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Que estamos enganchados al móvil no es ninguna novedad: por mucho que nos prometamos unas vacaciones desintoxicados de las nuevas tecnologías, lo cierto es que pocos españoles se dejan el smartphone, la tablet o el ordenador en casa. Tales dispositivos, sin embargo, no hacen demasiadas ... migas con el calor, el agua y la arena propios de la mayoría de destinos por estas fechas. Te explicamos cómo protegerlos convenientemente.
La mayoría de aparatos electrónicos funcionan de forma óptima siempre que se mantengan en el rango de los 15 a los 20ºC, si bien el verano suele traer consigo temperaturas mucho más elevadas. Un teléfono móvil expuesto al sol tiende a funcionar más lento de lo habitual y, de hecho, los modelos más avanzados muestran avisos por sobrecalentamiento como medida de protección. Prevenirlos es tan sencillo como no dejar el gadget apoyado en la mesa del chiringuito a pleno sol, pero tampoco en el salpicadero del coche mientras hacemos una parada en el camino (el interior de los vehículos puede llegar a registrar temperaturas de hasta 50º).
Y ya que hablamos de utilitarios, una costumbre cada vez más extendida es la de colocar las tabletas electrónicas en los respaldos de los asientos delanteros (mediante un soporte) para que los niños vayan entretenidos durante el viaje. Igualmente, al dejar el coche estacionado, deberíamos desacoplar la tablet y resguardarla del calor extremo.
Si pensamos darnos un chapuzón en la playa, también se desaconseja dejar nuestros dispositivos bajo la toalla, dentro de una mochila o un bolso. Más que protegerlos de la incidencia solar, los estaremos almacenando en una suerte de invernadero, sin la necesaria ventilación.
Otro consejo imprescindible, nos vayamos de vacaciones o no, es no cargar los aparatos durante mucho tiempo en una habitación especialmente calurosa. El proceso de carga eleva de por sí la temperatura de los terminales, especialmente si optamos por adaptadores de carga rápida.
Si no hemos seguido las recomendaciones anteriores y notamos el smartphone más caliente de lo habitual, mejor no empeorar la situación haciendo lo que muchos: meterlo en un lugar frío (como una nevera portátil) durante unos minutos. Así lo único que conseguiremos es que se condensen sus circuitos y se produzcan daños por corrosión. Sí que haremos bien en reducir el brillo de la pantalla y desactivar todas las tecnologías de conexión que no estemos utilizando (WiFi, GPS, Bluetooth, NFC...) para aliviar la carga de trabajo de nuestros dispositivos y contribuir a su enfriamiento.
La arena de la playa también puede hacer estragos en nuestros gadgets: sus pantallas pueden arañarse con facilidad (especialmente si contamos con un teléfono modesto). Por este motivo deberíamos atender a la certificación IP del smartphone, esto es, su grado de protección. Ésta se indica en la caja con las mentadas siglas y un par de números, el primero referido al polvo y el segundo al agua: 'IP68', por ejemplo, se refiere a dispositivos protegidos contra el polvo ('6') y capaces de sumergirse hasta 2 metros durante un periodo de 30 minutos ('8'). Cuanto mayor cada uno de los dígitos, más protección.
En cualquier caso y como más vale prevenir que curar, nos abstendremos de manipular cualquier aparato con arena en las manos. Una buena idea es optar por una carcasa y un protector de pantalla resistentes, que también evitarán que impregnemos la pantalla o los componentes internos con cremas o aceites solares.
El tema del agua suscita más confusión: precisamente confiados por la certificación IP de sus relojes inteligentes o móviles, algunos deciden meterse en el mar sin miramientos. Desconocen que el grado de protección se refiere exclusivamente al agua dulce (no salada), lo que puede tener consecuencias catastróficas para los componentes electrónicos. Tampoco conviene fiarse de las fundas impermeables de bajo coste que solemos encontrar en las tiendas de souvenirs: su efectividad es limitada (cuando no inexistente).
¿Y qué hacemos si se nos ha caído el móvil al agua? Si estaba apagado, mejor no intentar encenderlo para evitar un posible cortocircuito. Tampoco soplar por sus orificios, ya que esto podría agravar el problema. Lo ideal es quitarle la batería (si es extraíble) y dejarlo secar todo lo que se pueda. El clásico truco de sumergirlo en arroz solo funciona en algunos casos (cuando no existe oxidación de los circuitos); si todo lo demás falla, mejor acudir al servicio técnico oficial.
La mayoría de robos de dispositivos electrónicos tienen lugar en verano y en zonas masificadas, tales como las propias tumbonas de la playa, chiringuitos y cafeterías. Aunque la Policía está a nuestra disposición para denunciar cualquier hurto, lo ideal es adelantarse a los cacos. Más allá de no perder de vista nuestros gadgets en todo momento, debemos saber que existen formas de localizarlos en tiempo real.
La aplicación 'Buscar' de Apple permite conocer dónde se encuentra nuestro iPhone, iPad, MacBook o Apple Watch en todo momento (si hemos activado la opción dentro de 'Ajustes'). Incluso permite bloquear o borrar el contenido del terminal para que el ladrón no tenga acceso a nuestros datos y fotografías, por lo cual conviene realizar copias de seguridad periódicas.
Los teléfonos o tablets Android también pueden encontrarse a través de la opción 'Encontrar tu móvil', accesible desde cualquier navegador web. Basta con haber iniciado sesión con nuestra cuenta de Google en el aparato que estemos buscando.
Si lo anterior no sirve con nuestro móvil, tablet u ordenador, siempre podemos adquirir un llavero de geolocalización ('Tile', 'Airtag', Galaxy SmartTag'...) y acoplárselo. Funcionan con cualquier cosa: desde la cartera hasta la maleta, pasando por una sombrilla de playa o las llaves de casa.
Además de sustraernos los aparatos físicamente, los amigos de lo ajeno también pueden infiltrarse en los mismos aprovechando brechas de seguridad. Uno de los métodos favoritos de los ciberdelincuentes es el hackeo de las redes WiFi públicas (las que no requieren contraseña en bares, centros comerciales o aeropuertos), pues al carecer de seguridad suponen todo un buffet libre de información. Podrían, por ejemplo, identificar nuestras claves bancarias y operar sin que nos demos cuenta.
Las redes WiFi públicas también permiten a terceros infectar nuestros dispositivos con toda clase de virus, por lo que la Oficina de Seguridad del Internauta recomienda utilizar un antivirus y comprobar que tenemos instalada la última versión del sistema operativo que corresponda. Dichas actualizaciones son cruciales, ya que incluyen los últimos parches de seguridad dispuestos por los fabricantes.
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