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Solange Vázquez
Jueves, 23 de febrero 2023, 08:20
Es ya una frase recurrente cuando alguien regresa de un viaje de placer y le preguntan qué tal le ha ido. «Pues ahora necesito unas vacaciones para recuperarme de las vacaciones». En resumen, que muy bonito y estimulante todo, pero resulta que ese tiempo de ... ocio que ansiábamos para desestresarnos nos ha dejado agotados y con la adrenalina disparada. Igual no es buena idea meterse entre pecho y espalda cinco países en una semana, yendo de acá para allá con un guía que nos lleva a la carrera, o apuntarnos a una maratón de madrugones y actividades en cadena para que no quede ni un hueco libre en esos supuestos días de descanso. Así que, cuando volvemos a casa, solo queremos una cura de sueño, mucho sofá... y nada más. Por eso, mucha gente conocedora de este efecto zombi posviaje deja un par de días de 'recuperación' antes de incorporarse al trabajo.
¿No falla algo en todo esto? Hemos podido ver 17 catedrales góticas con audioguía y sacarnos 50 selfis en distintos monumentos, pero ¿qué hay de esa puesta de sol que pedía a gritos una pausa y un rato de tranquilidad? ¿O esas ganas de preguntar a los autóctonos, con toda tranquilidad, por la delicia local que venden y que nos morimos por probar? Demasiadas veces nos hemos perdido este tipo de cosas y, para ponerle remedio, está cobrando auge una nueva forma de viajar, el 'slow travel' (algo así como viajar lento), que consiste en cambiar el chip y lanzarse a ver mundo con más calma y disfrutando de las pequeñas cosas.
La filosofía 'slow' –también presente en otros ámbitos como la alimentación ('slow food'), las citas amorosas ('slow dating'), el deporte ('slow training'), el sexo ('slow sex') o la moda ('slow fashion')– se reduce a una máxima: menos prisas y más ser consciente de todo. «Practicar 'slow travel' significa disfrutar del viaje desde el momento de la partida, conectar con las personas locales, las culturas, la naturaleza, la comida, la música... Es que normalmente vamos a 200 por hora y aplicamos esta fórmula a los viajes: ver las mayor cantidad de sitios en el menor tiempo posible», lamenta Paloma Blázquez, country manager de Evaneos, una de las plataformas que han surgido al calor de esta tendencia y que, entre otras cosas, conecta a los viajeros con agentes locales hispanohablantes en lugares como Sicilia, Grecia, Turquía, Noruega, Islandia...
Ir a Cerdeña y aprender a cocinar pasta italiana en una casa particular, visitar Grecia y dejarse llevar por las maravillas de un mercado donde vamos catando productos, pasear en bici junto al Danubio, cuidar elefantes en Indonesia, domir en el desierto en Marruecos, una excursión por viñedos de la Toscana... o visitar una ciudad cercana, viéndola desde otra perspectiva y saboreando sus sitios 'secretos', solo accesibles para los conocedores de la zona. Estos son algunos de los ejemplos que lanza Blázquez, quien destaca que, de esta manera, «la experiencia del viaje es mucho más enriquecedora y perdurable que de la manera tradicional. Recuerdo a unos viajeros que fueron a Tailandia y visitaron a un agricultor en su plantación de caña de azúcar. Estuvieron con él por allí y fue todo a las mil maravillas. Horas más tarde, cuando la visita había terminado y ellos ya estaban a varios kilómetros, el señor de la plantación apareció con un trozo de caña de azúcar para ellos. Había ido en moto a buscarles porque se le había olvidado darles a probar su producto y le parecía fatal... Se crean momentos muy especiales, que son los que recordamos al volver a casa».
Vera, una de las agentes locales de la plataforma en Sicilia, cree que los viajeros 'slow' quedan encantados y los habitantes de los destinos, también: «Los sicilianos suelen ser un poco distantes al principio, pero luego les agrada descubrir su identidad, que es un orgullo para ellos». Según destaca, «un turismo de puro consumo no aporta nada al territorio ni a los habitantes, es más, tampoco deja un gran recuerdo a los viajeros. Para crear una gran experiencia se necesita tiempo».
Y esto es lo que busca cada vez más gente, sobre todo los 'experimentadores', bautizados así por la agencia Wavemaker, que investiga las tendencias de mercado y define a este perfil de viajero como «personas con pasión por la vida, siempre en movimiento y con necesidad de estar fuera de casa y hacer cosas». Cada vez son más, sobre todo después de las restricciones impuestas por el covid y de las lecciones de vida que nos dio a todos «el tener que echar el freno», apunta Blázquez.
En este sentido, la experta en 'slow travel' cree que el mundo pospandemia demanda «viajar mejor, evitando el turismo de masas». La misma tesis que sostiene Tony Wheeler, uno de los grandes popes de los viajes y fundador de las famosas guías 'Lonely Planet': en la pospandemia van a cobrar auge los viajes más sostenibles y también más solidarios con las culturas locales, cuya fragilidad ha quedado más que expuesta durante la pandemia. Según afirmó a este periódico en la presentación de su libro 'En defensa del viaje' –editorial GeoPlaneta–, ahora que volvemos a viajar vamos a retomar este placer, pero «despacito».
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