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SARA BORONDO
Jueves, 2 de febrero 2023, 00:10
Dicen que todos tenemos dos caras, pero eso fue antes de la llegada de las redes sociales, claro.Ahora tenemos... ¿tantas como perfiles? Al final, muchas personas, especialmente las introvertidas, acumulan 'personalidades' virtuales que se alejan mucho de la real: el anonimato y el hecho ... de no tener delante a los sujetos con los que interactúan les permite expresarse con más soltura, sin ese temor al rechazo que les caracteriza y que tanto les limita socialmente.
Ser tímido en sí no tiene por qué ser un problema, pero puede llegar a convertirse en uno si este rasgo nos hace sentir mal o interfiere en la vida normal hasta el punto de hacernos evitar el cara a cara. Para quienes tienen esta dificultad para tratar con otras personas en el mundo real, las redes sociales pueden constituir una herramienta facilitadora de la comunicación, una ayuda, «al no extrapolarse a la realidad el miedo a la interacción», explica Adrián Hervás, psicólogo sanitario especializado en ansiedad y depresión.
Está claro que Internet es otro universo: un escenario donde es fácil olvidar que tras cada perfil de una red social hay una persona. También hace sencilla la tarea de ocultar rasgos que resultarían evidentes en un encuentro tradicional: «Uno de los efectos que podría tener el utilizar las redes es el de aliviar la timidez al disminuir la exposición íntima: permite ocultar ese rasgo que en la vida real se puede percibir con facilidad. Y controlar hasta qué punto queremos implicarnos. De este modo se evitan posibles conflictos que habría en la realidad». ¿Este ramillete de argumentos significa que mejoran la timidez? No. «El tímido seguirá teniendo el mismo miedo a la interacción», sentencia el experto. Por eso, el especialista apunta qué pasa cuando alguien introvertido usa las redes para comunicarse con su entorno y cómo debe usarlas en su beneficio.
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El contacto a través de Internet puede servir para que el tímido patológico se relacione con otras personas, en efecto, pero también puede desencadenar un uso problemático de las redes sociales. Según Hervás, «las personas que tienen mayor adicción a las redes sufren mayor nivel de ansiedad social. De hecho, hay estudios que han identificado la timidez y la ansiedad social como factores de riesgo para la adicción a las redes sociales. Las personas con estos trastorno las utilizan para compensar su falta de relaciones».
Para evitar que al problema de una timidez que altera la vida de la persona se sume la adicción a las redes sociales, Hervás recomienda controlar, sobre todo en adolescentes y niños, el uso y el tiempo que se le da a las redes. También añadir «actividades de comunicación interpersonal presenciales, como deporte o lectura». Otro aspecto a tener en cuenta es el desactivar las notificaciones «para no estar siempre alerta cuando no sean necesarias». Es decir, uso sí, pero sin hacer de las redes el único escenario de relación y poniéndole coto.
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Twitter, Instagram... son útiles para que los más tímidos logren relacionarse con cierta normalidad, pero siempre existe el peligro de que no sepan interactuar de otra manera. «Se podrían utilizar las redes, por ejemplo, para grabar vídeos para YouTube en los que aparezca la persona, eso rompería parte de ese anonimato y la expondría a sus temores», argumenta. Es una manera de aprender a romper el hielo.
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Las redes sociales permiten interactuar con muchas personas a la vez desde cualquier sitio del mundo y tienen como efecto positivo el apoyo emocional, algo que se hizo especialmente palpable durante el tiempo del confinamiento.
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Aunque los introvertidos pueden salir beneficiados del uso de la redes, también se exponen a riesgos como problemas de sueño por pasar demasiadas horas comprobando la actividad en sus perfiles, trastornos de imagen (las fotografías que hay en las redes suelen mostrar ideales de belleza o situaciones idílicas a las que no 'llegamos'), el acoso cibernético (ciberbullying) o el miedo a perderse algo que esté sucediendo, lo que se conoce como 'Fomo' (de la expresión inglesa 'fear of missing out').
Un informe presentado en 2017 por la Royal Society for Public Health y el Young Health Movement enumera estos efectos negativos y propone medidas para mitigarlos: incluir una advertencia cada vez que se entre en una red social, crear plataformas para apoyar a los usuarios con problemas de salud mental, la obligatoriedad de alertar cuando una imagen publicada ha sido manipulada digitalmente... Esta cara B de las redes puede afectar a todos, pero las personas con tendencia a aislarse son más proclives a sufrir sus consecuencias.
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