Secciones
Servicios
Destacamos
J. Castillo
Miércoles, 9 de octubre 2024, 00:02
Para Pablo P., un barcelonés de 42 años, llevar el teléfono móvil completamente silenciado es la norma: «No recuerdo muy bien por qué decidí hacerlo, pero lo cierto es que no reconocería ni los tonos de llamada ni los timbres de notificación de mis tres ... últimos móviles. El que tengo ahora solo suena a primera hora de la mañana, cuando se activa el despertador».
Por sorprendente que parezca, el caso de Pablo no es singular: cada vez más personas deciden acallar sus dispositivos inteligentes, tirando de auriculares cuando quieren ver una serie en streaming o reproducir música. Las razones tienen un marcado cariz psicológico; definen la personalidad de un usuario que se muestra especialmente celoso de su vida privada. Así lo atestigua un estudio publicado en The Journal of Neuroscience, donde podemos leer sobre el mecanismo de autoprotección del cerebro que se activa cuando un desconocido se nos aproxima más de la cuenta en un espacio público: determinadas señales neuronales hacen que nos sintamos ansiosos, incómodos e irritados. Las mismas que nos atenazan cuando el smartphone suena en presencia de otros, haciéndolos de algún modo partícipes de nuestras interacciones digitales.
Este tipo de usuarios suelen optar también por adquirir relojes inteligentes que les informen de las novedades producidas en sus redes sociales (o aplicaciones de mensajería) sin alertar al resto, a través de sutiles vibraciones transmitidas a la muñeca. Una forma, al tiempo, de evitar el temido 'FOMO' (siglas anglosajonas que describen el miedo a perderse algo en la red de redes, lo que a menudo deriva en una consulta compulsiva del smartphone). Esto último entronca directamente con los hábitos y costumbres de los más jóvenes, quienes deciden poner sus teléfonos en silencio por el simple hecho de que lo tienen en la mano prácticamente a todas horas; les es difícil perderse una notificación y, de paso, consiguen que sus padres no estén al tanto de la cantidad de mensajes que reciben o envían al cabo del día.
En el otro lado de la balanza, aseveran los expertos, encontramos a las personas que combaten la contaminación auditiva y las distracciones para resultar más productivos y sentir que tienen un control real sobre su entorno tanto físico como digital.
Paula P., profesora malagueña de 37 años, lo tiene claro: «Si estoy preparando un examen o una lección desconecto el sonido del teléfono y termino mucho antes. Igualmente, no hay tonos de llamada que valgan mientras estoy con la familia, creo que hay que saber priorizar y marcar límites». De hecho, 'mutear' el smartphone se entiende como una señal de respeto en determinados círculos: una forma de demostrarle a nuestro jefe, familiar o amigo que cuenta con toda nuestra atención; que valoramos el tiempo que nos dedica, concluye la publicación de The Journal of Neuroscience.
La cabecera especializada Prevention señala además una reducción considerable en los niveles de estrés y ansiedad de quienes silencian sus dispositivos: sin darnos cuenta, con los años, hemos desarrollado cierta urgencia por contestar a un mensaje o alusión en redes de forma casi instantánea. Parece que si no lo hacemos estamos perdiendo puntos de cara al otro interlocutor y, por consiguiente, reduciendo nuestra popularidad digital. Una que a menudo se basa en una imagen distorsionada de la realidad, lo que denota una necesidad de validación externa bastante perjudicial, explicó a este medio María Victoria Martos, co-directora del Centro de Psiquiatría y Psicología Plaza de España: «Condicionamos nuestro bienestar a vender una imagen idílica de nuestra vida, lo que provoca una brecha entre lo que manifiesto y la realidad; quien digo ser y quien soy».
Más allá de que el teléfono fijo haya desaparecido prácticamente de nuestros hogares, otra tendencia asociada a los gadgets inteligentes es la de rehuir las llamadas de voz. El ensayo 'The App Generation' determinó que un 92% de los jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y los 24 años prefiere comunicarse mediante mensajes de texto. Es más, otro estudio reciente sentencia que los mayores de 40 años están dejando de llamar por teléfono por haberse instalado la idea de que es una conducta propia de la tercera edad.
Dichas preferencias a menudo derivan en conductas patológicas, lo que se conoce como telefonofobia: descolgar el teléfono llega a generar incomodidad y malestar físico. «De hecho, muchos pacientes comentan que necesitan prepararse antes de realizar una llamada», revela Luis Torres, psicólogo y docente del máster en Psicología Clínica Infantojuvenil de ISEP.
La explicación a esta 'generación muda' radica en la ansiedad que provoca el no saber de antemano qué quiere la persona que nos llama; la necesidad de responderle al momento sin apenas tiempo para reaccionar, explica el psicólogo. Por este motivo, ciertas personas fuerzan la llamada perdida y abordan el asunto a través de mensajes o, por contradictorio que parezca, notas de voz: «Con ellas, uno sigue teniendo el control de la situación; cuenta lo que quiere compartir con la otra persona pero sabe lo que le tiene que decir o cómo contarlo. Si cree que no lo ha transmitido como quería, lo borra y lo vuelve a grabar», sentencia Torres.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.