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En los últimos meses han tenido que afrontar jornadas de trabajo maratonianas –en ocasiones, con escasos recursos– y se han acostumbrado a ir por los hospitales como astronautas, cubiertos de pies a cabeza. Pero, sobre todo, han librado una batalla encarnizada para salvar de la muerte a muchas personas contagiadas de la covid-19. Unas veces lo han conseguido, otras no. Así que también les ha tocado ser la mano que ha reconfortado a los moribundos en sus últimos instantes debido a las restricciones que impedían la presencia de sus familiares. Y luego está el miedo: los profesionales de la salud –médicos, enfermeros, auxiliares, celadores...– han tenido que 'comerse' sus propios temores y hasta separarse de sus seres queridos para no contagiarles.
Desde que el virus empezó a hacer estragos en marzo, se han dejado la piel en su trabajo. Por eso, algunos han decidido marcársela para siempre con tinta haciéndose un tatuaje 'covid'. Para no olvidar nunca esta guerra contra el virus. Para recordar, cuando todo esto acabe, que es en los momentos difíciles cuando uno demuestra su coraje y de qué pasta está hecho... «Desde que comenzó la pandemia hemos tenido un montón de sanitarios que han venido a tatuarse», confirma Arturo de Miguel, que abrió hace tres años el estudio El Salado en Madrid junto a su hermana. Según explica, se nota que «no tienen miedo a las agujas» y que son un colectivo «muy unido», ya que han ido plantillas enteras a ponerse un recuerdo indeleble en la piel. «Ha funcionado mucho el boca a boca», apunta.
¿Con qué diseños quieren inmortalizar su pelea contra el virus? El 'rey' es una creación de Noble Art, una tirita que parece pintada con tinta y que lleva un corazón encima. Este estudio valenciano ideó la imagen y la 'regaló' para homenajear a los sanitarios que quisieran hacérsela en cualquier punto de España. En muchos lugares ha habido días 'especiales' en los que incluso se ha tatuado gratis.
Luego están quienes se han puesto simplemente 'covid-19' , frases o palabras motivadoras o lo que también se ha convertido en el otro tatuaje 'covid' por excelencia: la línea de un electrocardiograma –esa metáfora de la vida, con sus picos y sus depresiones– en la que se cuela el trazo de un corazón.
«Todos los que han venido nos dicen que esta experiencia la quieren tener presente para siempre. Sobre todo, nos hablan de la cantidad de gente que han visto morir», explica Orlando Fernández, dueño de Salamanca Classic Tattoo.
Su estudio está muy cerca del hospital de la ciudad y por allí ha pasado «más de un centenar de sanitarios, chicos y chicas por igual». Han tenido representantes de todos los escalafones, pero, sobre todo, personal de enfermería. Y también muchos médicos de todas las edades. «Nos vino una doctora de unos cincuenta y pico años. Desde luego, para muchos era el primer tatuaje», indica Orlando. Los tatuadores, entre trazo y trazo, han oído multitud de historias –y desde diferentes perspectivas– sobre la cara más dura de la pandemia: la impotencia y la muerte campando a sus anchas.
Pero ¿de verdad quieren recordar para toda la vida esta época terrible? ¿No es mejor olvidar tanto como sea posible? «¡Desde siempre el tatuaje ha sido un medio para recordar también los malos momentos!», subraya Fernández. Por ejemplo, la muerte de un ser querido (hay personas que se tatúan el retrato del fallecido o bien una fecha o un elemento relacionado con él). O una guerra: es muy común que los militares inmortalicen en su cuerpo algún 'souvenir' de sus episodios de combate. Al final, como dicen los tatuadores, esas malas épocas forman parte de nuestras vidas y a veces sacan lo mejor de nosotros.
Este uso del tatuaje no es nuevo. Aunque a lo largo de la historia ha servido para distintos fines (unas culturas les atribuían poderes mágicos y efectos protectores frente a enfermedades, mientras que otras los usaban para 'marcar' a esclavos y criminales), en muchas civilizaciones tatuarse era una señal de madurez y valentía. Una persona se tatuaba a modo de 'premio' al llegar a la edad adulta, al superar ritos iniciáticos, cuando realizaba una hazaña o cuando se ganaba la confianza de sus superiores, como los miembros de la yakuza, la implacable mafia japonesa. También para indicar el orgullo de pertenencia a un grupo.
«El tatuaje sirve para crear un fuerte sentimiento de comunidad –indica Fernández–. A nosotros hasta nos han venido sanitarios en cuadrilla a tatuarse». Durante la pandemia, este gremio ha estrechado su convivencia y sus lazos de compañerismo. «Han tenido más trato y más cercano. Muchas veces a la fuerza, porque han tenido que juntarse en pisos de alquiler por temor a ir a sus casas y contagiar a sus seres queridos», detalla el dueño de Salamanca Classic Tattoo, que se ha convertido en los últimos meses en el 'confesor' de muchos trabajadores de la sanidad: «Dicen que se sienten más unidos que antes».
Hay precedentes de situaciones dramáticas que han dado lugar a oleadas de tatuajes. Tras el atentado yihadista de Mánchester durante un concierto de Ariana Grande en mayo de 2017 –que se saldó con 22 fallecidos–, la gente comenzó a tatuarse unas pequeñas abejas. «La abeja obrera ('busy bee') se convirtió en icono de la ciudad durante la Revolución Industrial. Significa que hay que trabajar duro y unidos para conseguir los objetivos», explican los responsables de la plataforma de arte urbano Kaosystem , que reúne a multitud de estudios de tatuaje de España.
«Un tatuador local quiso ayudar y propuso realizar el diseño de una abeja a cambio de 50 libras (unos 57 euros) que serían destinadas al fondo de ayuda a las víctimas. El ejemplo fue seguido por otros estudios que también quisieron sumarse a la causa. Hubo colas», recuerdan.
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