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La hija de Pilar se pasó las primeras semanas del curso «con una especie de constipado constante» que nadie sabía de dónde venía. Entraba al colegio más o menos bien y salía con los ojos vidriosos, mocos y un ligero malestar que se le iba ... pasando con el paso de las horas. Sus padres no entendían qué le podía causar esa sensación de trancazo continuo, así que la llevaron al médico. La niña es alérgica al huevo y a la proteína de la leche, pero habían descartado una reacción de este tipo porque su alimentación está absolutamente controlada y les constaba que no había tenido contacto con ninguno de los dos alérgenos.
No encontraban explicación a lo que le pasaba hasta que el especialista le preguntó a la niña con qué escribían en la pizarra de clase. «Con tizas», le contestó sin darle mayor importancia. Y resulta que ahí estaba la respuesta para «sorpresa» de sus padres. «La mayoría de las tizas contienen caseína (proteína de la leche) y lo que le ocurría a la cría es que su cuerpo reaccionaba al alérgeno, por eso presentaba síntomas parecidos a los de un resfriado. Las personas con alergia a determinados alimentos pueden tener un brote por ingesta, pero también por contacto o por inhalación, y la niña respiraba a diario el polvillo que soltaba la tiza», explica Pilar Morón, su madre y también coordinadora del área de educación de la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y a Látex (AEPNAA).
«Cuando pensamos en este tipo de alérgenos (proteína de la leche, huevo, frutos secos, legumbres...), solemos relacionarlos únicamente con alimentos y ponemos todo el cuidado en evitarlos. Sin embargo, pueden estar presentes en productos o lugares que ni siquiera contemplamos como, por ejemplo, el material escolar. ¿Qué padre puede sospechar que una témpera pueda contener trazas de legumbre o que una cera lleve lactosa? Es que ni te lo planteas», reconocen en AEPNAA.
Aunque de momento no se han descrito reacciones graves por la presencia de alérgenos en pinturas, tizas, capuchones de bolígrafos o en la pasta de modelar, entre otros productos, «varios estudios ya han confirmado que estos alérgenos están en material escolar en pequeñas cantidades. Se han detectados trazas de frutos secos, huevo, lactosa, leche, legumbres e incluso derivados de crustáceos o pescado. Algunas ceras, por ejemplo, llevan un tipo de grasa animal; las pinturas de cara suelen contener lecitina de legumbre o sirope de cereales; hay capuchones con látex...», enumera la alergóloga Virginia Bellido, miembro de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Conscientes del «desconocimiento que existe en este campo» tanto por parte de los padres como de los profesores, la AEPNAA ha elaborado un documento en el que se recogen los productos que pueden contener alguno de los 14 alérgenos de obligada declaración y que no siempre se especifican en el caso del material escolar. «Además de madre de una niña alérgica, soy profesora y no tenía ni idea de esto. Ahora damos charlas en los colegios para concienciar sobre la importancia de revisar el material con el que se trabaja para evitar así sustos inecesarios. Un dato: el 25% de las reacciones alérgicas de los niños se producen en el ámbito escolar. Cuando una madre o un padre concreta con qué marcas de toallitas se puede limpiar a su hijo no es un capricho. Lo que igual no sabe el colegio o la escuela infantil es que hay algunas que contienen caseína y pueden causar una reacción alérgica al niño», alerta Pilar Morón.
Más ejemplos. «Las pinturas de la cara suelen llevar legumbres; las témperas metalizadas, látex; la pasta de modelar, trigo; las ceras, maíz».
Los síntomas que pueden desencadenar son los clásicos de una reacción alérgica alimentaria y su intensidad varía en función de la tolerancia del paciente. «Pueden ir desde una urticaria a picores, rojeces, hinchazón e incluso dificultad respiratoria», describe la alergóloga del Hospital Universitario Virgen Macarena (Sevilla).
«A grandes rasgos, se podría decir que la alergia alimentaria puede poner en peligro la vida de quien la padece, mientras que la intolerancia no supone un riesgo vital para el paciente», resumen en la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). En las alergias, la reacción del cuerpo es inmediata. Es decir, se produce nada más tomar el alimento y, además, cursa con unos síntomas rápidos, explosivos y bruscos, mientras que en una intolerancia, los síntomas suelen ser puramente digestivos (hinchazón de vientre, flatulencias, diarrea...) y aparecen entre la media hora y las dos horas siguientes a la ingesta.
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