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Pero si ni siquiera has sudado», te sueltan al verte salir del gimnasio. Y te queda la sensación de no haberte esforzado lo suficiente. De que esa hora de pesas y abdominales no ha servido de nada, que no va a tener reflejo ni en ... la báscula –que es lo que interesa a una gran mayoría– ni en nuestra forma física. Algo has hecho mal. ¿Es así?, ¿hay que sudar y congestionarse para que el ejercicio sea efectivo y no se quede en una mera actividad de mantenimiento?
Los especialistas en medicina deportiva advierten de que sudar no significa que quemes grasas. Ese consumo de calorías depende de elevar la frecuencia cardíaca hasta unos niveles determinados y diferentes para cada persona según la forma física, la edad... Incluso existen fórmulas (matemáticas) para saber a qué ritmo debemos poner el corazón. Pero, ojo, lo más seguro es hacerse una prueba de esfuerzo antes de ponernos al límite, advierten los médicos.
«Sudar es un mecanismo de regulación de la temperatura corporal. Cuando activamos los músculos, generamos energía, calor. Y eso no es bueno para el funcionamiento del organismo, por eso se activa el sudor, como medio de refrigeración corporal», detalla Pablo Aranda, especialista en Medicina Deportiva del IMQ. En términos prácticos, sudar no adelgaza, solo pierdes agua. «Un corredor profesional de maratón puede llegar a perder durante una carrera tres litros de agua, además de sales minerales y productos de desecho, pero se recupera con la ingesta de líquidos», comenta Miguel del Valle Soto, especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte.
Pero el sudor sí puede ser un indicador de que gastamos calorías. «Es cierto que existe una relación entre la sudoración y la pérdida de peso, pero es una relación indirecta», aclara Del Valle. Si tenemos en cuenta que cuando hacemos un ejercicio intenso sudamos como mecanismo para rebajar el calor corporal, el sudor puede ser un indicador de que estamos gastando calorías y, secundariamente, perdiendo peso» detalla el presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED).
Pero, ojo, puede ser un indicador de que estamos haciendo ejercicio, «pero no de que la intensidad sea suficiente». Y, en todo caso, sudar más «no significa necesariamente estar perdiendo más peso», ya que la sudoración varía mucho de unas personas a otras. «En general, suele sudar más la gente que está más entrenada», añade Aranda.
Cada persona suda de forma diferente, ya que «depende de su metabolismo, de sus glándulas sudoríparas, del grado de hidratación, de la temperatura ambiente y de la hora en que se haga el ejercicio», precisa Del Valle. Cuando hace frío, por ejemplo, a pesar de que la actividad sea intensa, es fácil que no sudemos.
Los especialistas advierten de un error habitual: forrarnos de ropa no transpirable para tratar de adelgazar. «La medida de colocarse prendas para aumentar la sudoración está absolutamente contraindicada y no sirve de nada, ya que con la ingesta de líquido se vuelve a recuperar el peso perdido», advierte.
Es más, resulta perjudicial. «El uso de ropa excesivamente gruesa, impermeables (o plásticos) u otros elementos aislantes para hacer ejercicio, a lo que a veces se suma una restricción en la ingesta de líquidos, puede provocar la impresión errónea de que pierdes peso, pero no sirve de nada y puede suponer un riesgo para la salud, ya que la pérdida excesiva de líquidos puede llevarnos a un estado de deshidratación», advierte el doctor Miguel del Valle. Al evitar que el calor salga del cuerpo, incluso nos exponemos a sufrir un golpe de calor, incide el especialista.
Una forma orientativa de saber si estamos haciendo el esfuerzo que necesitamos para que el ejercicio físico sea efectivo, es medir la frecuencia cardíaca. Se puede calcular con una sencilla fórmula: 220 menos la edad. Para una persona de 40 años, la máxima a la que debería llegar son 180 pulsaciones y lo recomendable es que nos situemos entre el 70% y el 80% si queremos quemar grasas. Ese método casero entraña sus riesgos porque no tiene en cuenta muchos condicionantes.
«La frecuencia cardíaca ideal para entrenar depende de muchos factores como la 'basal' de cada persona –los latidos del corazón por minuto en reposo y que para los adultos oscila entre 60 y 100–, el estado de forma, la edad, el peso, la estatura, la envergadura..., además de los objetivos que buscamos con los entrenamientos», apunta Del Valle.
Los especialistas aconsejan someterse a una prueba de esfuerzo antes de lanzarse a buscar sus límites físicos. Aranda recuerda los casos de infartos que se registran entre deportistas que participan en maratones y otro tipo de competiciones. «Cerca del 80% de esos infartos podrían evitarse si el deportista se hiciese una prueba de esfuerzo». De hecho, hay deportes en los que es obligatorio hacerla para federarse.
La frecuencia cardíaca que debemos alcanzar depende del tipo de entrenamiento. «Hay que combinar la intensidad con el tiempo: si hacemos un entrenamiento continuo de larga duración, la intensidad deberá de ser más baja para poder aguantar y será muy distinto que si hacemos un entrenamiento interválico», detalla el presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte.
Sedentarios o al iniciarse. Una persona sedentaria que quiere ponerse en forma o los deportistas cuando están a principio de temporada deben entrenar a una intensidad ligera y la frecuencia cardíaca de entrenamiento debe situarse entre el 60% y el 70% de la máxima.
Moderada y alto rendimiento. Hay que ir incrementando gradualmente la intensidad, pasando del 70% al 80% (moderada). Por encima del 80% (entre el 80% y 85%) es solo aconsejable para aquellas personas que se encuentran en buena forma física.
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