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Acaso a todo el mundo le ha pasado alguna vez, en mayor o menor medida. ¿A quién no le ha sacado de quicio algún comensal sentado a la mesa que mastica sonoramente? ¿Quién no ha odiado profundamente a alguien que mascaba chicle a su lado ... haciendo ruido o a esos compañeros que se ponen a aporrear el teclado del ordenador como chimpancés justo cuando más concentración necesitamos? Sí, hay sonidos comunes que nos resultan especialmente molestos a pesar de que no son ni intensos ni muy agudos ni excesivamente graves ni tienen ninguna característica que, en principio, pueda explicar lo irritantes que resultan.
En la mayoría de las personas es algo puntual y llevadero, pero hay casos en los que esa hipersensibilidad auditiva (o baja tolerancia a ciertos estímulos auditivos) interfiere en la vida cotidiana: quienes sufren este problema tienden a aislarse o a huir de esos ruidos que les causan disgusto, ansiedad o ira. Este malestar debido a ruidos cotidianos se llama misofonía –un término acuñado recientemente por los científicos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff– y está siendo estudiado para determinar sus causas.
Una de las hipótesis es que se trata de una peculiaridad neurológica que hace que en algunas personas ciertos estímulos auditivos asociados a una emoción negativa produzcan una activación de neuronas y una respuesta fisiológica en forma de liberación de adrenalina (aceleración del pulso, sudores). También hay profesionales que consideran que está más cerca de lo que sería un trastorno mental u obsesivo compulsivo (al menos, en los casos más extremos). Así lo manifiestan Ana González Pérez, psicóloga general sanitaria, especialista en neuropsicología y psicología clínica, legal y forense, y Silvia Gómez Tapia, psicóloga general Sanitaria y experta en terapia breve y estratégica: «Misofonía quiere decir 'odio al sonido' y también se le denomina síndrome de sensibilidad selectiva al sonido. Y no se trata de una activación anormal del sistema auditivo». Es decir, que los afectados –su gravedad puede medirse a través de una escala de activación de la misofonía en la que se diferencian 11 niveles– no tienen un problema de oído. Es otra cosa.
¿Qué tipo de sonidos son los que ponen en el disparadero a las personas con esta sensibilidad? «Son muy numerosos y dependen estrictamente de la persona a la que afecta», comentan las dos expertas. Pero coinciden en afirmar que la mayoría de los ruidos que nos sacan de quicio son aquellos provocados por otras personas. «Aparecen tanto en el ámbito personal y familiar como en el laboral. Pero las reacciones negativas tienden a ser mayores cuando estos sonidos provienen de personas con las que se tienen mayores lazos emocionales, como los miembros de la familia».
Por eso, tal y como destacan, la comunidad científica parece estar de acuerdo en que el eje de la misofonía no se trata tanto de los propios sonidos como de su contexto. «Un mismo ruido, como el de masticar la comida, puede molestar o no dependiendo de quién sea la persona que lo haga o según las circunstancias», apuntan. Es decir, que si es tu pareja la que está haciendo sonidos al masticar en la mesa nos pondremos mucho más frenéticos que si el 'ruidoso' es un amigo lejano. Otro ejemplo: si el 'masticador' está en un bar nos molesta menos que si nos toca al lado en el teatro o en el cine, donde nuestro interés por estar en silencio amplifica la molestia.
Y otro punto que dispara la ira de quienes no toleran un sonido: si el ruido es 'voluntario', es decir, quien lo emite puede evitarlo, la ansiedad y el malestar son mucho mayores, tal y como afirman en la Asociación Británica del Tinnitus, donde señalan que este problema, muchas veces tomado medio en broma, puede afectar a la convivencia gravemente y causar hasta «problemas de pareja».
El ránking
1
Son los que más sacan de quicio. Ruido de besos, chasquidos con la boca, tamborileo de dedos, respiraciones sonoras, ronquidos, aspiraciones de nariz, carraspeos... el catálogo es muy amplio. A mucha gente les molesta y, en grado alto, llega a obsesionar y a producir sentimientos de ira.
2 Ruidos repetitivos
2
El golpeteo de un lápiz contra la mesa, el click-click de un bolígrafo, el tic tac de un reloj, algunos sonidos de maquinaria, un goteo incesante... Cuanto más repetitivos son estos sonidos, más posible es que nos saquen de quicio. Crean ansiedad porque estamos esperando al siguiente ruido y el malestar va 'in crescendo' y sacándonos de nuestras casillas si somos sensibles a este tipo de ruidos.
3
Hay personas que cuando compran un electrodoméstico se afanan en eliminar sus pitidos y sonidos de aviso porque les ponen nerviosos. Estas señales están concebidas para alertar y para algunas personas resultan insoportables.
4
Al parecer, la evolución humana ha hecho del llanto de un bebé una auténtica arma de supervivencia: cuesta abstraerse de él. Está diseñado para resultar insoportable (sobre todo a los padres) de modo que nos altere de tal manera que hagamos mil y una cosas para frenarlo.
Si el problema afecta a nuestra vida, es mejor acudir a un psicólogo. Si solo es una molestia puntual, usar auriculares, escuchar música, ponerse tapones o colocarse donde haya poca gente puede ayudar.
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