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Su nombre es vitamina D y lo que hasta hace muy poco tiempo teníamos entendido de ella es que con salir a la calle diez minutos al día para que nos diese el sol teníamos suficiente. No hacía falta un sol de justicia, con un ... día medianamente nublado bastaba. Pero ni es una vitamina, ni con el paseo diario basta. Lo que conocemos como vitamina D, y de momento así tendremos que seguir llamándola, es una compleja sustancia más cercana a una hormona cuya ausencia está directamente relacionada con la aparición y desarrollo, entre otras enfermedades, del cáncer de mama, cuyo día mundial se conmemora hoy.
¿Es el único factor desencadenante de los tumores mamarios?Por supuesto que no. ¿Es el principal? Tampoco. Pero es una hormona tan necesaria para la vida que su carencia, a diferentes niveles, está directamente relacionada con la aparición y desarrollo de múltiples problemas de salud. La lista incluye, entre otros, los tumores de colon –el primero cuya relación se demostró– y el de próstata, según detalla el ginecólogo vasco José Luis Neyro, que es uno de los diez autores del informe de consenso con recomendaciones sanitarias sobre el déficit de vitamina D elaborado por la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (SEIOMM).
Un estudio internacional basado en el análisis de más de 5.000 casos de cáncer de mama, según cuenta, reveló que las mujeres que tenían más de 50 nanogramos de esta sustancia por mililitro de sangre tenían un 62% menos de riesgo de padecer cáncer de mama, frente a las que tenían menos de 20 nanogramos. Son cifras que, según explica, no se adquieren «ni de lejos» saliendo a la calle un ratillo a que nos dé el sol. «Por encima del paralelo 39, que está a la altura de Córdoba, solo tenemos sol de mayo a octubre. En el Cantábrico son 1.500 horas de sol al año. Hay que dejarse de romanticismos y recetar vitamina D a todas las personas en riesgo de presentar déficit, que no son pocas. No hay que dar vitamina D a toda la población; eso sería un error,pero sí a una parte importante», defiende el especialista.
El elemento que determina el potencial de la vitamina D como agente protector es su nivel de presencia en la sangre. Una buena salud ósea requiere la existencia de 20 nanogramos por mililitro de sangre. Combatir la osteoporosis –y la pérdida de masa ósea resulta muy frecuente en las mujeres tras la menopausia– eleva las necesidades a 30 nanogramos. La capacidad de la vitamina D para combatir infecciones y complicaciones ligadas a la inflamación comienza a partir de 40 y su efecto oncoprotector, con 50.
Frente a las enfermedades oncológicas, la ciencia ha revelado el potencial de esta hormona a dos niveles. Evita la proliferación epitelial, es decir la multiplicación de las células malignas a nivel de la piel, y actúa por otra parte como un inhibidor del proceso metastásico. Dicho de otro modo, actúa como un escudo que impide que el tumor se expanda a otros órganos, que como se sabe es lo que dificulta su control.
La aparición de un cáncer, en buena lógica, no se debe a un único factor. La carencia de vitamina D puede favorecerlo, pero en el caso de los mamarios también influyen la falta de ejercicio físico, el sobrepeso, la cantidad de grasa acumulada o el consumo de tabaco.
Tradicionalmente también se ha defendido que, además del paseo diario, una alimentación adecuada, ajustada a los patrones de la dieta mediterránea, permitía ajustar los niveles necesarios de vitamina D. Pero es cierto solo a medias. Los expertos que han elaborado la guía de consenso aseguran que la dieta aporta solo el 10%de la hormona que fabricamos de manera natural. El 90% restante procedería de la exposición al sol. Alcanzar con la alimentación los niveles necesarios para el organismo requeriría, según Neyro, la ingesta diaria de 22 huevos o 7 litros y medio de leche. «Curiosamente, los alimentos más ricos en vitamina D son las angulas y el caviar. ¿Cuántas veces comemos caviar al día? ¡Pues los mismos que angulas!», se responde irónico.
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La relación de pacientes que potencialmente deberían ser suplementados con pastillas de vitamina D es larga. Los expertos defienden que se vitamine a los mayores de 65 años, estén o no residencializados, las mujeres embarazadas y que estén dando pecho para protegerlas a ellas y a sus bebés, así como a los pacientes en tratamiento contra la osteoporosis y con enfermedades del hígado, el riñón o intestinal. Asimismo, debería recetarse a afectados por demencias, en tratamiento con corticoides (epilepsia, asmáticos...), personas obesas, niños en crecimiento y mujeres después de la menopausia.
«Son terapias cubiertas por el sistema nacional de salud, no tienen por qué ser de por vida y, en muchos casos, basta con una pastilla al mes. La cantidad de vitamina existente se determina, además, con un simple análisis de sangre. No hay motivo para no consultarlo con el médico de cabecera», defiende el experto.
No hay dieta que impida un cáncer, pero sí se sabe que una correcta alimentación puede contribuir a prevenirlo, incluso en personas con riesgo genético. La fórmula mediterránea, basada en un consumo prioritario de fruta, cereales, legumbres y pescado más que carne, es la única que se ha demostrado científicamente como equilibrada y con potencial protector frente a enfermedades. Una correcta alimentación resulta determinante incluso en la evolución de la patología. Frente al cáncer de mama, como ante otros, una dieta adecuada debería incluir antioxidantes, probióticos (yogur) y potenciadores de la inmunidad (carne blanca, coliflor, champiñones, pescados y mariscos).
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