Abarcas, del campo a las playas más exclusivas
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Las conocidas como menorquinas pasaron del zapatero de los humildes trabajadores rurales al de los más privilegiados¿Qué tiene el calzado de los payeses que sus hijos no resbalan al corretear por encima de las rocas? Una burguesa propietaria de una emblemática cala de Menorca se hizo esta pregunta y pidió al zapatero de un taller de la localidad de Mercadal ... que se lo replicase para sus hijas. En versión refinada, eso sí. La curiosidad de esta mujer, en el año 1955, fue el punto de partida para que un calzado rústico y resistente se popularizase, ya que los invitados que recibía durante el verano en su finca se iban interesando por el calzado de la familia, ordenando más pares al taller. Es ahí donde los llamados zapateros de banqueta comienzan a producirlas en serie.
Hasta la fecha, solo eran confeccionadas y usadas por y para los trabajadores del campo. Cómodas y resistentes, eran producto del aprovechamiento de la piel de los animales de los que se alimentaban. Con la llegada de las ruedas de goma cambiaron el cuero de las suelas por la banda de rodadura de los neumáticos que se deshechaban y las correas por tiras sacadas de los laterales de los mismos, dando así aún más resistencia y un excelente agarre. De ahí que esos niños no resbalasen cuando jugaban en zonas escarpadas, cuenta Bosco Moll, cofundador y director técnico de la firma de abarcas Mibo.
Los payeses se inspiraron en el calzado de los soldados y acompañantes del rey Alfonso III. A día de hoy, las abarcas son esenciales en la industria de calzado de la isla, donde se conserva el proceso artesanal, apoyado en la tecnología. «Nosotros para hacer una buena abarca, aunque parezca muy sencilla, realizamos 25 operaciones. Aunque usemos maquinaria, todas ellas necesitan de unas manos para poder hacerlas. En casi 150 años -asegura Moll- no ha cambiado prácticamente nada. Por ejemplo el aparado (el proceso en el que se unen las piezas, ya sea cosiéndolas o pegándolas) se hace igual».
Lo que sí ha ido modificándose en las dos últimas décadas ha sido el estilo y los materiales. Tacón de cuña, plataformas, tejidos veganos, suelas de esparto, yute o corcho. Un adaptación de la industria a las tendencias, pero manteniéndose fieles al sello 'Abarca de Menorca', con la que se informa al consumidor sobre la indicación geográfica de la producción y se distinguen en el mercado las abarcas que cumplen con los requisitos técnicos de calidad de materiales y fabricación.
Un arte y también un negocio al que han sucumbido firmas de lujo como Prada y como Zara. Se han convertido en la competencia en la etapa estival de las alpargatas. De hecho, ha sido el buque insignia de Zara que, de manera inteligente, ha colaborado con una veterana marca de abarcas para lanzar este verano una línea de calzado. «Los tres modelos que se han realizado son una reinterpretación de las primeras abarcas menorquinas, donde las tachuelas representan los clavos con los que juntaban las piezas los payeses», cuenta Carlos Truyol, CEO de Ria Menorca.
Pero antes de que Zara se interesase por ellas hubo unas grandes embajadoras internacionales de las abarcas: la princesa Leonor y la infanta Sofía. La primera vez que se las pusieron, hace ya unos años, las ventas de Mibo aumentaron considerablemente, recuerdan en la marca. Siempre se nota el impacto cuando las prescriptoras de tendencias lucen abarcas, que son perfectas para mujer y para hombre, como ha demostrado otro embajador de lujo, Felipe VI, en este caso con un modelo de Ria Menorca, demostrando que no solo doña Letizia marca tendencia.
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