El auge de las nuevas tecnologías conlleva un grave problema medioambiental: la basura electrónica. De acuerdo a un informe de la Asociación Mundial de Estadísticas sobre Residuos Electrónicos, éstos aumentaron un 21% durante el periodo comprendido entre 2014 y 2019. De hecho, justo antes del ... estallido de la pandemia se contabilizaron 53,5 millones de toneladas de desechos por año, cifra que podría incrementarse hasta los 75 millones de toneladas de aquí a 2030.
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El último dato disponible en lo que a la Unión Europea respecta data de 2017, cuando se tiraron a la basura 3,5 millones de toneladas de dispositivos. De éstas, apenas se recicló un 40%, motivo por el que la Comisión ha redoblado sus esfuerzos por combatir la conocida como obsolescencia programada (cuando un ordenador, microondas o derivado deja de funcionar al cabo de equis años y su reparación resulta más costosa que agenciarse un aparato nuevo).
Por mucho que los fabricantes estén obligados a garantizar la reparación de sus productos a largo plazo, lo cierto es que seguimos renovando a mansalva; muchas veces sin preguntarnos si es realmente necesario.
Si el problema es que nuestro gadget ha dejado de funcionar o no lo hace con normalidad, convendría preguntarse si necesita una reparación integral o la mera sustitución de un componente. Los propios mandatos de la Unión Europea obligan a que estos dispositivos puedan desmontarse con facilidad, de forma que un técnico autorizado sustituya las piezas necesarias para que sigamos utilizándolos durante años. Es aquí cuando toca ponderar precios: puede que cambiar la pantalla de un smartphone nos cueste un centenar de euros, pero siempre resultará más económico que comprar un teléfono nuevo.
Otra opción es regalar tecnología veterana a nuestros amigos y familiares. Un ordenador portátil de hace diez años sigue resultando de utilidad en el ámbito académico, por lo que puede ser un buen obsequio para un sobrino. Si hemos renovado la cocina y aprovechado para cambiar de frigorífico, ¿por qué no destinarlo a una segunda vivienda u ofrecerlo a nuestros padres para que se deshagan de la ruidosa nevera que todavía conservan? Igual ocurre con los teléfonos móviles: los modelos con teclado son perfectos para personas mayores, poco acostumbradas a manejarse con pantallas táctiles.
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La cuarta erre tras reutilizar, reparar y regalar es la de revender. El mercado de los móviles de segunda mano, sin ir más lejos, no ha dejado de crecer durante los últimos años. Con los precios de los móviles disparados, cada vez más personas deciden adquirir modelos usados con un par de años a sus espaldas. Los teléfonos de Apple, Samsung o Xiaomi son los que mejores precios alcanzan, así que no está de más ofrecerlos en aplicaciones de compraventa entre particulares como Wallapop o Milanuncios.
Reciclar también disminuye la explotación minera y el consumo energético inherente. Para ello basta dirigirnos a alguno de los 1.928 puntos limpios (1.739 fijos y 189 móviles, mediante vehículos de recogida) que encontramos a lo largo de la geografía española. ¿Y qué puede llevarse a uno de estos centros? Cualquier cosa que no pueda arrojarse a los contenedores de toda la vida. Más concretamente, ecoembes indica «pilas, todo tipo de baterías, electrodomésticos, restos de pintura, aceites (tanto de cocina como de motor), halógenos o lámparas fluorescentes, muebles y objetos voluminosos, aerosoles y productos químicos, medicamentos, escombros, chatarra, colchones, termómetros y radiografías».
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En caso de duda, los operarios del punto limpio nos indicarán dónde depositar cada residuo. También ha de tenerse en cuenta que no todos los puntos limpios aceptan los mismos objetos, por lo que conviene informarse previamente. Por regla general, ninguno de los siguientes materiales tienen cabida en la red de puntos limpios nacional: residuos orgánicos, materiales radiactivos, residuos infecciosos, neumáticos, materiales explosivos y residuos sin identificar o segregar.
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