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Después de año y medio de teletrabajo, Victoria no veía el momento de regresar físicamente a la oficina para vestirse con ropa bastante más sofisticada que un pantalón «de andar por casa» combinado con una camisa, su uniforme pandémico para los días de videollamadas. Sin embargo, a su compañera Rocío le ha pasado justo lo contrario. Cada vez le da «más pereza» subirse a unos tacones o llevar ropa que le ciña. «Ahora voy al despacho con prendas bastante más cómodas de las que solía ponerme antes de que nos confinasen. Me arreglo, pero de otra manera». Luis, sin embargo, no ha tenido mucha opción. Trabaja en banca y tiene que llevar traje con corbata de lunes a viernes. El fin de semana se relaja bastante en este aspecto. «A veces, hasta demasiado», reconoce.
Muchas empresas empiezan a retomar ahora las costumbres previas a la pandemia y uno de los síntomas más evidentes es precisamente la vuelta masiva a las oficinas de manera presencial, como le ha ocurrido a Victoria, Rocío y Luis. Reuniones, visitas a los clientes, pero también comidas con los compañeros, viajes de negocios... Se acabó trabajar en americana y pantalón de chándal o directamente en pijama y zapatillas. Toca cambiar el chip y volver a abrir el armario cada mañana para decidir qué nos ponemos para ir a trabajar. Y ya no vale con vestirnos bien de cintura para arriba para dar el pego en las reuniones virtuales, tendremos que hacerlo de los pies a la cabeza.
juanjo oliva
Diseñador
La pregunta que se hacen ahora los expertos en tendencias es si después de tanto tiempo vistiendo con cinturillas de goma y ropa holgada también se relajarán nuestros códigos de vestimenta en ámbitos más formales como el del trabajo. La respuesta es ambigua.
Un estudio elaborado recientemente por la multinacional IWG (expertos en la gestión de espacios de trabajo) destaca entre sus conclusiones que la pandemia ha cambiado nuestra manera de vestir hacia un estilo «más casual». La mayoría de los trabajadores entrevistados reconocen que les apetece verse «mejor vestidos» que durante el confinamiento, pero sin sacrificar la comodidad a la que se han acostumbrado en los últimos meses. De hecho, cuatro de cada diez encuestados espera que a partir de ahora se pueda ir a la oficina «menos arreglado».
Francesca Muston
Vicedirectora de contenido de moda de WGSN
Sin embargo, diseñadores, teóricos de la moda y cazatendencias coinciden en que ese estilo «menos encorsetado y algo más relajado» ha venido para quedarse, pero también auguran una «explosión de glamour» en los próximos meses después de la «sobredosis chandalera». El propio Jason Wu, uno de los diseñadores con más proyección internacional, llegó a hablar de «vestimenta de venganza» en una mesa redonda celebrada el pasado mes de mayo en la que se trataba el tema de la nueva ropa en el trabajo. «La gente quiere volver a verse elegante. Yo mismo me muero de ganas de ponerme un esmoquin y una buena camisa», reconoció durante su intervención.
Para Eduardo Sánchez, director del Instituto Europeo de Diseño (IED) de Madrid, sectores muy tradicionales como la banca o el derecho mantendrán en gran medida los códigos de vestimenta anteriores a la pandemia, «pero no cabe duda de que los profesionales adaptarán esa comodidad adquirida durante la pandemia a su vestuario. De hecho, la reacción a los periodos de crisis suele ser hedonista. Es decir, mantendremos la comodidad y libertad de determinadas prendas, pero a la vez pondremos el foco en la estética y la belleza, tanto de la ropa como la individual. No creo que el chándal vaya a ser la estrella de este nuevo periodo», vaticina el experto, una afirmación que comparten los diseñadores Jorge García (Extreme Collection) y Juanjo Oliva, miembros de la Asociación Creadores de Moda de España (ACME). «Está claro que la gente a la que le interesa la moda, se arreglará más porque está harta de verse en pijama, mientras que las personas que no le daban importancia a su imagen antes de la pandenia se relajarán todavía más».
Eduardo sánchez
Director del Instituto Europeo de Diseño (IED Madrid)
Después de una primera etapa casi de euforia, en la que los empleados celebraban el poder trabajar desde casa en sudadera y chanclas, se ha pasado a una nueva fase en la que «el equilibrio» entre ambas tendencias será la norma, también en las oficinas. «El cambio hacia la ropa más informal y cómoda en ámbitos tradicionalmente más formales como el laboral se inició hace más de diez años, la pandemia simplemente lo ha acelerado. Lo que es importante entender en el contexto actual es que la comodidad es una cualidad a la que es muy difícil renunciar. Es como una calle de un solo sentido. Es decir, resulta muy fácil convencer a alguien de que se ponga una prenda cómoda (chándal, leggins, zapatillas, sudaderas...), pero seguro que tienes muchas más dificultades para persuadirlo de que vuelva a ponerse algo que le resulta incómodo (traje, corbata, tacones...)», argumenta Francesca Muston, vicedirectora de Contenidos de Moda de la agencia internacional WGSN, que lleva más de una década analizando las tendencias para marcas como Inditex, Mango, Nike, Valentino o Loewe.
En cualquier caso, los expertos insisten en que vestir más 'relajado' no significa necesariamente vestir mal. La comodidad y la calidad se imponen en esta nueva etapa postpandemia como sinónimo de elegancia. «Las formas de vestir deben ser adecuadas al entorno en el que te muevas. Ahora bien, el problema no es que vayas a trabajar en vaqueros y jersey sino qué vaquero y qué jersey. Lo que tenemos que trabajar un poco más es el cómo nos vestimos. Porque puedes ir cómodo y espectacular», apunta Juanjo Oliva, que acaba de participar en la última edición de Madrid es Moda.
Jorge García
Fundador de Extreme Collection
A juicio de Francesca Muston, la relajación de los códigos de vestimenta en el trabajo no es una elección binaria entre vestir de traje o parecer recién salido de la cama. «Hay muchas formas de crear una apariencia más informal y cómoda que demuestren que te preocupas por tu apariencia y que eres lo suficientemente inteligente para vestir adecuado en un contexto comercial. Vemos a muchas mujeres con vestidos estampados de colores que tienen una silueta holgada y cómoda y los llevan con zapatos deportivos. Este es un buen ejemplo de cómo los códigos de vestimenta para la oficina están avanzando». Eduardo Sánchez lo tiene claro: «Querremos arreglarnos, querremos salir y disfrutar de un ocio que no hemos tenido y la clave del éxito será la combinación lo funcional con lo estético».
Las inyecciones de bótox y los blanqueamientos dentales son dos de las intervenciones más solicitadas desde la irrupción del teletrabajo. Se trata del 'efecto videollanada'. «Actualmente, los retoques del tercio superior del rostro son los más demandados», confirma José María Ricart, especialista en dermatología estética, director médico del Instituto Médico Ricart. Una encuesta realizada entre usuarios de FaceTime, Skype y plataformas similares desveló que al 39% de los encuestados no le gustaba verse en pantalla, mientras que casi la mitad admitió que estaba más pendiente de su aspecto que de la conversación.
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