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Disfrutamos de tantas horas de sol en España que no nos ha preocupado la vitamina D. Sólo cuando llegó la pandemia comenzamos a descubrir su importancia para el sistema inmunitario.Pero aún es una gran desconocida. Y debería preocuparnos. Los niveles de vitamina D en ... la población española son bajos –más de la mitad tiene carencias–, incluso menores que en muchos países nórdicos. Juega un papel fundamental en el organismo y su carencia se vincula con muchos problemas de salud, no solo los relacionados con los huesos.
Es un micronutriente que favorece la absorción del calcio en el intestino. «Es necesario para el crecimiento y desarrollo de los huesos de los niños y ayuda a reducir la pérdida de mineralización ósea en las mujeres tras la menopausia», explica Ana Belén Ropero, profesora de Nutrición y Bromatología y directora de la web de nutrición 'Badalí'. «Está implicada en otras funciones biológicas. Los músculos, el sistema inmunitario, el metabolismo del fósforo y los dientes son algunas de sus dianas», añade la experta. La carencia de esta vitamina está relacionada, además de con problemas óseos, con trastornos autoinmunes, infecciosos, alérgicos, cardiovasculares, neurológicos o digestivos, entre otros. No es fácil de detectar su carencia porque las señales son comunes a muchas dolencias. Fatiga, un estado de ánimo más deprimido, debilidad muscular, nerviosismo e insomnio, antojo de comer dulces, caries y gingivitis…; son algunos de los principales síntomas que nos alertan de niveles insuficientes de vitamina D.
La piel produce vitamina D gracias a los rayos UVB del sol, pero también podemos obtenerla con la alimentación. «El problema que es que hay muy pocos alimentos que aportan vitamina D: principalmente el hígado, huevos y pescados azules», resalta Ropero.
Si la principal vía de obtención de la vitamina D es a través de la exposición al sol, resulta extraño que en países mediterráneos como España los niveles sean más bajos que entre la población de nórdicos como Finlandia, Islandia o Suecia. ¿La razón? «Esos países llevan a cabo campañas de suplementación de vitamina D entre su población mediante el refuerzo en alimentos de consumo habitual», destaca Diana Díaz Rizzolo, científica del Instituto de Investigaciones Biomédicas IDIBAPS, que ha liderado un estudio en España. «Además de la falta de suplementos, el uso de protectores solares o el bajo consumo de alimentos ricos en vitamina D en los países mediterráneos hace que haya unos niveles muy bajos en la población», aclara la investigadora.
Los datos dan la medida del problema: más del 50% de la población tiene carencia de vitamina D, porcentaje que se eleva hasta el 80% en los ancianos o el 62% en las embarazadas. Los investigadores del instituto biomédico apuntan uno de los errores que se cometen: no se hacen suficientes análisis a la población. En su trabajo, estudiaron una muestra de más de medio millón de adultos y comprobaron que a menos del 10 % de la población se le habían medido los niveles de vitamina D y que el 75% de los analizados tenía niveles inferiores a los recomendados. Además, el 80% de los jóvenes sufría carencias y la mayoría no recibían suplementación.
El informe, publicado en la revista 'Scientific Reports' del grupo Nature, concluye que no se analizan de forma suficiente los niveles de esta vitamina en la población española —una situación especialmente grave entre grupos de riesgo— y cuestiona la práctica de no administrar suplementos. Actualmente no se recomienda el análisis a personas sin síntomas, si no pertenecen a un grupo de riesgo: mayores de 70 años, embarazadas o personas institucionalizadas, con fracturas o con problemas óseos. «Es necesario hacer cribados ya que se ha demostrado ampliamente la utilidad de la vitamina D en la prevención de fracturas y caídas en ancianos, así como en algunos problemas durante el embarazo y en el desarrollo de los niños», advierte Díaz Rizzolo.
Se pueden producir cantidades adecuadas de vitamina D con una exposición moderada al sol en la cara, los brazos y las piernas de entre 5 a 30 minutos entre las diez de la mañana y las doce del medidía. La OMS precisa que en primavera y verano es suficiente con que nos dé el sol en cara y brazos durante 10 o 15 minutos, al menos, tres veces por semana. En general las personas mayores necestian más tiempo de exposición.
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