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Solange Vázquez
Domingo, 2 de julio 2023, 00:13
No hace falta que tengamos miedo a volar –un problema que afecta a cerca del 20% de la población en mayor o menor grado – para que nos cueste pegar ojo la noche antes de coger un avión. A menudo, es la acumulación de las pequeñas ... preocupaciones lo que nos quita el sueño, ya que este medio de transporte conlleva un montón de momentos, muchos en el aeropuerto, que nos generan incertidumbre.Estos son los aspectos que más nos inquietan y molestan a los pasajeros, según un pormenorizado estudio del comparador de precios de vuelos y hoteles Jetcost.es.
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Es un temor muy extendido.De hecho, quien ha sufrido un incidente de este tipo sabe el estrés que supone ver cómo ya han salido todas las maletas y la tuya no. Y es algo bastante habitual. Según el último informe sobre equipaje de SITA (Société Internationale de Télécommunications Aéronautiques), cuatro de cada 1.000 maletas facturadas se pierden o llegan a destiempo. Sobre todo ocurre en vuelos internacionales y con escalas. Aunque la mayor parte de las veces se soluciona el problema, el susto y el disgusto inicial no nos lo quita nadie. Ni la idea de 'esto a mí en coche (o tren o en el medio de transporte que sea) no me pasa'.
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Es una de las pesadillas (reales) más recurrentes entre los adultos. Las tesis sobre interpretación de sueño indican que cuando soñamos con esta situación estamos en un momento de estrés y tememos perder alguna oportunidad.Es decir, es una realidad que le sirve a nuestro cerebro para expresar ansiedad por la carga de agobio que conlleva. ¿Cómo no nos va a quitar el sueño a priori? Quien haya perdido un vuelo sabe perfectamente que es una carrera agónica contra el reloj.
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No depende de nosotros... pero esa posibilidad está ahí. Y puede dar al traste con todos nuestros planes, sean de trabajo o de vacaciones.Esta incertidumbre nos mata. Según datos referentes al verano pasado –de mayo a agosto– ofrecidos AirHelp, organización internacional de derechos de los pasajeros, en España hubo 1.718 vuelos cancelados.
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El tamaño importa... y el peso. Por eso no es de extrañar que el día antes de viajar estemos con la cinta métrica y con la báscula de casa comprobando que no nos pasamos. Pasarnos supone recargos... y problemas. Por eso, cuando vemos que nuestro equipaje 'cuela' nos sentimos muy liberados. Como niños.
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No es que no nos guste esperar, es que el retraso en un vuelo puede suponer perder un enlace, llegar tarde a una cita laboral o evento... un amplio catálogo de molestias (menores cuando el vuelo es de regreso a casa).
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Qué estrés. Es un no parar de mirar el reloj y ver venir el desastre. Si ya nos inquieta coger un avión, empalmar varios...
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Hemos visto quizá muchas películas, porque no es tan frecuente que alguien nos meta drogas o armas en el equipaje.Sin embargo, es un temor que los pasajeros señalan en la encuestra de Jetcost.es.Y, bueno, ahí están estos envoltorios de plástico, los candados y demás, para intentar aliviarlo.
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Parece una tontería, pero es un contratiempo que pone nerviosa a la gente, sobre todo a la que no vuela con frecuencia. Reloj, móvil, monedas, zapatos, cinturón, bolsa con los líquidos, portátiles y tabletas fuera del equipaje... Por mucho que creamos que lo tenemos controlado, siempre se queda algún euro por ahí perdido, una horquilla o un imperdible que nos hace pitar y poner cara de 'yo no he sido' mientras nos cachean a la vista de todos. ¿Es traumático? No, pero este trámite es una especie de prueba a superar, un pequeño chute de nervios.
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Este epígrafe va ligado al anterior.Si no nos agrada pitar en el control de seguridad, menos aún abrir la maleta (con lo que cuesta hacerla) y exponer ante el personal de seguridad nuestras intimidades para que nos las revuelvan. Es desagradable, sobre todo, si hemos tenido problemas para cerrar la maleta en casa y tenemos que volver a pasar por el mal trago de nuevo. A pesar de estos incordios, «siete de cada diez personas aseguran que la experiencia de volar, en general, le gusta.
Eso sí, a pesar de ello, casi el 80% se inquieta por estas molestias», indican portavoces de la firma, cuyo estudio revela un dato curioso: ya dentro del avión, el mayor incordio señalado por los pasajeros es el ruido (56% de los encuestados), sobre todo «niños llorando, grupos de jóvenes de viaje gritando, despedidas de soltero haciéndose los graciosos y personas que, por lo que sea, hablan muy alto».
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