Secciones
Servicios
Destacamos
La pandemia también ha afectado al multicolor mundo de los emojis. Y no solo porque el dibujito correspondiente al microbio –incorporado, de manera muy oportuna, hace un par de años– se haya recontextualizado en los últimos meses como 'el emoji del coronavirus', ni porque al fin hayamos encontrado utilidad cotidiana a la carita protegida con una mascarilla, que antes solía quedar relegada a la parte del muestrario que jamás se nos ocurría emplear. Más allá de esas consecuencias prácticas en el uso de este lenguaje visual, la crisis sanitaria que ha paralizado el mundo ha tenido repercusiones en lo que podríamos llamar la burocracia de los emojis, es decir, el proceso por el que estos pequeños iconos llegan a estar disponibles en nuestros teclados, que también quedó interrumpido con la extensión global de la covid. Por eso, las novedades aprobadas para este año son muy pocas y, en su mayor parte, consisten en variaciones de algunas imágenes ya disponibles, mientras que los candidatos que estaban contemplados para sumarse en 2021 se demorarán hasta 2022.
Uno podría pensar que el nacimiento de un emoji es una cosa muy sencilla, que basta que los mandamases de WhatsApp o de Twitter tengan una ocurrencia o detecten la correspondiente demanda entre sus usuarios para que encarguen el dibujito a uno de sus diseñadores y lo sumen al repertorio. Pero, en realidad, se trata de un mecanismo lento y trabajoso en el que toman parte agentes tan inesperados como el Gobierno de Omán, con vistas a garantizar que el nuevo emoji esté estandarizado y sea compatible con todas las plataformas. El organismo que decide sobre este asunto es el Consorcio Unicode, con sede en California, al que pertenecen las empresas de software y hardware más importantes del mundo. Al final, los que deciden si esa carita sonriente llega o no a nuestro teléfono son doce miembros con derecho a voto, un grupo dominado por las multinacionales estadounidenses (ahí están sospechosos habituales como Adobe, Apple, Google, Facebook o Netflix, por ejemplo), pero en el que también figuran la compañía alemana SAP o, efectivamente, el sultanato de Omán. «Los que toman la decisión son generalmente hombres, blancos e ingenieros, especialistas en codificación. Ese proceso no es el ideal para promover un vibrante lenguaje visual que se usa en todo el mundo», ironizan en Emojination, una organización que aspira a «dar voz a la gente sobre los emojis».
Porque cualquiera puede plantear un nuevo candidato a sumarse a la lista. A la hora de valorar las propuestas, el Consorcio tiene en cuenta tres cuestiones: «Lo primero es que la imagen funcione al pequeño tamaño con el que se suelen usar. Lo segundo, considerar si añade algo a lo que se puede decir utilizando emojis o si esa idea se puede expresar con emojis ya existentes. Lo tercero, si hay evidencia sustancial de que probablemente lo vayan a usar un gran número de personas». A partir de esos criterios, cada año se da el visto bueno a un nuevo 'set' de pictogramas que las distintas plataformas suelen ir incorporando (cada una, con su diseño distintivo) durante el siguiente ejercicio.
El coronavirus se cruzó en ese plan de acción, de manera que, en lugar de una entrega completa de iconos nuevos, lo que se aprobó en septiembre y se implantará este año no pasa de ser un modesto añadido a la anterior edición. La inmensa mayoría de las incorporaciones (en concreto, doscientas de las doscientas diecisiete) son variaciones de los iconos de pareja y beso para dar cabida a todas las posibilidades combinatorias de género y tonos de piel, en la línea de abrazar la diversidad que ha determinado gran cantidad de las incorporaciones más recientes. Así, las distintas razas y opciones sexuales se verán reflejadas en el repertorio de imágenes amorosas. La misma actitud subyace en los nuevos emojis de mujeres con barba, que son la consecuencia más llamativa del propósito de Unicode de suministrar opciones diversas para los emojis que presentan un rostro humano: la neutra, la masculina y la femenina.
Además, el amplio repertorio de 'smileys' (las caritas amarillas) se enriquece con tres nuevas expresiones: una que parece soplar, otra con los ojos en espiral y una tercera envuelta en nubes. Y también se suman dos nuevos corazones: uno en llamas y el otro, vendado. «Los corazones están entre los emojis más populares», aclaran los responsables de Emojipedia, la web de referencia acerca de este mundo, aunque el número uno sigue siendo el 'smiley' con lágrimas de alegría.
Con esta nueva remesa, el censo de emojis se eleva ya a 3.521, pero ya se conoce también una veintena de candidatos que el Consorcio contempla para la siguiente entrega, la que presumiblemente se aprobará este año y se hará realidad el siguiente. Es un ramillete variopinto en el que figuran el 'smiley' que hace el saludo militar, el gesto de frotarse los dedos pulgar e índice, la bola de discoteca, la muleta para caminar, el cuervo, el buitre, el troll, la batería baja, la flor de loto o la orquídea. Del mismo modo que el emoji del microbio pareció prefigurar de alguna manera nuestro triste presente, esperemos que esta vez el icono visionario de cara al porvenir sea el de la bola de espejos.
Como tantos otros emojis, puede tener múltiples sentidos. En principio, la cara envuelta en nubes está pensada como «metáfora de un estado mental» que puede oscilar entre la confusión, el despiste o la sensación de que se te ha ido el santo al cielo. También sirve para expresar la idea de estar con la cabeza en las nubes, tanto en el sentido de no prestar atención (en clase, por ejemplo) como en el de albergar planes poco realistas. Una última interpretación podría ser la de esconderse, camuflarse en el entorno.
Los responsables del Consorcio Unicode llevan tiempo impulsando la diversidad de los emojis que muestran una cara humana, tanto en el espectro de tonos de piel como en lo referente al género. Esta política supone suministrar, por defecto, un pictograma de aspecto neutro, con las posibilidades alternativas de un rostro masculino y otro femenino. La cara barbuda no supone una excepción al principio general, de manera que se añade la opción femenina.
La versión básica del emoji de corazón (es decir, el de color rojo sin más añadidos) es uno de los iconos más usados. Según el Consorcio, encabeza la lista junto al líder absoluto, que es la carita con lágrimas de alegría. Con el añadido de las llamas, se pretende expresar fundamentalmente un sentimiento ardiente de amor o deseo, aunque también se contemplan los posibles significados de dolor o devoción religiosa. La repetición (por ejemplo, tres corazones en llamas) puede reflejar la intensidad de la pasión.
Ya existía el emoji de corazón roto, de modo que este nuevo pictograma sirve para expresar el proceso de recuperación tras una ruptura o alguna otra tragedia personal. También puede utilizarse para ofrecer a otras personas nuestras condolencias o manifestarles nuestra empatía. La propuesta original argumentaba que hay muchos emojis con significados extremos (es el caso del corazón roto), pero hacen falta otros que denoten estadios de transición entre ellos.
De nuevo, la necesidad de adaptarse a la diversidad del ser humano lleva a incorporar doscientas variantes de los emojis de 'pareja con corazón' y 'beso con corazón', para incorporar todas las combinaciones posibles de tonos de piel en las tres opciones sexuales (mujer y hombre, mujer y mujer, hombre y hombre, además de la pareja de aspecto neutro).
Evidentemente, puede tener un significado literal y emplearse en contextos militares, pero también se entiende en sentido más amplio, como expresión de acatamiento de una orden (por ejemplo, como respuesta al mensaje «compra el pan de camino a casa»), como reconocimiento a una tarea bien hecha o como agradecimiento por un servicio prestado. Incluso puede servir para decir que te deslumbra el sol o que estás buscando a alguien.
Los 'smileys' aspiran a reflejar todas las emociones humanas, y algunas son tan complejas (pero, a la vez, tan reconocibles) como esta: la situación en la que uno no quiere ver algo pero no puede evitar seguir mirando. O, también, la situación en la que uno se muere de curiosidad pero se ve obligado a fingir lo contrario. Los matices de duda o de indecisión resultan difíciles de expresar con palabras: para eso sirven precisamente los emojis y, muy en particular, los 'smileys', que vienen a ser una versión pictográfica de los gestos.
Es un gesto mucho más extendido de lo que podríamos suponer: frotar los dedos pulgar e índice está relacionado con el dinero, de manera que el correspondiente emoji puede servir para decir que uno anda escaso de fondos, para reclamar el pago de una deuda, para plantear una oferta ventajosa o incluso para criticar a alguien como pesetero o vendido. En cambio, en Corea, cruzar estos dos dedos para formar un corazón constituye una expresión de aprecio y amor.
Este es uno de esos casos de un emoji que parecía necesitar un compañero. Teníamos el icono de batería, pero faltaba el correspondiente a la descarga casi total. Evidentemente, sirve para manifestar que uno se va a quedar incomunicado de manera inminente, pero también se le pueden encontrar sentidos metafóricos, de estar uno mismo con las pilas descargadas o haber sufrido una jornada agotadora.
La incorporación del buitre a la 'fauna emoji' es una propuesta que ha partido de Asturias, con el argumento de que se trata de una especie visualmente distintiva y con un perfil único, al tratarse del único vertebrado que se alimenta exclusivamente de carroña. Además, tiene connotaciones negativas (muerte, avaricia) y positivas (limpieza, renovación). Los promotores plantean aplicar al buitre el principio de diversidad, con distintas opciones, incluido el cóndor.
El emoji del microbio se incorporó al repertorio de iconos en 2018, como parte de una 'tanda científica' que también incluía la probeta o la espiral de ADN. Llegó muy a tiempo: en 2020 su uso se ha disparado, a la vez que su significado se ampliaba para servir como 'emoji del coronavirus'. En realidad, en la mayoría de las plataformas su aspecto no tiene nada que ver con el de un virus, aunque existen excepciones como la de Apple, cuyos diseñadores le dieron en su momento esa forma esférica con protuberancias que suele servir como representación esquemática de nuestro mortífero enemigo. En español, algunos refuerzan el sentido precediéndolo del emoji de la corona, pero hay científicos que han exigido mayor precisión, con pictogramas distintos para los virus y para los microorganismos en general.
El otro protagonista de la pandemia en el 'universo emoji' ha sido el 'smiley' con mascarilla. En octubre, Apple anunció una novedad para la siguiente versión de su sistema operativo iOS: la carita con mascarilla pero sonriente. Hasta ahora, la expresión de este 'smiley' era de abatimiento, de derrota ante la enfermedad, pero los responsables de la firma consideran que, con la incorporación de la mascarilla a todos los aspectos de nuestra vida, es necesario diversificar las emociones vinculadas al dibujo.
Publicidad
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.