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Dicen los últimos estudios que las mujeres duermen una media de 11 minutos más que los hombres. Sin embargo, tienen un sueño de peor calidad, más fragmentado. «La diferencia fundamental es hormonal. Lo que sabemos es que ellas tienen más despertares que ellos y se ... levantan al día siguiente con más fatiga y somnolencia», argumenta Ariadna Farré, enfermera de la Unidad del Sueño del hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona.
Según la experta, esas diferencias se observan, sobre todo, en momentos concretos de la vida de la mujer como, por ejemplo, durante el síndrome premenstrual, el embarazo –entre un 20% y un 60% de las mujeres padecen insomnio– y la menopausia, que también trastoca de manera importante el descanso nocturno por los sofocos, los sudores y una mayor necesidad de ir al baño.
Según explicó Ariadna Ferré durante su ponencia en el último Congreso de la Sociedad Española de Sueño (SES) existen tres trastornos que presentan una especial incidencia en el caso de las mujeres: el insomnio (hasta un 70% más frecuente que en los hombres), la apnea obstructiva del sueño (nueve de cada diez mujeres ni siquiera están diagnosticadas) y, en menor medida, el síndrome de piernas inquietas, «que aparece con frecuencia durante el embarazo y puede empeorar durante la menopausia».
La doctora María Fernanda Troncoso, secretaria de la junta directiva de la SES, explica el por qué de esas diferencias entre hombres y mujeres a la hora de dormir pese a que reconoce que es un tema sobre el que todavía se han realizado pocos estudios: «El desarrollo del sueño discurre paralelo al desarrollo y a la maduración del cerebro desde el nacimiento hasta la edad adulta. En general, se puede decir que sus características están determinadas tanto por factores genéticos como ambientales, moduladas a su vez por diferencias sociales y culturales. Ahora bien, los últimos estudios sugieren que en el caso de las niñas se produce una maduración más temprana de las funciones corticales del cerebro (comprensión, consciencia y comunicación) y esto puede influir en el sueño y marcar la diferencia entre sexos».
Explican las expertas que las niñas duermen más tiempo y con menos fragmentaciones del sueño que los niños durante la infancia, pero al llegar a la adolescencia la cosa cambia. «En ellas se produce una disminución del sueño de ondas lentas, además de un retraso más marcado del ritmo circadiano (se duermen más tarde y se despiertan más tarde), que suele traducirse en una mayor prevalencia de síntomas de insomnio en las jóvenes respecto a los chicos», añade la doctora Troncoso, neumóloga de la Unidad Multidisciplinar del Sueño de la Fundación Jiménez Díaz (Madrid).
En el caso de las mujeres, las hormonas sexuales juegan un papel fundamental en los trastornos del sueño al influir directamente en su regulación y en los despertares. «La secreción nocturna de melatonina baja generalmente con la edad, pero también disminuye específicamente en relación con el estado menopáusico. De hecho, más de la mitad de las mujeres postmenopáusicas sufre algún trastorno del sueño. Y esta falta de sueño se asocia con inflamación, enfermedades cardiovasculares y metabólicas, además de alteraciones del estado de ánimo», precisa la doctora Troncoso.
En este sentido, las expertas coinciden en que comprender la evolución del sueño a lo largo de la vida de las mujeres puede conducir a terapias efectivas que mejoren su salud y calidad de vida. «Muchas veces van al médico diciendo que tienen insomnio y salen de allí cargadas de ansiolíticos en lugar de hacerles un estudio del sueño», lamenta Ariadna Farré.
Establece un horario de sueño regular: es bueno acostarse y levantarse cada día a la misma hora.
Presta atención a los factores ambientales: mantener el dormitorio oscuro, tranquilo, bien ventilado y con una temperatura ambiental confortable ayuda a conciliar el sueño.
Mantén la cama en buenas condiciones: es importante dormir en un colchón que no sea ni demasiado blando ni demasiado duro. La almohada también debe tener la densidad y la altura adecuadas. Y ¡ojo! la cama solo es para dormir, no para leer, ver la televisión o trabajar.
Regula los horarios de las comidas: no comas ni bebas grandes cantidades durante las tres horas previas a acostarte, ya que las comidas copiosas producen digestiones pesadas que interfieren con el sueño.
Evita las siestas largas durante el día: lo recomendable es un sueño de entre 15 y 30 minutos y un intervalo mínimo de 7 horas desde la finalización de la siesta hasta el momento de irte a dormir por la noche.
Realiza ejercicio físico: unos 40 minutos todos los días. Debe acabar de cuatro a seis horas antes de acostarte.
Vete a la cama en cuanto tengas sueño: no es bueno que te quedes dormido viendo la tele en el salón, ya que luego te resultará más difícil volver a dormir en la cama.
Ritual relajante antes de acostarte: puede servir de ayuda realizar alguna actividad relajante media hora antes de ir a dormir para eliminar tensiones como, por ejemplo, leer, escuchar música suave, practicar ejercicios de relajación o tomar un baño o una ducha.
Vida saludable: come equilibrado y evita el consumo de tabaco, bebidas alcohólicas o sustancias estimulantes para que la calidad del sueño no se vea perjudicada.
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