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Solange Vázquez
Martes, 3 de octubre 2023
Vienen diciéndolo los sexólogos: la gente cada vez es más 'vaga' para buscarse la vida (carnalmente hablando) y empieza a encomendarse alegremente a la tecnología para satisfacer sus necesidades. Te ahorras el cortejo, el flirteo y las negativas, es decir, el 'trabajo' previo, pero también ... el 'post': los dramas, las responsabilidades emocionales y el dolor si algo se tuerce o si el asunto acaba mal. Por eso, cada vez hay más tecnosexuales, un término muy amplio que abarca tanto a quienes solo se excitan si en sus relaciones hay artilugios tecnológicos de por medio -pueden ser juguetes sexuales, como vibradores, o 'intermediarios' con sus parejas como móviles u ordenadores- como a aquellos que prescinden de todo contacto humano y se montan la fiesta solitos con cualquier dispositivo o sistema que consiga subirles la temperatura.
Hay estudiosos que vaticinan que en veinte años casi todos lo seremos en mayor o menor grado, ya que mantendremos más contactos sexuales con sofisticados robots, tipo humanoide y dotados de Inteligencia Artificial (IA), que con personas de carne y hueso. Robots iguales a ese actor o actriz que tanto nos atrae, dispositivos que hacen sentir caricias, impresiones en 3D del cuerpazo que más nos guste para 'movilizarlo' después con una app, orgasmos totalmente tecnológicos y a distancia, hologramas... Cuesta imaginar esta deriva, también conocida como 'sextech' (mezcla se sexo y tecnología).
De momento, aunque la IA va avanzando a una velocidad que da miedo, las herramientas tecnológicas habituales para el sexo son algo más rudimentarias, pero ya cumplen su función. «La tecnosexualidad es un término que se refiere a personas que sienten una atracción sexual concreta por máquinas, entre las que puede encajar un robot o una Inteligencia Artificial. Hemos visto en algunas películas o series, como 'Her', a personas estableciendo una conexión sentimental o sintiendo excitación por algo tecnológico... No es extraño sentir atracción sexual por un objeto inanimado. El límite de lo que nos excita es algo muy individual», indica la sexóloga Rosa Navarro, de la firma de bienestar sexual Diversual.
Neil McArthur, experto de la Universidad de Manitoba y estudioso del tema, y Markie Twist, docente de la Universidad de Wisconsin, aseguran que ya estamos ante «una nueva revolución sexual» que va a actuar sobre el órgano sexual por excelencia, el cerebro. Según explican, la IA y las opciones de realidad virtual están progresando rápido, pero no tanto los robots (se buscan opciones menos antropomórficas).
Y, paralelamente a los avances tecnológicos aplicados al terreno sexual, está el trabajo de los neurólogos, psicólogos y sexólogos, que siguen de cerca la evolución de nuestras relaciones sexuales y debaten sobre si ser tecnosexual es, o no, un fetichismo más. «No todo lo que nos excita o multiplica nuestro placer se puede considerar un fetiche. Lo sería si tiene un gran poder para generarlo. Como en todo, hay grados: en un grado bajo el tecnosexual se quedaría satisfecho con la mera fantasía de mantener relaciones de este modo, pero en el más alto habría una necesidad absoluta de ese fetiche para conseguir excitarse y alcanzar el placer», explica la experta. Entre uno y otro extremo hay tres grados intermedios, según el nivel de 'enganche' a la tecnología: si necesitamos los dispositivos sólo puntualmente, en bastantes ocasiones, en casi todas...
Ahora mismo, todos estaremos pensando si encajamos o no en este grupo de los tecnosexuales... ¿Lo somos si solo nos excitamos con juguetes sexuales? ¿Y si únicamente alcanzamos el orgasmo en videollamadas? ¿Y si hacerle preguntas calientes a un asistente de voz dispara nuestro deseo? ¿Y si nos pone a cien la idea de copular con un robot? Un mundo de posibilidades...
«Para saber si somos tecnosexualistas, lo que tendríamos que hacer es revisar si este modo de alcanzar el placer es algo puntual o si se trata de una inclinación que hemos incorporado durante un largo periodo de tiempo porque, al igual que usar una vez ropa de látex durante una relación sexual no nos convierte en fetichistas del látex, con la tecnología pasa igual», aclara Navarro.
Es decir, ver en una escala de 'necesidad tecnológica' dónde nos encontramos, si en la zona baja (juguetona, sin más) o en la parte alta (la de 'sin mis chismes no soy nadie'), que es lo que está pasando en Japón, el país del 'no sexo'. Los nipones, en muchas cosas, son pioneros tecnológicos. Allí, la mitad de los treintañeros no han mantenido aún relaciones sexuales 'de carne y hueso', pero están a la última en porno virtual.
Acabemos rompiendo una lanza a favor de lo humano y de nuestra capacidad para seducir a nuestros semejantes. En películas como 'Her' (2013), donde el protagonista tiene una relación amorosa con su asistente virtual (Samantha), la voz de la 'máquina' la tuvo que poner Scarlett Johanson porque la tecnología no era capaz de superar la calidez y sensualidad que imprimía a las escenas la voz de la actriz.
Tecnosexual tiene otra acepción. También vale este vocablo para designar a personas que se 'enamoran' o se ponen a cien si ven a alguien que lleva, por ejemplo, un móvil de última generación. Es decir, que caen rendidas ante los portadores de este tipo de objetos. Y, rizando el rizo, también hay quienes se sienten más sexis si portan artefactos de última generación. En este caso, hay mucho de narcisismo y de fetichismo, ya que es el propio objeto inanimado el que interviene directamente en el deseo.
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