Secciones
Servicios
Destacamos
En un cartón de huevos la mayoría no ve más que una docena de ricas posibilidades de recetas. Pero hay gente que ve, y va, más allá. Se preguntan qué comieron las gallinas, las condiciones de su corral o si el granjero cobró lo justo por el producto. Hasta cuestionan la necesidad del anuncio por el que la marca de huevos se ha hecho famosa. Le llaman los consumidores conscientes, aquellos que se declaran preocupados de todos los detalles de la comida que ponen en su mesa. Un colectivo que crece y que acaba de dar el paso para tomar el control absoluto de su cesta de la compra. Para ello se han constituido en supermercados cooperativos donde son dueños, empleados y clientes. En ellos los consumidores son soberanos: toman las decisiones sobre qué se vende, conocen las condiciones de producción, establecen criterios de compra según sus necesidades, saben el por qué de cada precio y no hacen negocio. El ánimo de lucro cede ante el ánimo de alimentarse bien, más barato y en comunidad.
Suena utópico, pero ya han abierto los primeros en España. Y no solo funcionan, sino que están a punto de crecer. El concepto no es nuevo. El primero, Park Slope Food Coop, nació en los años 70 en el barrio neoyorkino de Brooklyn. Desde su apertura no ha dejado de ganar adeptos y, actualmente, con unos 16.000 cooperativistas, sigue gozando de buena salud.
Hace unos años, un documental sobre este modelo alternativo de consumo hizo que traspasara fronteras y se contagiase a otras ciudades. Le sucedió a París. Tras la proyección de la película, las cooperativas florecieron. La primera, 'La Louve', fue promovida por dos nortemericanos que conocían la original de Nueva York. Querían recuperar un modelo que funcionó en la Francia del siglo XIX y lo consiguieron. La voz se corrió y actualmente hay más de 30 cooperativas repartidas en Francia y alrededores.
En España, aunque abrieron modelos parecidos en Valencia y Navarra, las primeras cooperativas inspiradas por 'La Louve' nacieron hace unos cinco años en Madrid (La Osa y Supercoop), Getafe (Biolíbere), Barcelona (Food Coop BCN) y Manresa (Super Coop).
Hasta ahora han funcionado en tiendas que ya se les quedan pequeñas y están a punto de hacerse mayores. Es el caso de 'La Osa'. Ahora es un local modesto en la calle Noviciado de Madrid, pero en septiembre se trasladan a uno de 800 metros cuadrados en el barrio de Tetuán. Han cerrado sus campañas de micromecenazgo en internet con éxito, cuentan con 760 socios (que aportan el 25% de lo necesario para la nueva sede) y han logrado financiación bancaria y de particulares. El de Lavapiés, Supercoop, acaba de iniciar su campaña de 'crowdfunding'. Tomás Fuentes, miembro e impulsor de La Osa, explica el funcionamiento: se aportan 100 euros al inicio para formar parte de la cooperativa (no hay cuotas) y esto da derecho a comprar en ella. A la vez, se asume el compromiso de trabajar tres horas cada cuatro semanas en las tareas que requiera el supermercado, desde atender la caja hasta la limpieza.
La aportación de cada socio se traduce en un ahorro en costes de personal que redunda en una rebaja del precio. Esta es la filosofía de todas las cooperativas, aunque cada una incluye sus matices. Biolíbere, por ejemplo, sí cobra una cuota anual de 30 euros a sus socios, quienes «pueden comprar un 7% más barato» productos ecológicos, más caros en el mercado. Aunque Lourdes López, fundadora de Biolíbere junto a Emilio Lázaro, no le gusta usar ese adjetivo. «Creo que tienen un precio justo. Quizá lo demás es demasiado barato», aclara.
En el caso La Osa, el ahorro oscila del 10 al 40%, según el producto, en comparación con las grandes cadenas. Han calculado que al año se pueden llegar a ahorrar 3.500 euros en la cesta de la compra. El precio del producto en la cooperativa es el real que se pague al proveedor más un 25%, margen único calculado para cubrir los costes fijos de la tienda. La transparencia de la política de precios es otro de los pilares de estos proyectos.
Los horarios de la tienda y qué se puede encontrar en ella son decisiones que también se toman en común. En sus prioriades está la proximidad de los proveedores (casi todos de la Península) para fomentar un modelo «más sostenible, con productos de temporada y de calidad». Sobre esto último, los promotores de La Osa lamentan que los mejores alimentos estén solo en determinados establecimientos y muy caros. «El objetivo de la cooperativa es ofrecer similar calidad, pero más asequible».
María Calvo, una de las cooperativistas que acaba de terminar de cumplir con sus tres horas de trabajo al mes en La Osa, asegura que, además de conocer gente e integrarse en el barrio después de pasar una larga temporada en el extrajero, su principal motivación fue la de consumir calidad y productos con sello ecológico. Le preocupaba su salud y la de su familia y buscaba una tienda que le ofrecese esta garantía. Dice notar gran diferencia con lo que encuentra en supermercados convenciones, sin ir más lejos en el sabor. Un mantra éste que repiten todos los cooperativistas. Sergio Rubio, un socio de Biolíbere que aporta su trabajo como repartidor de pedidos en bici, coincide. «No hay color».
Hasta el momento funcionan en pequeños grupos. La duda es si se extenderán y se consolidarán a largo plazo. Sus promotores no tienen ese dilema y plantean la cuestión al contrario: «No se necesita gente que cambie su mentalidad para que esto funcione, sino supermercados cooperativos de barrio que respondan a la mentalidad que ya existe en mucha gente que quiere una alternativa para cambiar su modo de consumir».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.