¿Qué tipo de ejemplar de la 'fauna' del coronavirus eres?
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El 'cuñao', el 'poli' de balcón... Profesionales del humor y de la sociología explican el florecimiento de ciertos perfilesEl sueño de la razón produce monstruos -así tituló Goya una de sus conocidas estampas- y las pandemias, también. Al menos, 'monstruos' entre comillas: tipos humanos de conductas raras, exageradas y, a veces, algo ridículas que han 'florecido' en esta primavera del coronavirus. Hablamos de una tipología antropológica del COVID-19 que resulta muy reconocible. ¿Quién no sabe a estas alturas qué es un 'poli de balcón'? ¿Quién no ha sido víctima de un 'cuñao'? ¿Quién no conoce al bienintencionado de la psicología positiva que en realidad nos desquicia? Después de dos meses, la 'fauna' ciudadana del coronavirus está bastante establecida, aunque sigue siendo ampliable. Sobre todo ahora, con la desescalada. Nueva etapa, nuevas incorporaciones.
Puede que el resultado sea cómico, pero el trasfondo es muy serio. «Al clasificar a los demás por sus formas de afrontar el coronavirus y el confinamiento, nos situamos a nosotros mismos en el paisaje humano y ganamos un mínimo control sobre una situación que, por lo demás, escapa casi por completo a nuestro control», señala el sociólogo Alejandro Romero, de la Universidad de Granada. O sea, que estos estereotipos son al final un desesperado intento de protegernos frente al miedo y la incertidumbre. «Los perfiles caricaturescos soslayan las realidades más dramáticas de la pandemia: la enfermedad, la muerte y el desastre económico no aparecen explícitamente -argumenta Romero-. Centrar nuestra atención humorística en las reacciones humanas que provocan indirectamente es una forma de poner momentáneamente al margen esas realidades».
Vamos a repasar estos tipos humanos con la ayuda de Romero y del historietista Pedro Vera, ácido analista de nuestra sociedad a través de sus 'ranciofacts', de los que está dedicando una serie especial al coronavirus. Todos reconocemos a alguien en alguno de estos perfiles, pero ¿somos capaces de autoclasificarnos? ¿Cuál es el nuestro?
1.
La situación es para tener miedo, desde luego. Pero hay quien se ha dejado llevar por el pánico y ha hecho sus excursiones a la calle como si fuesen auténticas expediciones en un mundo 'zombi'. Sólo les faltaban las armas automáticas y un traje de camuflaje. Se ha visto a gente con tres mascarillas y protector facial o aplicándose gel alcohólico por todo cuerpo, en extremos que rozan el ridículo. «El ridículo ha sido siempre un mecanismo muy eficaz de control social. Solemos reírnos de quienes se apartan de un supuesto término medio virtuoso: los que se pasan y los que no llegan, los demasiado listos y los demasiado tontos», explica el sociólogo Alejandro Romero. ¿Por qué nos reímos de estas actitudes exageradas? «Al crear y compartir estas caricaturas de tipos humanos, nos apuntamos a la normalidad y señalamos a otras personas los extremos que deben evitar si también quieren ser 'normales'».
2.
«Que no me entere yo de que ha quedado un solo deportista de élite sin salir en el telediario enseñando cómo entrena en el confinamiento. La de ideas que he pillado para hacer ejercicio en mi zulo, viendo como evolucionan atléticamente en sus jardines versallescos, piscinas olímpicas o gimnasios 'indoor' gigantes». comenta el historietista Pedro Vera con ese humor corrosivo que le caracteriza, bien cargado de verdad. Al margen de los figurones del deporte a los que se refiere –dando consejos a pobres y endebles mortales–, entre los ciudadanos de a pie han 'florecido' durante la pandemia deportistas insaciables, practicando todo ejercicio propuesto en YouTube a cualquier hora del día y de la noche, para horror de sus vecinos. Y ya no hablemos de los que han podido salir a correr o andar en bici en la desescalada. Nunca hubo tantos atletas, aunque entre ellos también hay muchos que llevaban años pagando la cuota del gimnasio sin aventurarse por allí.
3.
El 'cuñao' se cree líder de opinión. A veces cambia de postura varias veces al día, pero da igual. Con la pandemia, se han venido arriba. «El 'cuñao' al principio de la movida se gustaba, como los toreros, 'whatsapeando' a tope cosas como 'la gripe común mata más que el coronavirus' o 'todo esto es un invento de las farmacéuticas para vender vacunas' ... Y, a los quince días, 'Pedro Sánchez es un sepulturero, vamos a morir todos'», comenta Pedro Vera. Desde el punto de vista sociológico, Alejandro Romero tiene la explicación: «La disponibilidad de información en internet, la abundancia de tertulias y la lluvia constante de bombas informativas produce una sensación engañosa de estar al tanto de todo que contribuye al famoso efecto Dunning-Kruger: mientras científicos y expertos se muestran cautos y matizan sus propias afirmaciones, el 'todólogo' de a pie es tajante y está muy seguro de sí».
4.
Para el historietista Pedro Vera, su rasgo distintivo, por encima de todos los demás, es que «adora los tuits motivacionales de Alejandro Sanz y su muro de Facebook está minado de fotos de Paulo Coelho sobre fondo negro con sus frases filosóficas de mierda superpuestas en blanco». En esa línea, Romero cree que un exceso de optimismo lanzado 'urbi et orbi' puede resultar agotador... Pero más para los destinatarios que para quien ejerce de psicólogo-animador. «En una situación de zozobra y angustia, recompensamos los mensajes positivos, lo cual refuerza a quien los difunde y anima a otras personas a sumarse a la empresa colectiva de levantar el ánimo a los demás. Pero todo tiene un límite, incluyendo nuestra capacidad de tolerar al Dúo Dinámico después de mes y medio de confinamiento: tarde o temprano, el 'cheerleader' perenne se pasa de frenada y se convierte en otra caricatura más de la que reírnos».
5.
Al empezar el confinamiento el 14 de marzo, a mucha gente se le cayó el mundo encima. ¡Vivir y trabajar entre cuatro paredes varias semanas! ¿Cómo se hace eso? Y todo el mundo buscando en internet trucos para sobrellevarlo... Bueno, todos no. «A los dibujantes y demás gente-topo con curros caseros nos encanta soltar la bromita de 'pues mi vida sigue siendo igual'», confiesa Vera. El sociólogo Alejandro Romero también pertenece, en cierta medida, a esta especie. «Es patético, pero creo que los que trabajamos escribiendo en casa tenemos bastante de 'ermitaño'. Claro que los docentes combinamos ese trabajo solitario con las clases, así que ahora muchos somos aprendices viejunos de 'youtuber', intentando enganchar a los estudiantes a través de la pantalla», señala. Reconocerles es muy fácil, son los únicos que parecen no necesitar la luz solar y no se han lanzado como locos a aprovechar el alivio de la desescalada.
6.
«'Los chinos nos están ocultando información, se nota que es un régimen comunista'. 'Es un virus creado en laboratorio para lanzar una guerra bacteriológia contra los Estados Unidos'. ¿Qué sería del humor sin los grupos de 'chemstraileros', terraplanistas y demás retardados del misterio?», proclama el historietista Pedro Vera. Pero ¿cómo llevan la pandemia? Pues están desatados. Así lo explica Romero: «Es el reverso tenebroso del todólogo aficionado. Confinados, a merced de los aciertos y errores de las autoridades y conectados con el mundo a través de nuestros teléfonos móviles, no es difícil que comencemos a desconfiar de todo y de todos. Como el humor, es otra forma de recuperar un poco de control sobre nuestras vidas: estamos a merced de fuerzas malignas pero, a diferencia de las dóciles masas aborregadas, nosotros al menos sabemos quiénes son los culpables». Esa es la biblia del conspiranoico.
7.
Van por la calle con la cabeza bien alta, sin apartarse al cruzarse con la gente, con aire de suficiencia, como si todos fuésemos temerosos insectos menos ellos. Por supuesto, no saben lo que es una mascarilla, ni unos guantes, ni poner el codo delante de la boca al toser. Y lo del jabón les trae también sin cuidado. Todos conocemos alguno, ¿no? « Es el clásico patán de '¿A mí me va a decir Pedro Sánchez que no salga a la calle? Me quedaré cuando me lo pida Santi'. O el que va al supermercado de otro pueblo: 'No, si te parece voy a comprar donde quiera Pablo Iglesias'», opina Vera. En realidad, hay que decir que existen 'temerarios' de todo signo político, sexo, raza y religión. Así somos lo más democráticos posible ante estos individuos que Vera describe como «subseres que rellenan los minutos de la basura de las noticias cuando la policía los detiene y multa». Porque, claro, muchas veces no les sale gratis.
8.
Se aburren. Se aburren como ostras. Ahora, con la desescalada, un poco menos, pero siguen teniendo que buscar en internet retos, cursillos y tutoriales sobre lo que sea para ponerlos en práctica y llenar las horas. Hacer pan o con sin masa madre, crear su propio jardín exótico en un tiesto mínimo, trucos de belleza para salir de la pandemia como una estrella de cine, recetas saludables, los mejores ejercicios para reducir tripa... Todo les vale. Según los psicólogos, las personas extrovertidas que necesitan de los demás para desarrollarse y sentirse bien, al ver reducida su vida social, se lanzan a buscar 'algo' que ocupe su tiempo y encauce su chorro de energía. Lo malo de este tipo humano es que rara vez se conforma con buscarse entretenimientos para él. Es muy propenso a dar la lata a los demás con sus descubrimientos para que los prueben. Por eso puede considerarse una subespecie del 'psicólogo ayudador'.
9.
Ataca Vera:«Los negros del ataúd y los chascarrillos del futbolista Joaquín son la gasolina del chistoso. Cuando leyó por primera vez lo de 'estoy confitado' fue como si le vertiesen en el cerebro 'mentos' con cocacola y desde entonces está en la 'misión de dios' de repetirlo constantemente». Y, claro, se dedican buena parte del día a recopilar chistes y ocurrencias varias (del coronavirus, pero no sólo de eso, ya que el tema a veces se les queda corto) para después emitirlas a todos sus contactos a través del móvil. Tiene a sus amigos y familiares ya bastante hartos. Al principio de la pandemia se agradecían sus chistes sobre el acopio de papel higiénico, pero casi dos meses después ya casi nadie responde a sus graciosísimos whatsapps. A lo sumo, les dedicamos el socorrido emoji de cara llorando de risa... aunque esas lágrimas ya empiezan a ser de desesperación, porque la memoria del móvil está casi tan saturada como nosotros.
10.
Puede que todos tengamos un punto cotilla y que nos guste asomarnos a la ventana o al balcón para ver qué pasa en nuestra calle. Eso, en condiciones normales. Pero, con el estado de alarma y sus normas, este cotilleo inocuo se ha convertido para algunos en una misión. Vigilan a los vecinos, saben quién sale y a qué hora y para qué. Si uno ha sacado el perro seis veces o si la mamá con niños se ha pasado cinco minutos del horario marcado. En los casos extremos, hasta increpan a los infractores. «Los balcones han terminado siendo más peligrosos que los nidos de ametralladoras nazis del desembarco de Normandía», asegura Vera, que los ve como un púlpito de «diyeis de palo, pandemia de 'talent shows' balconeros y balconazis de la gestapo cuñada, seres que por la mañana arrasan el supermercado y a las ocho se luxan las muñecas aplaudiéndose a sí mismos o felicitando el cumpleaños a Amancio Ortega».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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