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Sería muy difícil repasar la historia social, cultural, científica y tecnológica del último siglo sin emplear ninguna palabra en inglés. Del 'swing' a los 'podcasts', de la 'jukebox' a las 'apps', el mundo anglosajón ha dado nombre a muchas cosas que no existían y también ... a algunas que ya conocíamos pero aún no estaban bautizadas, con un dinamismo lingüístico al que muchas veces nos resistimos pero acabamos sucumbiendo: hace gracia pensar que, hace no tanto, muchos adoptamos a regañadientes palabras como selfi o 'smartphone', y que las soltábamos con cierta inseguridad e incluso explicábamos su significado cuando las usábamos por escrito. A eso se suma la capacidad del inglés para acuñar conceptos que después se traducen a todos los idiomas (la inteligencia artificial, por ejemplo, que a muchos aún les tiene dudando entre IA o AI) y para adoptar términos de otras lenguas y proyectarlos al mundo entero (ahí están los emojis, que vienen del japonés).
El British Council, la organización del Reino Unido para las relaciones culturales y las oportunidades educativas, celebra ahora su 90 aniversario con la iniciativa 'British Language Evolution', una selección de 90 palabras inglesas (o fagocitadas por el inglés) que encapsulan los cambios experimentados por el mundo. «En el campo de la tecnología, por ejemplo, las palabras en inglés a menudo dominan inicialmente antes de que se establezcan las traducciones. En muchos casos, estos términos permanecen incrustados en otros idiomas incluso después de que estén disponibles alternativas locales», analiza Amy Lightfoot, directora académica de Programas de Inglés del British Council. Es un viaje en el que, a veces, nos sorprende descubrir que algunos términos son anteriores a lo que pensábamos.
Había que poner nombre a cosas recién inventadas, como el nailon (así ha adaptado la RAE la marca registrada Nylon), pero también se empezó a llamar 'babysitters' a las niñeras, por ejemplo, aunque de nuevas tenían poco. En 1939 se acuñó el término 'jukebox', la máquina de discos, que venía de la jerga afroamericana, donde un 'juke' era un local de reputación dudosa, y dos años más tarde se empezó a hablar de 'discjockeys' para designar a quienes, en vez de cantar o tocar en directo, ponían discos en la radio. «Hoy, con los archivos de música digital, muchos DJs no utilizan esos discos a los que se refiere el nombre», comenta Lightfoot. También a través del mundo de la música nos llega 'cool', que significa 'frío', 'fresco', pero en el siglo XIX empezó a virar hacia una acepción positiva que consolidaron los artistas de jazz de los 40, para quienes equivalía a excelente, a guay.
'Gay' (durante siglos, 'alegre' o 'vistoso') se empezó a usar a mitad de los años 30 para designar a los homosexuales y se convirtió en «un término de autoafirmación dentro de la comunidad». Y 'vegano' es una de esas palabras especiales que alguien directamente se inventó: fueron Donald Watson, secretario de la Sociedad Vegetariana en Leicester, y su novia, Dorothy Morgan, que en 1944 tomaron el principio y el final de 'vegetariano' para referirse específicamente a quienes tampoco consumían lácteos. Otro caso curioso: 'blockbuster' empezó a usarse en la Segunda Guerra Mundial para las bombas capaces de arrasar bloques enteros, pero muy pronto se empezó a aplicar a las películas más taquilleras. Los bombazos, claro.
Fueron décadas en las que el mundo anglosajón marcó el ritmo de la música popular, y ahí han quedado términos como 'rock and roll' (acuñado en 1955 y más onomatopéyico que otra cosa), 'hippie' (de 1966 y derivado de 'hip', que es algo así como 'en la onda') o 'reggae' (que recibió carta de naturaleza con la canción 'Do the Reggay', publicada en 1968 por los jamaicanos Toots And The Maytals). Pero, ojo, ya en los 50 empezó a usarse también 'disco', una versión abreviada del francés 'discothèque' que habría de alcanzar plena fortuna unos cuantos años más tarde. En el mundo de la televisión, 1956 fue el año de debut del término 'sitcom', las comedias de situación, esas series con personajes y entornos más o menos fijos.
En 1955 se empezó a hablar de inteligencia artificial y en 1964, de gentrificación, la irrupción en un barrio humilde de pobladores de mayor poder adquisitivo. Amy Lightfoot destaca, de esta época, la expresión 'baby boomer', que se utilizó por primera vez en 1963 para englobar a los nacidos durante el subidón de natalidad de la posguerra. «Más recientemente, se ha acortado a 'boomer' y se usa para describir a alguien que es mayor y está fuera de contacto con las normas culturales actuales, a menudo en contraste con los 'millennials' y la generación Z», puntualiza.
No se detiene la música, esta vez con 'hip hop' (acuñado en 1979) y 'punk' (que, aclara el British Council, era en principio un término despectivo que significaba «persona despreciable»), pero lo más llamativo de estos años es cómo despuntan las palabras relacionadas con la informática. 'App' puede parecernos una incorporación muy reciente pero nació en la década de los 70, que fue también cuando los virus se contagiaron de la medicina a la tecnología para denominar a los códigos dañinos que se autorreplican. ¡Pocas palabras hay más virales que 'virus', tan capaz de adaptarse a contextos nuevos! Esta es la época en la que se abrió la veda del prefijo e- para todo lo electrónico (del 'email' al 'ebook') y, en 1986, se aprovechó la hermosa palabra 'avatar' (término sánscrito para las formas corpóreas de los dioses del hinduismo) para aludir a las representaciones de nuestra identidad virtual.
Pero los 80 también fueron una década en la que se delimitaron y designaron muchos conceptos que hoy manejamos de manera habitual, muchas veces traducidos al castellano: el techo de cristal para las barreras invisibles en la carrera laboral (fue una creación de la activista estadounidense Marilyn Loden), el 'greenwashing' para las empresas que se presentan engañosamente como amigas del medioambiente (lo acuñó el ecologista Jay Westerverld, también de EE UU), la interseccionalidad en referencia a la suma de identidades que acumulan discriminaciones (este es de otra americana, Kimberlé Crenshaw) o la biodiversidad: «Es un término sorprendentemente reciente –apunta Lightfoot–, acuñado en Estados Unidos durante el Foro Nacional sobre Biodiversidad de septiembre de 1986».
Qué pensarían nuestros abuelos, qué pensaría nuestro propio yo del pasado, si nos oyesen decir que alguien nos ha hecho 'photobomb' cuando nos sacábamos un selfi, vamos, que nos ha fastidiado una autofoto colándose en el encuadre. En los 90 empezamos a llamar web a internet, nos lanzamos a escribir blogs (y mira que los guardianes del castellano insistieron en que los llamásemos bitácoras), la empresa Google mutó en el verbo 'googlear' y 'spam' pasó de ser una marca poco apetecible de carne enlatada a designar el correo no deseado. Pero también fue la década en la que la comunidad LGTBIQ+ se reapropió del vocablo 'queer', esa 'q' de sus siglas, que era un término peyorativo para los gays y pasó a ser, con todo el orgullo del mundo, una identidad que desafía las convenciones sobre género y sexualidad. Aquí ya nos acercamos tanto al presente que no siempre se puede dar por hecho que nuestro interlocutor sepa de qué hablamos: no todo el mundo sabe que 'crowdfunding' es una cuestación de fondos a través de internet (y, sobre todo, no todo el mundo lo escribe bien), o que el 'mansplaining' es esa fea costumbre de muchos hombres de dar explicaciones condescendientes a las mujeres incluso sobre asuntos que ellas dominan mejor, o que 'ghosting' (de 'ghost', fantasma) es cesar de manera abrupta e inexplicada la comunicación con otra persona. Y a muchos nos ponen en aprietos si nos piden que definamos los matices de 'woke', una de las palabras de nuestro tiempo, más allá de evadirnos traduciéndolo por 'concienciado'.
De los términos más recientes, a Lightfoot le gusta 'situationship', o sea, 'situación', pero con su nuevo giro de sentido: «Se refiere a una relación romántica entre dos personas que aún no se consideran pareja pero que tienen más que una amistad. La palabra se ha desarrollado con el aumento en el uso de las aplicaciones de citas y, a menudo, se usa para indicar que hay cierta falta de claridad sobre el estado de la relación».
Viene de 'delusional' (ilusorio, delirante) y, en la subcultura del pop coreano, se refería a los fans que fantasean con mantener una relación con sus ídolos. Su significado se ha extendido para abarcar cualquier meta ilusionante que parece imposible.
Surgió en 2016, procede del mundillo del hip hop y describe a un hombre estiloso, atractivo y con confianza en sí mismo.
'Doom' designa la fatalidad, la destrucción y la mismísima muerte y 'scroll' es el acto de desplazarse hacia abajo en una web. Juntos equivalen a pasar demasiado tiempo consumiendo noticias o vídeos, muy especialmente si su contenido es negativo.
Es una estética rosa y juguetona a lo Barbie. En general, el sufijo '-core' se emplea mucho en el mundo de las tendencias, incluso para la apariencia cotidiana y sin estridencias del 'normcore'.
Es simplemente una abreviatura de 'carisma', pero se alzó como palabra del año 2023 para la Oxford University Press. ¿Y la de 2024? Ha sido 'Brain rot', algo así como 'pudrir el cerebro', en referencia al supuesto deterioro intelectual provocado por consumir cantidades masivas de contenido insustancial.
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