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Las infecciones de orina y Teresa son viejas conocidas. Lleva años con ese «problema» y está harta. «Tengo cistitis cada dos por tres y es un verdadero engorro. Las molestias, las visitas al ambulatorio, las pruebas, la medicación...», lamenta esta administrativa bilbaína de 54 años. ... Las infecciones del tracto urinario (ITU) son las segundas más frecuentes en la población en general, por detrás de las respiratorias. «Y, en el caso de las mujeres, las posibilidades se multiplican, puesto que prácticamente la mitad de ellas tendrá al menos un episodio a lo largo de su vida y en una de cada cuatro serán recurrentes», desvela la doctora María Fernanda Lorenzo, jefa de Servicio de Urología en el Hospital Universitario de Salamanca y referente en el tratamiento de esta patología.
Los hombres también tienen infecciones de orina (10%), pero como su aparato urinario está más 'protegido' que el de las mujeres –la uretra femenina es más corta que la masculina y esto permite a las bacterias llegar con más facilidad a la vejiga– son «menos frecuentes, pero importantes. En los varones mayores de 50 años suelen estar relacionadas con problemas de próstata», añade el doctor Francisco José Brenes, miembro del grupo de trabajo de Nefrología y Vías Urinarias de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
Tanto en el caso de las mujeres como de los hombres, el origen es bacteriano, pero ni todas son iguales ni tienen las mismas causas. Los factores que más favorecen el riesgo de sufrir infecciones de orina en las mujeres son los antecedentes familiares por parte de la madre, llevar una vida sexualmente activa (el coito facilita la ascensión de bacterias hasta la vejiga), el uso de espermicidas y una mala higiene íntima, tanto por defecto como por exceso. «También son habituales durante la menstruación, el embarazo, el parto y la menopausia. Las infecciones del tracto urinario en los hombres jóvenes son muy poco frecuentes y casi siempre están relacionadas con la actividad sexual», precisa el doctor Brenes.
La localización de la infección también es muy importante. En este sentido, se diferencian dos tipos: las de vías bajas (cistitis, uretritis), que afectan a la vejiga y la uretra y suelen ser leves; y las de vías altas o pielonefritis, que se producen cuando el germen asciende hasta el riñón –o hasta el riñon o la próstata en el caso de los hombres– y se pueden complicar mucho.
«Hasta hace unos años se pensaba que el tracto urinario y la orina eran estériles, pero se ha demostrado que no es así. De manera que existe la posibilidad de que tengamos bacterias pero no síntomas. Entonces, ¿cuándo debemos preocuparnos? Pues solo cuando esa colonización de gérmenes tenga consecuencias para nuestra salud: escozor al orinar, molestias, necesidad continua de ir al baño. Si a estos síntomas añadimos la fiebre, eso ya quiere decir que la bacteria ha alcanzado el riñón o la próstata y ya hablamos de palabras mayores», describe la doctora Lorenzo.
El tratamiento suele ser antibiótico, pero en los casos de infecciones de orina recurrentes –más de dos episodios en seis meses o más de tres en un año–, la solución más eficaz son las vacunas, financiadas por la Seguridad Social. De esta manera se consigue atenuar y en algunos casos acabar definitivamente con infecciones del trato urinario tan engorrosas como la cistitis. Los estudios realizados confirman que un 75% de las mujeres inmunizadas redujeron notablemente el número de infecciones registradas en el siguiente año y medio desde su administración.
«Las vacunas son una muy buena alternativa a los antibióticos, puesto que muchas bacterias terminan haciéndose resistentes al fármaco», argumenta la doctora María Fernanda Lorenzo, galardonada con el primer premio de la Asociación Europea de Urología por su estudio de las vacunas contra las infecciones de orina.
Explica la pediatra Lucía Galán que la infección del tracto urinario (ITU) es una de las enfermedades bacterianas más frecuentes en las consultas de pediatría. «Y, cuando aparece, la edad del niño es determinante a la hora de establecer el tratamiento, seguimiento y pronóstico. De hecho, las de orina en menores de tres meses pueden suponer derivar en una infección grave que requiera el ingreso del lactante para administrarle los antibióticos por vía intravenosa», explica la especialista en 'El gran libro de Lucía, mi pediatra' (ed. Planeta).
«En los bebés, las pielonefritis se presentan con fiebre sin foco (ni tos, ni mocos, ni diarrea...) y, en ocasiones, pueden presentar rechazo a la alimentación, vómitos o irritabilidad. En los niños más mayores, las infecciones de vías altas producen fiebre elevada, malestar general e incluso dolor lumbar a la altura de los riñones y escalofríos, mientras que en las cistitis, los síntomas más frecuentes son dolor o escozor al orinar, necesidad de ir al baño continuamente y dolor en la parte más baja del abdomen. Y no dan fiebre», resume la pediatra.
Para diagnosticar una ITU, tanto en adultos como en menores, es necesario hacer un cultivo de orina. «En un primer momento se suele hacer una prueba inmediata y rápida con una tira reactiva a la orina. Esto nos puede dar pistas, pero sin la confirmación de un cultivo no hay diagnóstico definitivo», precisa la doctora Galán. Ahora bien, cuando las infecciones son recurrentes «es imporatante descartar malformaciones congénitas. En esos casos, se le hace una ecografía al niño para evaluar el aparato urinario del pequeño y descartar que tenga alguna patología que favorezca las infecciones del tracto urinario, además de comprobar que el niño vacía bien la vejiga», explica la uróloga María Fernanda Lorenzo.
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