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No es exagerado afirmar que no podemos vivir sin ellos. Y en estos tiempos de pandemia menos. Los termómetros son hoy los protagonistas indiscutibles de la vida cotidiana, dentro y fuera de casa. ¿Cuántas veces puede usarlo cada día ante el más mínimo indicio de ... malestar? ¿Cuantas le apuntan a la frente con uno de ellos en su ir y venir diario por la ciudad? Resulta inevitable someterse a su escrutinio cuando de unas décimas depende que la vida siga igual.
Esta nueva realidad ha llevado a muchos hogares a renovar los que ya tenían o a comprar modelos con mejores prestaciones, al menos en apariencia. Según el último informe 'Evolución del Mercado de la Farmacia Española', publicado por Iqvia este mes de septiembre, no hubo otro producto de farmacia que experimentase tan espectacular crecimiento en ventas: un 109,3% más en los últimos meses.
Ahora bien, esta tendencia también se traduce en más errores y muchas dudas a la hora de usarlos. ¿Son mejores lo de pistola que miden con infrarrojos en la frente? Los nostálgicos del mercurio no terminan de fiarse de las mediciones de los digitales de contacto porque varían en función de dónde se lo ponga uno o del momento del día. Y hay quienes apuestan por lo último en tecnología para tomar la temperatura con chupetes 'sensibles' o 'pegatinas' reactivas. Para evitar sustos hay que conocer una serie de normas de uso y saber para qué casos está recomendado cada modelo.
El más popular ahora es el de pistola, que con un infrarrojo apuntando a la frente arroja casi al instante el cálculo. Pero no se lleve a error, este no está recomendado para uso doméstico. Los técnicos de uno de los mayores fabricantes industriales españoles de esta (y otras) tecnologías, Lana Sarrate, advierten de que en estos termómetros «influye el entorno». A más temperatura o exposición al sol puede dar una medición más alta. Es más, «piel sudada, manchada, con maquillaje, etc.» pueden dar mediciones erróneas. Recomiendan «dejarlo atemperar un momento antes de volver a usarlo» y, en caso de arrojar fiebre, repetir la medición con uno convencional.
Se han visto niños en el médico que han registrado décimas de 37,8 después de pasar una hora al sol en el patio. Más tarde, revisado por el facultativo, se veía que estaba bien.
Marta Fernández, doctora en Enfermería que trabaja en Atención Primaria y dirige el proyecto CODEM Educa del Colegio Oficial de Enfermería de Madrid, es clara al respecto. «El más recomendable es el termómetro digital de contacto. Los de frente son más caros y se usan cuando se necesita rapidez y evitar el contacto. Pero en el hogar es más fiable el convencional», explica. El que no recomienda es el chupete que mide la temperatura. «Es el peor», dice.
La otra gran cuestión es dónde es mejor ponerlo. Aconseja la especialista que ni en la boca ni en el ano. Esto último (solo para los más pequeños) da mediciones más altas que pueden llevar a error. En la boca, por su parte, sería necesario ponerlo debajo de la lengua para que el resultado fuese fiable, y esto, además de incómodo a veces resulta imposible de conseguir. Así, señala la citada especialista, «el mejor lugar es la axila porque da una mejor referencia de la temperatura central», explica.
Y da otras pautas:«siempre hay que limpiarlo con alcohol antes y después de ponerlo y cuando pite, dejarlo puesto un poco más de tiempo porque a veces tienen dar por terminadas la medición demasiado pronto». También recuerda no ponerse el termómetro muy abrigado y no tomar o suministrar antitérmicos antes de la medición. Esto, aunque que parezca muy básico, «es uno de los errores más frecuentes» vistos en consulta.
También hay confusión sobre qué es fiebre. «Hasta 37,9 es febrícula», advierte la enfermera, que invita a todo el mundo a conocer su temperatura basal. Hay quienes la tienen baja (35,5º) de forma habitual y no por eso están enfermos. También hay mejores momentos del día para tomarla. «Entre las 8 y las diez de la mañana y las 8 y las diez de la noche, coincidiendo con los ciclos circadianos del organismo», señala Fernández. Las mujeres deben tener en cuenta el ciclo menstrual: la temperatura sube en ese momento y puede que esas décimas que se sienten no tengan nada que ver con el Covid-19.
Los inicios. La base del termómetro es que los fluidos se expanden con la temperatura. Los sabios de la antigüedad trataron de hacer una regla para medir la temperatura usando aire y agua e hicieron experimentos con una columna de aire en un tubo con un extremo en un recipiente de agua de color.
1610. Galileo lo intentó con vino y así logró acreditar el primer termómetro de alcohol, pero sin escala.
1612. El inventor italiano Santorio Santorio se convirtió en el primer inventor en poner una escala numérica en 1612. Fue quizás el primer termómetro clínico, ya que estaba diseñado para tomar la temperatura de un paciente metiéndose en la boca.
1641. El primer termómetro sellado fue diseñado en 1641 para el Gran Duque de Toscana: utilizaba alcohol y tenía marcas de grados. Sin embargo, todavía era inexacto y no utilizaba ninguna escala estandarizada.
1714. El físico Fahrenheit fue quien inventó el primer termómetro moderno. Inventó el termómetro de alcohol en 1709 y el de mercurio en 1714. En 1724, se introdujo la escala de temperatura estándar que lleva su nombre que se utilizó para registrar los cambios en la temperatura de manera precisa. Originalmente, la temperatura del cuerpo humano fue de 100 ° F en la escala Fahrenheit, pero desde entonces se ha ajustado a 98,6° F.
1867. El médico inglés, Sir Thomas Allbutt inventó el primer termómetro médico práctico utilizado para tomar la temperatura de una persona en 1867. Fue portátil, de seis pulgadas (unos 15 cm) de longitud y capaz de registrar la temperatura de un paciente en cinco minutos.
1984. El último avance en el mundo de los termómetros es el termómetro de oído, que fue inventado por Theodore Hannes Benzinger durante la Segunda Guerra Mundial. David Phillips inventó el termómetro de oído infrarrojo en 1984.
2007. Los termómetros digitales, popularizados ahora después de que en 2007 se prohibiesen en España los de mercurio por su toxicidad, poseen sensores electrónicos que son los encargados de medir la temperatura. La información recogida es convertida por micro-chips a información legible (números y letras) y se observa mediante una pantalla.
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