Rafael y Daniel Canogar Padre e hijo hablan del arte y la inteligencia artificial Revolucionarios del arte: «Defendemos al artista currante»
Óleo frente a algoritmos. Son padre e hijo y artistas de éxito internacional. Cada uno representa una forma de crear. Rafael revolucionó las artes plásticas durante el franquismo y su hijo Daniel lo hace hoy con las nuevas tecnologías. Una conversación sobre el proceso creativo y mucho más.
A primera vista, la diferencia entre Rafael Canogar (Toledo, 1935) y su hijo Daniel (Madrid, 1964) es la altura. Y, después, que Rafael es, según Daniel, un «pincel andante», como Picasso, solitario en su estudio; mientras que él trabaja detrás de un ordenador y «pinta con algoritmos» y con un equipo de gente alrededor.
Los dos suman trayectorias largas. Canogar padre expuso por primera vez en 1954 y conserva obra en un centenar de museos nacionales y en casi cincuenta internacionales; Daniel, que empezó en la fotografía «como reacción de rebeldía hacia la figura de mi padre», ha conquistado el mercado estadounidense con monumentales encargos públicos de videoinstalaciones, como la de 2014 en la plaza de Times Square, en Nueva York. Rafael es hijo de la posguerra y único representante vivo del mítico movimiento informalista El Paso. Daniel es «nieto o bisnieto» del arte de las primeras performances y vídeos de los años sesenta y setenta. Reunimos a dos grandes artistas cuyas obras, una digital y otra matérica, tienen, aunque no lo parezca, mucho en común.
XLSemanal. Daniel, usted se empieza a interesar muy pronto por la fotografía.
Daniel Canogar. En casa había un laboratorio que montó mi padre. A los 14 años lo descubrí y me enganchó. Me encantaba el ritual: la luz roja, la radio puesta a un volumen muy bajito, el sonido de los líquidos, la magia de la ampliadora emulsionando un papel… Ni siquiera sé si era un fotógrafo muy bueno.
Rafael Canogar. Sí, era muy bueno. Hay una serie que expuso en Madrid. Colocaba la cámara en el suelo, a las salidas del metro, y eran solamente pies, pero con enorme intensidad. Aunque a lo mejor te has olvidado de esas fotos.
Daniel. Para nada. Tengo una en el estudio para recordar mis orígenes. La hice con una cámara de plástico que compré en el Rastro.
XL. ¿Nunca le dio por probar los pinceles y el óleo?
Daniel. No era mi lenguaje. Pero ahora estoy 'pintando'. Papá, tú no has visto lo último que he hecho. Estoy pintando con algoritmos. Una obra de veinte metros que hice con un programa que hemos creado mi equipo y yo y que está en la entrada de una empresa en Fráncfort. Imita el goteo pictórico.
Rafael. Es que Daniel ha estado siempre muy interesado en la pintura. Yo creo que todas sus instalaciones y pantallas son muy pictóricas.
XL. El informalismo respondía a la opresión de la dictadura; un grito de libertad. ¿Cómo reaccionan al momento actual tan convulso?
Rafael. Yo soy hijo de la Transición. Había un horizonte utópico para todos que era la libertad, el crecer, integrarnos en Europa, pero ahora que ya lo estamos se ha derribado ese horizonte utópico. No tenemos nada más que mirar a nuestro alrededor, y me decepciona mucho. Me gustaría denunciar el momento que vivimos, pero hoy en día no es fácil si no es creando belleza.
Daniel. Yo estoy metiendo los dedos en el enchufe, aceptando el reto de procesar los difíciles momentos que nos ha tocado vivir. La posverdad, las fake news o las teorías de la conspiración están muy presente en mi última exposición.
XL. Procesan el momento que vivimos a través del arte.
Daniel. Sí. Recibimos mucha información, pero el ciudadano no tiene ni la capacidad de procesarla ni de responder a ese bombardeo. A mí, ver las noticias me traumatiza. Necesito digerir eso y lo hago a través del arte.
"No hay diferencia entre Daniel y yo. Él usa la tecnología y yo, el óleo, pero hablamos el mismo idioma"
XL. Rafael, ¿usted entiende bien el arte que hace Daniel?
Rafael. Sí. No hay gran diferencia entre Daniel, con la tecnología, y yo con el óleo. Hablamos el mismo idioma. Una pintura no tendría sentido en esas entradas de edificios de más de veinte metros. Necesita ese tipo de tecnología. Y ha pasado siempre. Miguel Ángel o Bernini eran escultores que supieron adaptar sus obras a los espacios. Como Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.
Daniel. Yo creo que las herramientas que uno utiliza no son neutrales. En mi obra cuestiono dónde está mi mano como artista: si esas obras las estoy haciendo yo o el algoritmo o mi equipo. Hay una interrogación sobre la autoría, sobre todo desde que tenemos programas de inteligencia artificial, como DALL-E, que ha sido revolucionaria.
Rafael. Mi generación quiso revolucionar el mundo del arte desde la pintura, y soy fiel a ello. La tecnología de hoy me reafirma cada vez más en esa obra única e irrepetible, donde la mano del artista ha dejado su impronta. Es una autoafirmación de lo humano frente a esa tecnología que aparentemente puede hacerlo todo e imitar todo. ¡Pero no puede hacerlo todo!
XL. Reivindica su oficio de pintor.
Rafael. Sin duda.
Daniel. Mi padre es un pincel andante, como lo era Picasso. Es otra generación. Vive intensamente la materia. A sus 87 años se presenta todos los días en el estudio y no para de pintar. Lo admiro mucho, pero yo tengo una aproximación diferente.
XL. Daniel, ¿usted qué reivindica?
Daniel. Tengo alergia al artista como intelectual. Creo que el artista es un mal intelectual y muchas veces nos hacen preguntas que no tenemos ni idea de cómo contestarlas porque de lo que sabe el artista es de crear. Creo en el artista currante, que se presenta todos los días a su lugar de trabajo. Lo aprendí de mi padre.
XL. ¿El ego es malo para la creación?
Daniel. Muy malo. Entorpece el proceso creativo, que es un proceso de apartarse, de dejar que ocurra; y ahí está el trabajo.
Rafael. Pienso lo mismo. Es el trabajo del día a día. De intentar mejorarlo y, sobre todo, de no repetirse. Hay una parte de aventura que, cuando la dominas, empieza a perder intensidad.
XL. ¿Qué más le debe a su padre?
Daniel. La vida. Y el concepto de que es posible vivir del arte. Tienes que creértelo. Para mí fue muy fácil porque lo vi en mi padre y en sus colegas pintores que venían a casa. Vivir del arte sigue siendo muy difícil. Pero yo sabía que era posible porque lo vi.
Rafael. Pero hay que tener mucha fe. Mucha fe en ti mismo.
Daniel. Para mí, es muy importante aprender a aceptar proyectos fallidos y no hundirte en la inseguridad. Yo trabajo en muchos proyectos de arte público, y somos finalistas tres o cuatro artistas. Es muy decepcionante cuando le dan el proyecto a otro después de luchar a muerte, pero el truco es levantarte al día siguiente y volver a trabajar. La constancia en los momentos buenos y en los malos.
"Me ha pesado ser 'hijo de...'. Me asfixiaba el entorno artístico de mi padre. Fue la razón para irme de España"
XL. Rafael, ¿usted quería que Daniel fuera artista?
Rafael. No me opuse, al contrario. Diego, su hermano, también es artista. Y su hermana es arquitecta, paisajista; y el otro, matemático.
Daniel. Yo sentí el entorno artístico de mi padre asfixiante. No era un lugar donde yo sentía que podía encontrar mi voz artística. La mejor decisión de mi vida fue hacer las maletas a los 20 años e irme a vivir a Nueva York con el dinero que ganaba dando clases de inglés. Fue una década muy importante para encontrar mi propia voz artística.
XL. ¿Le ha pesado el ser 'hijo de...'?
Daniel. Absolutamente. Esa fue precisamente la razón de irme de España. He tenido que labrar mi camino. Llevo casi 40 años y las cosas salen. Ha sido un proceso de lucha.
XL. Tiene estudio en Madrid y Los Ángeles, pero prefiere vivir en España.
Daniel. Tengo doble nacionalidad porque mi madre es estadounidense y he estado siempre entre las dos culturas. La situación en Estados Unidos es muy preocupante y el resto del planeta no es muy consciente. Hay muchísimos problemas sociales; disparidad económica muy peligrosa entre los superricos y una población que no tiene ni para comer. Mi estudio está en el Art District de Los Ángeles, una zona maravillosa, y a cuatro manzanas es una catástrofe humana, un fracaso de país, con un nivel de vagabundos… En Europa, todo es más humano.
Rafael. Tiene más trabajo en Estados Unidos porque es un mercado mayor, con presupuestos más altos. Pero su obra se aprecia igual en España.
XL. ¿Cómo es el coleccionismo español frente al estadounidense?
Daniel. El arte que hago yo es caro de producir y de vender. Estados Unidos es un país más rico, con un enorme potencial de coleccionismo privado e institucional, que puede apoyar mi tipo de proyectos. Hay también mucho más mecenazgo, mucha más desgravación fiscal. Y se nota mucho la diferencia. El coleccionismo español es muy fiel al arte español, pero es un coleccionismo limitado económicamente.
Rafael. La ley de mecenazgo lleva años queriendo hacerse, pero no hay manera. Y, además, la inestabilidad política y económica está influyendo muchísimo. Los últimos ministros de Cultura que hemos tenido son una buena muestra de la situación. Nuestro mercado es muy pequeño y conviene cuidarlo.
XL. Conviene cuidarlo, pero, por ejemplo, el Museo Reina Sofía expone poco arte español. ¿Qué opinan de ese modelo de museo?
Daniel. No es ningún secreto que el sector artístico local se siente muy ninguneado por el Reina Sofía. Ha habido un proyecto museístico muy personal que no representa la diversidad del arte que se hace en España. Se ha perdido una oportunidad, quizá dos generaciones de artistas que no han tenido el apoyo que merecían.
Rafael. Yo me he quedado muy sorprendido porque está lleno de revistas, de carteles, de propaganda. Todo eso podría estar en la biblioteca o hacer una exposición temporal con todo ello, no exponerlo en la permanente. Yo voy a Japón y lo que quiero ver es lo que están haciendo los artistas japoneses. Aquí no hay oportunidad. Es un posicionamiento político de una anormalidad.
XL. ¿Es necesario, entonces, el cambio de dirección que se dirime el próximo mes de febrero?
Daniel. Es absolutamente funda-mental. Y también tener una visión más abierta. Yo he colaborado con muchísimas instituciones, fundaciones; prácticamente todas, excepto el Reina Sofía. Y no hablo de hacer una exposición, me refiero a una mesa redonda, una conferencia, algo. No me siento bienvenido. Pero lo digo a nivel colectivo, lo hablamos entre colegas. Y, teniendo en cuenta que es la institución de arte contemporáneo en España, es triste. Y así de claro quiero ser.
XL. Daniel, ¿usted se siente media artist, como lo llaman?
Daniel. Yo me siento artista, punto. O artista visual. Me interesa todo tipo de arte, aunque trabaje la herramienta tecnológica.
XL. ¿Dónde está la radicalidad para la creación?
Daniel. En la inteligencia artificial, que ya empieza a crear cosas muy interesantes y me genera una enorme inquietud. Es el gran debate y el gran reto. ¿Nos rendimos al poshumanismo o hay una resistencia? Nos afecta a todos los que creamos. Las máquinas van a empezar a hacer obras muy interesantes. Es fascinante. Es el tema y nos inquieta porque nos desplaza.
Rafael. No nos desplaza. Lo que está haciendo es romper la relación entre los humanos, aislarlos. El individuo cada vez va a tener más estímulos para entrar en mundos imaginarios y nos puede empezar a fallar esa relación que debemos tener entre nosotros.
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