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Póngame un poco de neoludismo, por favor

Póngame un poco de neoludismo, por favor

La 'rabia contra las máquinas' puede ayudar a detectar y minimizar las consecuencias no deseadas de los avances tecnológicos

Viernes, 17 de julio 2020, 00:00

Hay muchos tipos de neoluditas y puede que cualquiera de nosotros seamos uno de ellos sin que nos hayamos dado cuenta. Si prefiere que le atienda un humano en lugar de manejarse con la banca 'online' y espera la cola para que le cobre la cajera del súper en vez de arreglarse con la caja 'inteligente', ya sea porque se preocupa por los puestos de trabajo de sus semejantes o simplemente porque no sabe cómo hacerlo... Si le han entrado ganas de aplastar su móvil con el tacón de la bota cuando le atiende la grabación de una centralita virtual que no le da la opción que necesita... Si cuando su hijo se resiste a apagar 'la play' tras horas de juego se imagina impactando contra la tele un martillo pilón... Si empieza a pensar que lo único que le aportan las redes sociales es malestar... Entonces es un neoludita reactivo, alguien que, al menos por momentos, se posiciona frente a la tecnología.

Por ponerle una etiqueta llamativa, podríamos decir que se trata de rabia contra las máquinas, precisamente el nombre de una famosa banda de rap y rock metal estadounidense, Rage Against The Machine, que tomó ese nombre por los cabreos que sus integrantes pillaban cada vez que montaban en su vieja camioneta Chevrolet del 79 para irse de bolos. «No puedo decirte cuántas veces se descompuso cuando empezamos, cuántos conciertos perdimos porque dejó de funcionar», recuerda su cantante, Zack De La Rocha, antes de confesar el final que dieron a aquel artefacto demoniaco: «Cuando ganamos suficiente dinero para comprar una nueva, lo primero que hicimos fue coger unos mazos y acabar con aquella cosa».

«Ser neoludita es darnos cuenta de que no debemos colaborar con ciertas cosas por nuestro propio bien»

Pero no hace falta ser tan radical. El neoludismo es la «necesidad vital de desconectarse para conservar la salud mental» y «un descreimiento notable de las promesas tecnológicas». Son frases de Andoni Alonso, (Vitoria-Gasteiz, 1966), filósofo, escritor, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y «neoludita sofisticado», un «crítico de la tecnología que trata de buscar las raíces de los problemas que plantea, porque el problema no es la tecnología 'per se', ya que el ser humano tiene tecnología desde el inicio de los tiempos, es ver qué tipo de tecnología tienes y qué haces con ella». Sobre los neoluditas reactivos, o sea, casi cualquiera de nosotros, considera que hablamos de algo más bien «inconsciente o sentimental, aunque real: estás a la defensiva porque notas agresiones tecnológicas en tus actos cotidianos y reaccionas de forma inconsciente».

Alonso es un filósofo sin redes sociales pero con WhatsApp, un hombre afable que poco parecido guarda con la imagen que uno obtiene al buscar en Internet las palabras neoludismo o neoludita, y se encuentra con fórmulas definitorias como «los que odian la tecnología», «van en contra del progreso», «quieren acabar con nuestro estilo de vida y devolvernos a las cavernas»... Lejos de la figura de John Zerzan (Salem, Oregón, 1943), exponente del anarquismo neoprimitivista que propugna que si el lenguaje es tecnología habría que dejar de leer y de escribir. O del matemático y filósofo Theodore John Kaczynski (Chicago, 1942), alias 'Unabomber', famoso por haber enviado en los años 80 y 90 cartas bomba contra quienes consideraba representantes del progreso y que hasta coló un explosivo en un avión. Sigue en la cárcel y cuentan su historia en la serie 'Manhunt: Unabomber'.

Entrados en el terreno de la ficción, hay muchas producciones que han dibujado distopías, mundos gobernados por descontroladas máquinas. Entre las más famosas, 'Metrópolis' (Fritz Lang, 1927), 'Tiempos Modernos' (Charles Chaplin, 1936), 'Blade Runner' (Ridley Scott, 1982) y 'Terminator' (James Cameron, 1984). «Pero provocan un efecto curioso –critica Andoni Alonso–, atacan el miedo inconsciente y nos han acostumbrado al apocalipsis. En cuanto a la inteligencia artificial, ya se ha inventado, metes en una habitación a un hombre y una mujer y en nueve meses la tienes. El problema no es que las máquinas piensen como humanos, sino que los humanos piensen como máquinas; muchas veces ya contestamos a mensajes o correos como autómatas».

–¿En qué se nota que es usted neoludita?

– Aunque pueda ser más fácil comprar por Amazon, no lo hago. Será más caro coger un taxi, pero lo prefiero a un Uber. Me tomo la molestia de ir al restaurante que está a cinco minutos a recoger la comida y llevármela a casa en vez de llamar a un repartidor en bicicleta. Es darte cuenta de que no debemos colaborar con ciertas cosas por nuestro propio bien.

– Pero tiene WhatsApp.

– Todo el mundo tiene y se ha convertido en indispensable, pero donde esté la voz... Y las llamadas nacionales son gratis. Ya nadie llama y lo que es increíble, por ejemplo, es dar el pésame por WhatsApp, me parece despreciativo hacia la persona.

– ¿Cómo ha repercutido la pandemia y sus 'soluciones online' en su pensamiento?

– En los últimos 3 o 4 años, Facebook y Google ya nos venían convenciendo de que debíamos estar 'online' siempre, pero estos ocho meses de pandemia les han hecho el trabajo gratis, lo que ellos hubieran tardado diez años. Soy profesor de la universidad y parece que ya nadie se plantea dar clases cara a cara, se da por hecho lo virtual, nadie discute la colonización. En marzo, en plena pandemia, Amazon contrató a 100.000 personas mientras la población andaba con ertes. Las consecuencias a largo plazo van a ser terribles, la gente no va a querer volver a hacer cosas, solo quedarse en casa a comprar 'online'. ¿Hay diferencia entre ir al rastro de Madrid a curiosear y bucear en Alibaba por Internet? Mucha. Veo un futuro negro, con algunos que se hacen de oro vendiendo mascarillas o revendiendo en España artículos que compran en China.

«El progreso no es tener una 'tablet' aún mejor, es portarse mejor con los demás. Estoy hablando de progreso moral»

– ¿Y el progreso?

– ¿Estamos mejor en 2020 que en 2010? No hablo de la pandemia. El progreso no es tener una 'tablet' mejor, es portarse mejor con los demás, hablo de progreso moral. Tenemos coches más veloces para que nos accidentemos más o atropellemos a otros.

– Algunos ven la tecnología como una nueva religión.

– Así es. Google dice que va a curarnos las enfermedades con un algoritmo para predecirlas. La Medicina es una ciencia y un arte... Pues el médico sabe también por su experiencia, y la experiencia es de humanos.

En la crisis climática

Christian Oltra, profesor asociado de Sociología en la Universidad de Barcelona, considera que a los neoluditas les mueve «una filosofía profunda anti progreso tecnológico. Creen que los avances tecnológicos nos han conducido al aumento de las enfermedades, la destrucción de la naturaleza, el empeoramiento de las relaciones personales, la pérdida del sentido vital, la destrucción de la comunidad, la desigualdad social, el control por parte de élites industriales y militares, la precariedad laboral...». Sostiene que hay otras personas con una «filosofía intuitiva neoludita; sienten que el progreso tecnológico es antinatural, algo perverso, y que ha llegado demasiado lejos, les gustaría vivir una vida más 'natural', alejada del consumismo y ciertos avances tecnológicos». Y también detecta a los que, resistiéndose al cambio, experimentan como «molestos o frustrantes» avances en el entorno cotidiano.

Reconoce que el pensamiento neoludita cumple una función necesaria, la de alertar de las posibles consecuencias no buscadas del progreso tecnológico «que nos ha permitido vivir más y mejor. Pero también ha traído consecuencias negativas: accidentes industriales, destrucción de ecosistemas, aceleración de la vida cotidiana... Ser capaces de minimizar estas consecuencias es parte del progreso y el aprendizaje social y el neoludismo puede aportar aquí ideas válidas».

El neoludismo está muy relacionado con el ecologismo; su respuesta para la crisis climática pasa por el decrecimiento de la economía y la población mundial y el cambio en el uso de la tecnología, explica Oltra. «Hay ideas en el ambientalismo radical neoludita que pueden inspirar actuaciones y ser útiles en la gestión de ecosistemas locales. Pero en el ámbito global, creo que será la combinación de capitalismo (que genera relaciones de suma positiva y mejora la eficiencia), tecnología (que permite el aumento de la productividad y el uso de nuevos materiales), gobierno responsable (que regula las externalidades) y conciencia pública (que influye en las decisiones de empresas y gobiernos) lo que nos permitirá minimizar y adaptarnos a los impactos del cambio climático».

En cuanto al futuro del neoludismo, Oltra cree que algunas personas podrán optar por un estilo de vida «más 'natural', alejado de la tecnología, pero reducir la complejidad tecnológica de la economía mundial es ciertamente inviable».

Los luditas ingleses que destruían telares

Con la llegada a la Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo XIX de la Revolución Industrial y sus máquinas, que agilizaban tareas, hacían prescindibles a empleados y empeoraban las condiciones laborales, varios trabajadores del sector textil decidieron oponerse a la nueva situación destruyendo telares como protesta. Un hombre conocido como Ned Ludd fue quien dio nombre a este movimiento, el ludismo, en contra de las máquinas y el progreso tecnológico. Buscaba oponerse a la nueva situación imitando una acción que, al parecer, protagonizó Ludd cuando destrozó un telar en 1779, aunque se cree que fue una leyenda.

Pero inspiró todo un pensamiento extendido durante la primera mitad del siglo XIX y que se enfrentó a la introducción de las máquinas en el proceso productivo en un primer momento contra los nuevos telares automatizados. Después llegaron los atentados contra las máquinas trilladoras que amenazaban los usos tradicionales en el campo.

«En realidad –explica Andoni Alonso–, Ludd es un mito, y no había ninguna conspiración contra las máquinas, sino contra los dueños de las fábricas que explotaban a sus asalariados. Los trabajadores se vengaban destruyendo sus máquimas». Asegura el neoludita que los cambios que propician los avances tecnológicos presentes y venideros son «tan gigantescos que al final terminaremos obsoletos. Veo a jóvenes manejando máquinas que se creen que son hábiles, pero no es cierto, porque son muy fáciles de manejar, de respuesta intuitiva. El analfabetismo es alto entre la gente diestra con estas máquinas; si se estropean, no tienen idea de cómo funcionan por dentro y no la pueden arreglar, solo cambiar la pieza o comprar una nueva».

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