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Precrastinar, el riesgo de ser demasiado rápido

Precrastinar, el riesgo de ser demasiado rápido

Esa tendencia a realizar todas las tareas en el mínimo tiempo posible dinamita la eficacia

Lunes, 20 de marzo 2023

Recomiendan los expertos en eficacia que hagamos una lista de tareas y las vayamos tachando una vez finalizadas. Dicen que así, además de no olvidarnos de ninguna, también liberamos nuestra mente de información que no es necesario almacenar habiendo otros medios. Alicia López es administrativa y trabaja en una empresa del sector de la automoción. Todos los días enumera por escrito lo que tiene que hacer: facturas, llamadas, pedidos... «Al final de la jornada, nada me satisface más que ver el 'check' en todas ellas», admite.

Qué perfección, ¿verdad? Pues en realidad, no tanta. Alicia no soporta tener una lista de tareas sin acabar. Le quema. Es una precrastinadora de libro: «Siente una necesidad imperiosa de dar respuesta a esas actividades pendientes, y no hacerlo le genera tensión, angustia, malestar, ansiedad...», explica Joaquín T. Limonero, catedrático de Psicología y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS).

Su nombre, precrastinación, es relativamente nuevo, aunque el fenómeno es tan antiguo como la humanidad. Otra cosa es que en la actualidad vivamos más deprisa o con más urgencias que los cromañones. El primero en utilizar el término fue David Rosenbaum, un profesor de Psicología en 2014. Durante un experimento que consistía en llevar cubos de agua de un sitio a otro, se dio cuenta de que los participantes preferían coger el primer cubo y llevarlo a la meta aunque eso signficara cargar más tiempo con él. Cuando les preguntó por qué su respuesta le dejó perplejo: «Querían terminar cuanto antes».

Este fenómeno es lo contrario del procrastinar, que es dejar las cosas para lo más tarde posible. O sea, postergarlas.

– ¿Qué es mejor, pre o pro?

– Son dos extremos de un continuo. Tanto un polo como el otro pueden llegar a ser contraproducentes por el efecto sobre la propia eficiencia de la tarea y por las consecuencias psicológicas que genera.

Quien lo explica es la psicóloga Olga Merino. En su opinión, muy aristotélica, «en el centro está el equilibrio». Pero encontrarlo es un auténtico reto. También hay que tener en cuenta que «es un término relativamente nuevo y que ni lo recoge la RAE ni se encuentra definido como tal en el ámbito de la salud mental». De hecho, a Alicia López se le pusieron los ojos como platos cuando se lo llamaron. Pensó que era un insulto.

La línea entre hacer las cosas rápido y precrastinar es fina, pero existe. «Todos podemos hacerlo un poco en términos coloquiales», reconoce Limonero. Pero no todo el mundo es como a Alicia: para considerarte precarastinador es fundamental que el hecho de no hacer las cosas de manera inmediata te genera un gran malestar.

«Las personas que lo sufren son muy activas y no saben regular sus niveles de energía», describe Victoria García Masip, coordinadora del grupo de Trabajo Psicología Coaching del Colegio profesional de Cataluña. También tiene «poca tolerancia a la espera y, a veces, baja autoestima». Esto es, «buscan la aprobación externa demostrando su productividad».

La clave

«No es lo mismo lo importante que lo urgente», señalan los expertos

Sin embargo, esa productividad es falsa e incompleta. Los tres expertos coinciden en que se hacen tan deprisa las cosas que deja de importar si el resultado es el más adecuado. «A veces, si tardásemos más, estaría mucho mejor», subrayan. Pongamos un ejemplo bastante común: nueve de la mañana, abrimos el correo de la oficina y nos ponemos a contestar todo lo que tenemos sin atender quién lo envía.

Lo hacemos a tal velocidad que no leemos bien lo que nos dicen y respondemos hasta tres veces al mismo 'email' porque se nos olvidan algunos datos, no hemos adjuntado los archivos necesarios, etc. «Hay que romper con esa inmediatez. No pasa nada si no lo haces al minuto», invita Limonero que cree que vivimos en una sociedad «con exceso de tareas y muy burocrática». Él, por ejemplo, solo consulta su cuenta «dos veces al día. Me quito esa presión».

«No es una patología»

Ahora bien, precrastinar es un problema «pero no una patología», tranquiliza García Masip. «Es un hábito para liberarnos de emociones negativas». Para hacerse cargo de ellas se necesitan herramientas que no todo el mundo conoce o sabe manejar. Eso sí, no solo lo llevamos a cabo en el ámbito laboral. «Podemos precrastinar en nuestra vida con temas económicos, financieros, de familia o de salud igualmente, dado que es una tendencia a realizar tareas antes de tiempo sin la reflexión ni análisis suficientes», precisa Merino.

– Explique eso de procrastinar en asuntos económicos.

– Un ejemplo es pagar una deuda lo antes posible, sin estudiar suficientemente las diferentes opciones del mercado o las distintas consecuencias, como quedarse en número rojos cuando tenemos un plazo amplio para abonar ese dinero.

Una vez que somos conscientes de qué nos pasa o de cómo estamos actuando, tenemos maneras de revertir la situación.«Es complicado, pero se puede», anima García Masip. La norma del correo electrónico de Limonero es solo un ejemplo. «Hay que priorizar las tareas y señalar su importancia. Pero ojo, lo importante no es lo mismo que lo urgente. También conviene planificar el tiempo», aconseja.

«Es importante concienciarse de que la rapidez no va necesariamente unida a la eficacia en el resultado y que, en muchas ocasiones, genera un mayor esfuerzo cognitivo e incluso físico ligado a una inadecuada planificación y estructuración de recursos», concluye Merino.

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