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¿'Copiar' palabras a los jóvenes nos quita años? Dos expertos nos lo explicanLas reuniones familiares son el lugar ideal para tirarse el moco con muchas cosas. Y una de ellas es hacerse el moderno y el colega de los más jóvenes (algo que posiblemente haya experimentado estas Navidades que acabamos de finiquitar). Pues ahí va una primera ... recomendación: ojo con lo que dice. Y no porque sea una impertinencia, que puede que también, sino porque si lo que quiere es hacerse pasar por el tío enrollado de su sobrino de 16 años hablando en su mismo lenguaje... la jugada le puede salir muy mal.
Cada generación intenta marcar diferencias con la anterior como puede. Y una de las maneras es hablando de modo diferente. Que nuestros jóvenes hoy se saluden llamándose 'bro', les 'putoencanten' las zapatillas Air Jordan de los ochenta y hablen de su 'crush' sin rubor no es ninguna novedad. ¿Y saben qué? Que nosotros a su edad hicimos lo mismo. Lo realmente llamativo, explica Manuel Casado Velarde, catedrático emérito de Lengua Española en la Universidad de Navarra, es lo rápido que ahora cambian esos vocablos que usan los jóvenes para distinguirse.
«Desde hace algunas décadas, los lingüistas nos estamos dando cuenta de lo rápido que las palabras propias de los argots juveniles son adoptadas por los adultos», señala el experto, especialista en análisis del discurso y en innovación léxica. Y en esta ocasión, el fenómeno está siendo todavía más crítico. Hace un par de años ni se nos pasaría por la cabeza hablar de 'haters', ahora se lo llamamos al compañero de trabajo que siempre nos lleva la contraria.
Y lo mismo ocurre con otras expresiones como 'dejar en leído', que ya tenemos interiorizadas gracias, también al cada vez mayor uso de los servicios de mensajería instantánea como WhatsApp. Con otras, nos está costando algo más, pero ahí vamos: hemos aprendido que 'stalkear' a nuestro ex en redes está mal y hasta nos empieza a costar decirlo como antes: espiar.
No obstante, debemos ser conscientes de que esto no nos hace modernos ni enrollados. Es más, puede que a nuestros hijos, primos, sobrinos o nietos les de hasta 'cringe' (la tradicional vergüenza ajena) si se nos ocurre soltarlo en plena sobremesa. ¿La razón? El propósito de la jerga juvenil (y da igual cuando lea esto) es «precisamente preservar la propia identidad y la pertenencia al grupo», prosigue Casado Velarde. En el momento en que un padre, tío, abuelo o incluso un hermano mayor decide hacerse el 'cool' y ponerse a usarlo se pierde esa intención. Y por tanto «tiende a caer en desuso» y a ser sustituida... «Y no digamos si queda registrada en los diccionarios», apostilla el catedrático.
Así que el día que estar de 'chill' (es decir sentirse a gusto) o 'chetar' (como sinónimo de engañar o hacer trampas) pase a formar del diccionario de la RAE, a los más jóvenes no les va a rentar usarlas... Es más, seguramente para cuando esto ocurra ya se habrán inventado un nuevo argot.
Pero volvamos al punto de partida. ¿Cómo tenemos que hablar entonces para sentirnos modernos? Desde luego, por mucho que nos lo parezca, decir 'cool' en vez de guay no es el camino en absoluto. Aunque tampoco se pase al otro lado y recupere el 'dabuten' que puso de moda la Movida: a la generación Z y posteriores les va a sonar a dinosaurio.
Y es que no todas las palabras 'nuevas' envejecen de la misma manera. Bici, por ejemplo, 'nació' en los setenta y hoy la siguen usando los adolescentes sin reparo alguno. Y hasta puede que se hagan algún 'simpa' (irse sin pagar) para echarse unas risas. Pero no ocurre lo mismo con 'gasofa', 'proleta' o 'mover el esqueleto'. Esta última expresión, por favor, elimínenla de su mente si no quieren ahuyentar a los jóvenes de su lado, pero también si no quieren parecer más viejos que el propio Joaquín Sabina.
Bromas aparte, si lo que quiere es modernizar un poco su manera de expresarse, puede empezar con el 'spanglish' «Desde hace algún tiempo llama la atención el fenómeno de las palabras híbridas», detalla Casado Velarde. Empiece por usar algunas como 'fake' (falso), 'mutear' (silenciar a alguien), 'ghostear' (dejar de hablar a alguien sin explicaciones) y hacerse un 'nextazo' (mostrar indiferencia).
Si no se ve muy capaz, hay otro modo de ponerse al día: los sufijos. «En los setenta se extendieron las creaciones con -ata», señala el experto. Y de ahí vienen bocata, sociata y ordenata, por ejemplo. Ahora, en cambio, lo que se lleva es el acabado en -i, por lo que tiene vía libre para decir cosas como chati, chuli, compi, cuqui y holi sin miedo. Y, seamos sinceros, seguro que le resulta más sencillo que el spanglish.
Otra terminación es la -inchi: regulinchi, colorinchi, saludinchis... está en la onda y seguro que también se siente más cómodo y menos 'fekas' (persona falsa) con ellos. No obstante, tampoco se martirice si le cuesta ponerse al día, en el fondo esa carrera la tiene perdida de antemano, desliza Casado Velarde. «En cuanto nos apropiemos de estas palabras y sufijos de manera generalizada dejarás de ser juveniles». Es decir, si queremos 'matarlas' solo tenemos que usarlas los veteranos y perderán todo su poder.
Gran parte del vocabulario de los adolescentes actuales está plagado de expresiones que provienen del mundo 'gamer'. Es el caso de 'chetar', pero hay más ejemplos: 'banear' (expulsar a alguien por hacer trampas), 'buffear' (obtener mejoras), 'buguear' (funcionar con problemas de conexión)... ¿Es grave, doctor? Lo cierto es que ni más ni menos que antes.
Según explica Ona Domènech, profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Castalunya (UOC) es normal porque «los videojuegos son un sector de ocio muy extendido» en este grupo de población. A eso se suma que «los jóvenes son muy permeables a los cambios y las innovaciones, y por la etapa vital que viven, necesitan diferenciarse y ser rompedores». Vamos, que ellos se niegan a ser un NPC (de 'non-player character', pringado), o lo que es lo mismo, un 'extra' dentro del juego de la comunicación.
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