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'Manolos', 'louboutines', 'jimmy choos'… Son zapatos de tacón maravillosos. De los que desfilan por alfombras rojas y muchas novias se compran para sus bodas porque «un día es un día». Sin embargo, su belleza es directamente proporcional a la incomodidad que generan como tengas ... que dar más de tres pasos. ¿Por qué? El diseñador español Manolo Blahnik reconoce que no están hechos para andar sino para «tener un hombre maravilloso a tu lado que te lleve a todas partes».
Dejando a un lado lo machista de esta explicación, lo cierto es que los 'stilettos' y demás roban miradas pero provocan también mucho malestar y no solo físico. En esta última edición del Festival de Cannes, uno de los más glamorosos del panorama cinematográfico y cuyo 'dresscode' es de los que pide tacón hasta para irse a dormir, hemos vuelto a ver a actrices descalzas por la alfombra roja y en el escenario.
La primera fue la francesa Isabell Huppert, que llevó unos 'naked shoes', unos zapatos que emulaban su pie desnudo de la firma Balenciaga. Horas después, Jennifer Lawrence dejó boquiabiertos a todos con su vestidazo rojo de Dior y sus chanclas hawaianas. Y para rematar el asunto, en la gala final Cate Blanchett se quitó sus zapatos al entregar el premio a la artista revelación, la franco iraní Zahra Amir Ebrahim. 'Lo hago en honor de las mujeres de Irán', proclamó.
«Es un fenómeno de nuestro tiempo que une dos movimientos: la provocación y el empoderamiento femenino posterior al #MeToo», apunta el sociólogo y experto en moda Pedro Mansilla. En Cannes, el 'heelgate' estalló en 2016, cuando Julia Roberts recorrió la alfombra de la Croisette descalza. Lo hizo para protestar por el código de vestimenta que exigía el festival y dejar en evidencia lo que hicieron en la edición anterior: impedir que dos mujeres con zapato plano y problemas de movilidad acudieran a uno de los actos programados. Tras ella, se apuntaron otras como Susan Sarandon, Sasha Lane, Inès de la Fressange (aunque en su caso usó sandalia plana de Roger Vivier), Petra Nemcova…
Lo que hacen las 'celebrities' al despojarse de los tacones es «dar un puñetazo encima de la mesa. Es un 'hasta aquí hemos llegado' . Las mujeres no tienen que seguir siendo un capricho sensual o erótico de los hombres o de otras mujeres», describe Mansilla. Esta idea no es original ni nueva, retoma la de Coco Chanel cuando en los felices años veinte del siglo pasado elevó las bailarinas a zapato de vestir. «Ella ya defendía que una mujer puede ir impecablemente vestida sin necesidad de llevar tacones», sostiene Mansilla.
La estilista María Uranga también invoca a la mítica diseñadora francesa para explicar el desapego actual por los tacones. «Las deportivas y el zapato plano han venido para quedarse. Ahora las mujeres están incorporadas al mundo laboral como los hombres. Vamos a trabajar, al súper, a buscar a los niños al colegio, al parque…¿Que haces en los columpios con unos tacones?», señala. «La parte de la jornada en la que estamos activas es larga y necesitamos un look casual y chic. Es decir, ir monas, pero cómodas».
La covid también ha jugado en contra de los 'stilettos' y de la misma manera que han cambiado nuestra forma de vestir y hemos apostado por prendas más cómodas, también hemos apartado los tacones. «Te da pereza, ya no aguantas como antes», sigue Uranga. «Yo, hace años, iba a diario con unos de 7 centímetros. Tenía un trabajo que me lo 'pedía'. Ahora ya no y, salvo si voy de cena, lo máximo que llevo son 5», asiente su colega Ana Vijandi. ¿Ahora bien, se puede ir adecuadamente en plano por la vida? «Se puede ir igual de bien, lo que tienes que encontrar es el zapato adecuado», ahonda.
Cuando Chanel puso de moda las bailarinas bicolor también se revelaba contra las clase altas de la sociedad francesa de la época. «En aquel momento, se entendía que la mujer era el mejor adorno posible de lo bien que le iba en la vida a su marido, con lo cual lo único que tenía que hacer es estar muy muy guapa y no tener que molestarse en hacer nada. Por eso, la moda, muy elegantemente, hizo que fuese casi imposible andar, moverse, correr, todo.. Para que quedase prácticamente como si fuese un mandarín chino al que sus largas uñas impiden hacer nada. Solo puede pensar y, en el mejor de los casos, disfrutar o hacer disfrutar al otro con su presencia», subraya Mansilla.
Cate Blanchett y compañía se plantan también ante esto, que en el mundo moderno se traduce en 'dresscodes' en los que a ellas se les pide que se eleven unos cuantos centímetros del suelo. En 2018, Kristen Steward se quitó sus Louboutin negros cuando desfilaba por la alfombra roja. Su imagen se hizo viral y luego ella explicó por qué lo había hecho a la revista 'The Hollywood Reporter': «Si no le pides a los hombres que usen tacones y un vestido, a mí tampoco». ¿Es un acto de valentía?
«Lo hacen desde una posición privilegiada. Son mujeres de entre 33 y 54 años, con la cabeza muy bien amueblada y con éxito en sus carreras. Pero quizá otras actrices no se pueden permitir el gesto», señala Uranga. Ver a Jennifer Lawrence en chanclas sentó muy mal a los organizadores del festival francés, pero no van a dejar de invitarla porque solo su nombre genera una expectación y una proyección indispensable para un evento de estas características.
Ahora bien, volviendo a la tierra y las situaciones a las que nos enfrentamos, qué hacemos si vamos a un evento donde el código de vestimenta invita a llevar 'stilettos'. «Cumplirlo», coinciden las dos estilistas. «Cuando tu vas a un sitio donde hay un protocolo que choca con tus criterios, lo correcto es no ir. Si acudes, lo correcto es cumplirlo», explica Uranga. «Si vas a una boda lo que intentas es agradar a quien te ha invitado. Por eso, si se exige ir con corbata deberías hacerlo». ahonda Vijandi.
Los ciudadanos de a pie no suelen tener alfombras rojas. Los actos sociales con cierto protocolo a los que nos enfrentamos habitualmente son los enlaces, los bautizos y las comuniones. Todos ellos tienen unas normas teóricas sobre cómo debemos ir. En el caso de las mujeres y su calzado, tampoco exigen que vayamos subidas en tacones de 12 centímetros. Es más, «en un acto de este tipo que se celebra de día, lo adecuado son cuatro». Según la jornada avanza, podemos ir aumentándolo si queremos.
«Si buscas comodidad, fíjate en las hormas, apuesta por el tacón grueso que da más estabilidad, o el de chupete, no estrenes los zapatos ese día y piensa que cuanto más puntiagudo más estiliza la pierna», aconseja Uranga. «Busca esos modelos joya, con abalorios, que tienen un toque arreglado», prosigue Vijandi, que asegura que la variedad en el mercado es infinita. Las bailarinas también son una buena opción, según ambas profesionales.
Ahora que se viene el verano, es inevitable pensar en las sandalias planas. ¿Serían buena opción? «Son un tipo de calzado supercasual. Yo no me lo pondría», confiesa Vijandi. Tampoco las cuñas para una boda tradicional, «aunque en los últimos tiempos hay modelos más sofisticados, en piel, que son más arreglados». Lo que nadie aconseja nunca es que nos lancemos a los tacones, aunque nos gusten, si no sabemos andar. «Queda ridículo y hay opciones de sobra elegantes para evitarlo».
Los tacones son un elemento muy identificado con el atuendo femenino, pero en su origen no fue así. En la época del Rey Sol, por ejemplo, los llevaban los hombres adinerados, eran símbolo de estatus y poder. Luego, contagiaron a las mujeres de la Corte, que emulaban a su maridos con el calzado. Más adelante, ellos dejaron de usarlos, al contrario que nosotras.
«Los zapatos de tacón están íntimamente ligados a lo que se podría llamar el misterio femenino. No sólo porque hagan el cuerpo de la mujer más sensual para la mirada de los hombres o de otras mujeres, sino porque la propia mujer es consciente de que con ellos cambia su morfología, es más alta y se siente más elegante», explica Mansilla. «Es un sueño de mejora social, física, estética… Expresa una búsqueda», señala la escritora, socióloga y exmodelo española Patrícia Soley-Beltrán en el documental 'Diez centímetros más cerca del cielo', dirigido por Raquel Rei en 2012.
Y también extiende un halo de vulnerabilidad sobre la mujer. «De alguna manera invitan a los demás a pensar que necesiten que la cuiden. Pensemos que muchas veces se dice eso de 'con esos tacones no puede ir muy lejos'», subrayan ambos expertos. Aunque ojo, también son un desafío a lo establecido. «Las niñas se ponen los tacones de sus madres y en ello hay una cierta provocación, como cuando una adolescente se pinta los labios o las uñas a escondidas», concluye Mansilla.
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