En busca de la eterna juventud Tiempo de muda, desprenderse de la piel para seguir creciendo
Como un ave fénix, muchos animales renacen cada tanto de sus cenizas al desprenderse de su antigua piel para seguir creciendo. En la Antigüedad, el fenómeno era la evidencia de que era posible alcanzar la eterna juventud. El verano es el momento perfecto para contemplar este milagro.
Miércoles, 28 de Junio 2023, 14:00h
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Pedanio Dioscórides, famoso por sus conocimientos médicos en todo el mundo antiguo, permanecía hipnotizado mirando fijamente el suelo. Allí, a la sombra de un arbusto, una culebra de escalera comenzaba a mudar su piel. El médico griego había oído hablar de una prodigiosa capacidad de las serpientes, pero jamás había tenido la oportunidad de comprobar la veracidad de la historia. La culebra parecía petrificada. Su cuerpo, su piel e incluso sus ojos habían adquirido un tono ceniciento que hizo dudar al médico si el reptil había muerto. Pero la serpiente se movía; poco, espasmódica y tímidamente, pero se movía.
El tiempo pasó sin que el estudioso se diera cuenta. La piel cenicienta del ofidio se había abierto por la cabeza y un nuevo reptil fresco y brillante salía impoluto de aquel viejo cuerpo que quedaba como un sudario marchito con la forma exacta de la serpiente. El prodigio se había producido. Dioscórides pensó que por fin había asistido al milagro de la resurrección, al prodigio del mismísimo ave fénix, redivivo tras surgir de sus cenizas. Entusiasmado por su descubrimiento, tomó la piel vieja del reptil y la guardó celosamente. Con suerte, aquel despojo de la serpiente resucitada contendría alguna de las propiedades del mayor de los tesoros: la eterna juventud.
Hoy que está tan de moda la búsqueda de la juventud y proliferan por doquier métodos de rejuvenecimiento tan imaginativos como inútiles, se vuelve a mirar a reptiles y artrópodos con las mismas ingenuas intenciones, seducidos por su supuesta capacidad de regenerarse por completo. Porque como la serpiente de Dioscórides, muchos animales cambian la piel de una sola vez y renuevan su apariencia externa en un figurado renacimiento.
Adiós, mi esqueleto, adiós
Una termita acaba de adquirir su estado final de desarrollo. Cuando cambian su cutícula exterior para crecer o evolucionar, los insectos y demás artrópodos abandonan su viejo esqueleto externo revestidos por una nueva cutícula flexible y blanda que solo adquiere su rigidez al contacto con el aire. Los artrópodos y algunos otros ecdisozoos son los que lo hacen de una forma más llamativa. Al tener un esqueleto externo rígido e inmutable, este grupo de animales no puede crecer progresivamente. En un momento determinado, cuando llega la hora de aumentar de tamaño o cambiar radicalmente a una fase más desarrollada –el caso de las metamorfosis entre los insectos–, aprovechan el exoesqueleto rígido como un cuarto en el que cambiarse de ‘ropa’ de una forma segura. En ese momento, el animal entra en un estado de vida latente y, a salvo en el refugio protector de su funda rígida, sufre una metamorfosis o sencillamente crece. Luego, el exoesqueleto se rompe como la cáscara de un huevo y el animal renovado surge de su interior.
Energías 'renovables'
Un saltamontes acaba de salir de su envoltura anterior y procede a devorarla. Como primer alimento después del desgaste de la muda, muchos animales se comen su propia exuvia, nombre que se da al exoesqueleto abandonado. Esta funda de cutícula contiene nutrientes que sirven para recuperar energías tras el esfuerzo. Cuando Pedanio Dioscórides estudió las camisas de las serpientes, a las que llamaba ‘despojos’, les atribuyó en su gran obra De materia médica diferentes poderes curativos como el de aliviar el dolor de muelas, curar el dolor de oídos o mejorar la vista. Pero no encontró evidencia alguna de la deseada fuente de la juventud.
Por arte de magia
También los reptiles deben mudar su piel cuando crecen. La epidermis de los reptiles está cubierta de escamas queratinizadas que protegen el cuerpo contra la pérdida de agua a través de la piel. Durante toda su vida tendrán el mismo número de escamas de manera que, al crecer las escamas, también deberán aumentar de tamaño. Al hacerlo, la capa más externa de las escamas se desprende y el animal pierde una capa homogénea de epidermis con la forma exacta de su cuerpo. El resultado es una copia en 3D, hueca y transparente, del cuerpo del que se ha desprendido. Cuando el nuevo reptil sale de la funda de su vieja piel aparece renovado, lustroso, y más grande. No es de extrañar, pues, que los antiguos consideraran que algunos reptiles –especialmente, los ofidios– fueran animales mágicos. En la foto, un anolis cambia su piel sobre el tronco en el que se camufla. La epidermis muerta, de color blanco, se desprende en poco tiempo. De no ser así, el reptil peligraría. La piel vieja e inservible no guarda los colores de camuflaje que esconden al anolis en la selva ecuatoriana. Durante la muda, las posibilidades de ser detectado por un predador aumentan.
La transmutación
Una libélula roja acaba de completar su desarrollo. Su etapa anterior la pasó bajo el agua con la forma de una larva que ahora aparece hueca y vacía a la izquierda. De esta funda ha surgido un animal completamente distinto que vivirá en la superficie, con respiración aérea y capacidad de volar. Todo un cambio. A los insectos se les atribuía en la antigüedad el poder de la transmutación. Los primeros estudiosos vieron que algunos insectos parecían petrificarse y, al cabo de un tiempo, del interior de aquella forma inmóvil surgía otro ser completamente distinto; más complejo, grande y llamativo. Algo que todos podemos observar, por ejemplo, en el paso de cualquier oruga a su fase de mariposa. Aquello era la prueba latente de que los seres podían transformarse en otros distintos, lo que encajaba –y convenía– con las artes de la hechicería, la alquimia y la nigromancia.
Creciendo paso a paso
Los ciempiés domésticos pasan por diferentes estadios en su desarrollo desprendiéndose de su exoesqueleto viejo. Desde la primera larva se parecen mucho a cómo eran en su estado anterior, pero con cada muda ganan un nuevo par de patas. Así pasan de cuatro pares de patas hasta un total de quince pares en sus varias etapas de desarrollo.
'Strip-tease' bajo el mar
Un gecko empieza a desprenderse de su camisa en las arenas de Western Australia. Una vez que la piel muerta empieza a desprenderse, los geckos suelen utilizar ramas, espinas o rocas afiladas para ayudarse en la molesta tarea. Pocas veces la camisa queda, por tanto, de una pieza. En los días anteriores a la muda, los primeros observadores de la naturaleza repararon en cómo los reptiles parecían viejos y desastrados, con la piel apagada. Luego parecían morir al quedarse inmóviles y, por fin, resurgían plenos de vida despojándose de su antiguo cuerpo. Eran, por tanto, la evidencia palpable de la posibilidad de alcanzar la eterna juventud, la vida eterna.
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