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Llega la temporada alta de resfriados. Cae alguien cercano con fiebre o catarro, escuchamos los primeros estornudos y casi, de forma automática, pensamos en la dieta preventiva: zumos de naranja, limón con miel, incluso esas pastillas de vitamina que se agotaban en plena pandemia y ... que ahora vemos de nuevo en primera línea en los estantes de la farmacia o del súper. Analizamos con Sari Arponen, doctora en Ciencias Biomédicas por la Universidad Complutense de Madrid, cómo reforzar nuestro sistema inmunitario. De entremés, podríamos ir incorporando a los menús, ahora más que nunca, alimentos «con todos los colores del arco iris»: de la zanahoria a las verduras de hoja verde, el tomate o el pimiento. Para completar la receta: cuidar con mimo nuestra microbiota, la 'flora humana', esos microorganismos vivos o bacterias que viven en el intestino o en el tubo digestivo y tanto bien nos hacen.
Antes de nada, hay que derribar de una vez por todas una creencia que poco o nada tiene que ver con la realidad: la de asociar los resfriados al frío, a pesar de que suenan como de la misma 'familia'. El agente que causa el resfriado común es un virus. Pero eso no quiere decir que dé igual lo que comamos o nuestros hábitos. «Sí es posible evitar los virus en gran medida contando con un sistema inmunitario fuerte y equilibrado», detalla Arponen, especialista en Medicina Interna, profesora universitaria y experta en microbiota.
La medida prioritaria es evitar los productos ultraprocesados. «Es decir, mucho de lo que viene envuelto en paquetes y que contiene ingredientes como azúcar, aceites vegetales industriales, harinas refinadas, y todo tipo de aditivos», advierte Arponen.
Lo que necesita nuestro sistema inmunitario para funcionar bien es «comer mucha variedad de alimentos de temporada y proximidad», pero «no existe uno que por sí solo sea suficiente». No hay superalimentos contra el resfriado. «Lo ideal es pensar en los colores del arco iris y procurar incorporarlos todos en nuestro patrón de alimentación: verduras de hoja verde, coles, pimientos, tomates, la familia del ajo y la cebolla y frutas de temporada», añade esta especialista. Sin olvidar las setas, «que tienen compuestos especialmente interesantes».
Ese menú anti resfriados también debe incluir proteína animal. Lo más recomendable es que provenga, sobre todo, de los productos del mar, «porque el pescado y el marisco tienen además ácidos grasos omega 3, que también son necesarios para el sistema inmunitario».
Más que pensar en ponernos una bufanda para proteger la garganta, mejor si mimamos nuestra flora intestinal. «Es necesario contar con una microbiota equilibrada para lograr ese sistema inmunitario reforzado que nos haga menos susceptibles a las infecciones víricas», explica. Para ver en qué se traduce esta recomendación en el plato tenemos que familiarizarnos con los inmunobióticos. ¿Qué son? «Microorganismos vivos, bacterias beneficiosas que viven en el intestino, capaces de modular el funcionamiento del sistema inmunitario de una forma favorable».
Para obtenerlos mediante la alimentación «hay que consumir fermentados» –chucrut, yogur natural, kombucha, miso o soja fermentada, kimchi, kéfir, encurtidos...–. Por ponerles una pega, no sabemos qué cepas estamos obteniendo y no todas producen el mismo efecto en el cuerpo. «En función de la persona se necesitará una u otra». Algunos de los más conocidos, como L. rhamnosus gg, L. casei y L. paracasei, son muy inmunobióticos. Los envases detallan cuáles incluyen.
La microbiota necesita también alimentos de calidad, verdura, fruta, setas, frutos secos, tubérculos, legumbres..., además de los ácidos grasos omega 3 y las grasas saludables del aceite de oliva. «La fibra prebiótica de los alimentos vegetales es un manjar para nuestros microorganismos amigos», resalta Arponen. miembro del comité científico de Nutribiótica..
Los germinados, ricos en minerales, vitaminas y fibras, son también un aliado de nuestras defensas. Al igual que los fermentados, siguen manteniendo todas sus propiedades gracias a un proceso de conservación natural. Se consiguen poniendo las semillas en remojo, por lo que duplican su volumen, la cáscara se reblandece, empiezan a activarse las enzimas y en pocos días aparecen los primeros brotes tiernos. Es posible germinar para comer la mayoría de semillas, menos las de solanáceas (como el tomate o el pimiento). «Son típicos los germinados de remolacha, calabaza, sésamo, alfalfa, soja, garbanzos, alubias….» Los de legumbres es mejor escaldarlos un par de minutos para eliminar los antinutrientes –bloquean la absorción de sustancias beneficiosas– que puedan quedar.
Los buenos hábitos también fortalecen nuestras defensas. No debemos hacer más de dos o tres comidas al día «con esos alimentos reales» y realizar un ayuno nocturno adecuado, «cómo mínimo de 12 o 13 horas», sugiere la doctora Ari Arponen. Es vital «realizar ejercicio físico, a ser posible en un entorno natural –lo ideal es caminar un total de 15.000 pasos al día–; controlar el estrés crónico, teniendo en cuenta que el uso y abuso de los dispositivos digitales es uno de los principales causantes del mismo; y realizar un adecuado descanso...».
Lo que no le gusta a nuestro sistema inmunitario es «que estemos estresados continuamente con las exigencias de la vida moderna, y que nuestro ocio consista en comer precocinados en el sofá mientras nos damos un atracón de series hasta la madrugada y luego compensemos los dolores, el cansancio y el mal humor tomando medicamentos para tapar los síntomas derivados de unos malos hábitos». La especialista valora que «pasar tiempo con nuestros seres queridos también es bueno para nuestra microbiota».
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