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La próxima vez que esté atrapado en un atasco de tráfico, piénseselo dos veces antes de bajar la ventanilla». La advertencia llega del experto en medicina respiratoria Chris Carlsten, de la Universidad de Columbia Británica (UCB), en Canadá, que ha dirigido la primera investigación en ... el mundo sobre el impacto en la salud humana de la contaminación generada por los vehículos de motor. Los resultados de su trabajo, que se conocen en las fechas previas al Día Mundial por la Reducción de las Emisiones de CO2, que se conmemora este sábado, resultan, cuando menos, impactantes. El estudio advierte de que el humo procedente de los tubos de escape, especialmente el de los motores diésel pero todos en general, afecta a la función cognitiva en cuestión de solo unas horas. Basta una breve exposición para que las actividades que regula el cerebro se vean trastocadas.
La lista de riesgos a los que expone la contaminación del tráfico es larga e incluye desde pérdidas de memoria y fallos en el lenguaje hasta problemas para el procesado del conocimiento, la orientación y el reconocimiento de las personas. Bastan dos horas de exposición a los gases de un diésel para que disminuya el número de conexiones neuronales y, en consecuencia, el cerebro comience a fracasar. Los hallazgos se publican esta semana en la revista 'Enviromental Health' ('Salud Medioambiental').
«Durante décadas, los científicos hemos creído que el órgano rector del sistema nervioso central podía estar protegido de los efectos nocivos de la contaminación del aire. Estábamos equivocados», reconoce Carlsten. «Ahora tenemos una evidencia que respalda la conexión existente entre la polución y lo que conocemos con el nombre de la cognición». El cerebro es solo un miembro más del cuerpo humano. No tiene una especial protección frente a virus, bacterias ni nada con capacidad de generar enfermedad, como el gas.
Los efectos de la contaminación sobre el cerebro resultan aún más desconocidos que sobre otros sistemas, como el respiratorio, porque ha sido recientemente cuando han comenzado a estudiarse, según detalla el neurólogo Pablo Eguia del Río, de la Sociedad Española de Neurología (SEN). «Los trabajos que se han hecho en modelos animales y estudios de neuroimagen han hecho saltar la alarma porque se ha demostrado que la polución reduce la capacidad cognitiva», advierte el especialista.
El estudio canadiense consistió en analizar en un entorno de laboratorio la actividad cerebral de 25 individuos sanos sometidos a gases procedentes de tubos de escape de motores diésel y aire filtrado. Las medidas se tomaron antes y después de cada exposición utilizando para ello un equipo de resonancia magnética funcional.
Los investigadores examinaron los cambios detectados en la llamada red de modo predeterminado (DMN), un conjunto de regiones cerebrales interconectadas que desempeñan un papel fundamental en la gestión de la memoria y el pensamiento. Los equipos revelaron que todos los participantes sin excepción presentaban pérdida de la conectividad funcional después de respirar los residuos del diésel.
Los cambios en el cerebro después del experimento fueron temporales y la conectividad de los participantes volvió a la normalidad después de la exposición, pero los investigadores llaman la atención sobre que este hecho no debe llevar a engaño. Los órganos suelen tener la capacidad para reponerse de un daño puntual, pero cuando la agresión es mantenida se deterioran. Dicho de otro modo, el oído puede recuperarse bien del impacto de un sonido fuerte, pero si ese ruido se mantiene, el riesgo de sordera crece. «Asegúrese de que el filtro de aire de su automóvil está en buen estado y si camina o anda en bicicleta por una calle concurrida para la circulación, considere la posibilidad de desviarse por una ruta alternativa», aconseja el experto.
El estudio se realizó en el Laboratorio de Exposición a la Contaminación del aire de la UCB, situado en el hospital General de Vancouver, y contó con la participación de especialistas de la Universidad de Victoria, también canadiense. «La contaminación del aire es ya la mayor amenaza ambiental para la salud humana. Estamos viendo cada vez más los impactos en todos los sistemas de los órganos principales», advierte el especialista, para quien el humo de los crecientes incendios forestales es muy posible que también esté impactando de manera importante en la salud de las personas. «Funcionarios de salud pública y gestores políticos deberían tenerlo en cuenta a la hora de analizar la creciente incidencia de los trastornos neurocognitivos».
Varios estudios han puesto de manifiesto el impacto de la polución en las redes funcionales, según recuerda el experto de la SEN Pablo Eguia del Río. Uno firmado por la Universidad de Yale (EEUU) y la Normal de Pekín (China) ha llegado a asegurar que tres años de exposición a contaminantes suponen en rendimiento cognitivo el equivalente a perder un año de escolaridad. El contacto prolongado con la polución atmosférica se asocia a estrés oxidativo y envejecimiento prematuro, lo que favorece, según se cree, el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis múltiple y la ELA, entre otras enfermades neurodegenerativas.
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