Hace algunos años, me sobrevino una ansiedad severa y debilitante. Empecé a sufrir ataques de pánico, era como si el mundo fuera a explotar dentro de mi cabeza. Las cosas más simples, como dar un paseo hasta el parque o coger el autobús, me superaban ... y no fui capaz siquiera de salir de casa. A fin de controlar el miedo, me puse a leer: psicología, filosofía, libros de autoayuda... Me topé con el estoicismo. Aquellos consejos de hace 2.000 años tenían sentido a día de hoy». Las páginas que siguen a estas líneas son una suerte de guía para ejercitarse en el estoicismo que el escritor Ben Aldridge ha elaborado a partir de su experiencia y que detalla en el libro 'Cómo controlar lo incontrolable' (Libros Cúpula).
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«Los estoicos creían que la práctica de la adversidad les preparaba para afrontar adversidades futuras y aquel concepto me encantó», reconoce el autor, que propone ejercicios prácticos que nos sacan de nuestra zona de confort, que nos hacen sentir ridículos, cansados... como entrenamiento para «cultivar la resiliencia mental». Desde ducharse con agua fría o renunciar al café y a los dulces durante una semana o a la televisión y cualquier pantalla durante 48 horas a dormir en el suelo una noche.
No cree el psicólogo Cristóbal Torres que haya que ejercitarse «como marines», pero le ve el sentido a estos y otros ejercicios parecidos. «Parece una obviedad, pero hay que ser conscientes de que el agua caliente no es el estado natural del agua. Los que de niños nos hemos bañado con el agua helada porque antes se habían duchado tus dos hermanos mayores y se había acabado la caliente lo sabemos bien, pero no está mal ser conscientes de ello».
Torres reconoce que sí, que la filosofía del estoicismo está de moda, aunque la adhesión va por barrios. «Es una cosa de urbanitas, una especie de señal de alarma, de reacción a un tipo de sociedad que se define por la comodidad, por el bienestar y que tiene riesgo de caer en la complacencia, el ritualismo, el privilegiar lo dado, los derechos frente a los deberes».
Una sociedad –continúa– que nos hace egoístas, pasivos... «Se convoca una huelga en el trabajo, pero yo no voy para que no me resten dinero del sueldo. Eso sí, cuando se llega a un acuerdo con la patronal voy a disfrutar de los mismos beneficios que quienes se han sacrificado». El experto habla de la figura del «gorrón» (free rider): «¿Para qué esforzarme, para que el pasivo que tengo al lado se beneficie de mi esfuerzo?». Claro que si todos pensásemos así...
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Esta 'moda' del estoicismo, dice el psicólogo, es más propia de entornos urbanos y también de un determinado perfil: «Suelen ser personas interesadas en la cultura, con trabajos vinculados a lo cognitivo, a la toma de decisiones importantes.Gente que reivindica el trabajo bien hecho y la responsabilidad, que se da cuenta de que lo importante en la vida no es solo disfrutar. Que se para a pensar en que si no tuviésemos luz o nevera estaríamos pensando en satisfacer necesidades muy distintas a las actuales».
Con el experto repasamos algunos de los dichos de los estoicos que Ben Aldridge ha rescatado en su libro para testar su vigencia.
«Es un criterio ético de convivencia. Vivimos en un mundo en el que los valores de la ciudadanía están muy asentados, también el principio de tolerancia y de reconocimiento del otro. España es un país por delante de otros en el reconocimiento de la diversidad sexual, por ejemplo. En ese sentido, es un país más heterogéneo».
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«Este dicho reivindica la fortaleza individual, la importancia de vivir una vida plena uno mismo 'per sé' y no depender de los reconocimientos de los demás. Es una reivindicación del individuo frente a lo social, del yo», destaca el psicólogo Cristóbal Torres.
«Nos hace falta recordarlo porque buena parte de nuestras expectativas que tenemos son futuras. Nuestro trabajo, los esfuerzos... Todo nos lleva a pensar en el futuro. El presente lo vivimos como una carga y el futuro como un logro a alcanzar».
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«Es una máxima moral de compromiso individual, pero, a la vez, social. Si los demás son unos pillos, se van a aprovechar de mí. Pero, si no lo son, van a reconocer de alguna manera mi comportamiento recto».
«Vamos a ser más felices si reducimos el nivel de las expectativas y disfrutamos de lo que tenemos al alcance. Ceno cada noche, no paso frío... Pero los procesos de cambio social disparan las expectativas y contribuyen a barrer los valores más pegados a la vida diaria: familia, trabajo...».
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