de Ebers (más o menos del año 1500 adC) que explican cómo tratar quirúrgicamente mordidas de cocodrilo y quemaduras graves, hasta llegar a las enseñanzas del cirujano de la India Sushruta, quien desarrolló entre otras técnicas la reconstrucción de la nariz con piel de la frente. Gran parte de la cirugía primitiva se desarrolló en el campo de batalla, cuando era necesario intervenir rápidamente para salvar las vidas de combatientes heridos.
En 1363, en plena baja Edad Media, el cirujano francés Guy de Chauliac escribió 'Chirurgia Magna' (Gran cirugía), que fue el texto básico para la enseñanza de la cirugía hasta bien entrado el siglo XVII. Pero la cirugía no podía avanzar demasiado sin anestesia. Aunque el propio Sushruta fue pionero del uso de vino para reducir el dolor, las intervenciones eran en general asuntos sangrientos y violentos, donde el paciente debía ser atado o retenido por un grupo de personas para evitar que huyera o de otro modo interrumpiera el trabajo del cirujano. Los dolores de algunas intervenciones deben de haber sido aterradores y los recursos de los cirujanos de lo más variados. Hay historias de un cirujano barbero que hacía que un asistente disparara un arma de fuego junto al paciente al momento de extraer una muela para distraerlo.
No fue hasta mediados del siglo XIX cuando, con la aparición de la anestesia y la asepsia, los cirujanos pudieron trabajar sin sobresaltos y desarrollar técnicas antes imposibles, apoyados a fines de ese siglo con la teoría de los gérmenes patógenos y los rayos X.
En el siglo XX se sucedieron acontecimientos que pusieron a la cirugía al alcance de más pacientes con más probabilidades de éxito. Son innovaciones que hoy nos parecen casi triviales, como el trasplante de córnea (1905), la cirugía plástica y reconstructiva, el reemplazo de caderas y rodillas, y, de manera muy destacada, los trasplantes de órganos, que demandan la interacción de muchas disciplinas para ser exitosos. El primero que se realizó exitosamente, de un riñón, se practicó en fecha relativamente reciente, en 1950, y el primero de corazón, en 1967. Procedimientos como detener el corazón y volverlo a poner en funcionamiento, que hoy son comunes, aparecieron en 1952.
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Para 1975 empieza a abrirse el camino a la cirugía mínimamente invasiva o laparoscópica, donde se usan cámaras e instrumentos diminutos para hacer reparaciones dentro del cuerpo con pequeñísimas incisiones, lo que llevaría a la cirugía robótica que hoy empieza a ser un procedimiento común.
Hoy, los cirujanos tienen a su disposición más de 2.500 técnicas, por lo que deben especializarse en algunas de ellas, y algunos órganos que deben conocer a la perfección para operar sobre ellos. Esas 2.500 técnicas avanzan continuamente en beneficio de quienes necesitan someterse a ellas con una certeza sin precedentes en la historia.
Las especialidades quirúrgicas exigen hasta una decena de años de estudio. Pero el estudio no basta, un cirujano debe tener una ética sólida, capacidad de trabajar bajo presión, habilidad manual y la disposición a aprender continuamente las técnicas que se desarrollan sin interrupción.
Y acaso todo comenzó con la necesidad de amputarle una pierna a un chico de la edad de hielo.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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