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Tomarlas o no tomarlas, he ahí la cuestión. Cuando tenemos la salud mental tocada –o eso creemos– nos preguntamos si es conveniente recurrir a las 'pastillas', así, en genérico, como si todas fuesen iguales o parecidas. Lo cierto es que existe un enorme desconocimiento al ... respecto y de ahí se desprende la leyenda negra que las acompaña a veces y también una polarización tremenda entre la población en cuanto a su uso. Todos conocemos a muchas personas que recurren a psicofármacos sin que realmente le hagan falta, simplemente porque sufren los altibajos lógicos de la vida, y a otras tantas que huyen de ellos como si fuesen el mismísimo diablo y que se niegan a tomarlos aunque les son necesarios. «Es una pena: mucho de lo que se dice son prejuicios más que experiencias propias reales», lamenta el psiquiatra David López Gómez, autor de 'Hablemos de los psicofármacos' (ed. Arpa).
En su día a día –es director del centro menteAmente y tiene un blog con el mismo nombre–, ha comprobado que la gente tiene demasiadas ideas preconcebidas sobre este tipo de medicación y un montón de dudas. Y, de un tiempo a esta parte, la moda del wellness y del 'tú solito puedes arreglar tus trastornos' tampoco está ayudando a hacer un uso racional de los psicofármacos, sino que aún los ha demonizado más. Así que López se ha propuesto derribar los principales mitos asociados a ellos.
No, no lo son y según explica, su mala fama se debe, en realidad, a muy pocos y que, encima, no se usan correctamente. «Toda medicación se prescribe atendiendo a un balance beneficio-riesgo», indica.Y este balance es muy personalizado. Hay fármacos con muchos efectos secundarios y hay otros que no tienen casi ninguno y es el profesional que prescribe el fármaco quien valora si merece la pena para atajar los síntomas que presenta el paciente. «No se precisa un medicamento para mejorar el bienestar emocional, pero sí se precisa si hay una enfermedad o ciertos síntomas», recalca.Si hay que tomarlos, debe hacerse: retrasar el tratamiento, de hecho, supone menos posibilidades de éxito y de rápida recuperación.
La mayor parte de la gente que rechaza los psicofármacos es porque 'enganchan'. El psiquiatra indica que en este punto pagan justos por pecadores. «Este mito se debe al potencial adictivo de las benzodiacepinas como Orfidal o Lexatin... y lo aplicamos incorrectamente a todos los psicofármacos en general, sin reconocer que el resto no son adictivos», aclara.En muchas informaciones se dice que España es uno de los países donde más gente toma psicofármacos... y López corrige esto. «Es donde más se toman benzodiacepinas», indica y, muchas veces, sin razón para ello. Tal y como destaca, son muy efectivas para episodios agudos –situaciones de ansiedad desatada–, porque son de muy rápida acción y su efecto es muy reconfortante enseguida («a diferencia, por ejemplo, de un antidepresivo, que al empezar a tomarlo probablemente tengas molestias y tardará unas semanas en hacer su función»). En todo caso, estos ansiolíticos deben recetarse por un tiempo limitado o para situaciones de rescate. No hacerlo así les da mala fama porque si los tomamos de seguido, el cuerpo se acostumbra y hay que subir la dosis para que hagan efecto.
La personalidad no se modifica con fármacos, recalca el psiquiatra. Lo que puede ocurrir es que varíe «la manera en que una persona se percibe a sí misma y en cómo interactúa con los demás».Si se producen efectos adversos, como apatía o indiferencia emocional, «deben ser abordados con ajustes o cambios de medicación», subraya.De hecho, tal y como indica, los psicofármacos no son para 'cambiarnos', son para «recuperar nuestro funcionamiento previo».
Aunque la motivación por volver a estar bien es muy importante para la recuperación de una persona con problemas, «lo cierto es que la voluntad no siempre es suficiente».«Que le digan a una persona con depresión que no puede ni ducharse que se esfuerce, que depende de él... Eso es no tener ni idea de lo que le pasa», repasa el psiquiatra. La voluntad siempre va a ser un plus, pero en ocasiones «hay que neutralizar síntomas que si no difícilmente desaparecerán». Y hace falta química. Hay que entender ciertos problemas mentales como lo que son: enfermedades.
Tal y como explica el doctor, esta afirmación está muy extendida.Hay personas que cuando el médico les plantea que deben tomar antidepresivos se echan para atrás porque creen que ya nunca podrán superar un bache sin ellos.Es decir, que es una 'condena' de por vida y que las depresiones se empezarán a suceder. Esta idea es errónea: si bien la depresión es un trastorno con cierta tendencia a repetirse, desde luego, no es la medicación lo que «cronifica la enfermedad». «Sin embargo, no tratar un episodio depresivo y permitir que se prolongue en el tiempo, o que persistan síntomas residuales, sí puede cronificarla», advierte el psiquiatra.
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