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El hipo es una de esas cosas que todos hemos sufrido en algún momento de nuestra vida en mayor o menor medida, incluso antes de nacer, dentro de la tripa de nuestra madre. Ese molesto hip, hip, hip..., que nos sobreviene en cualquier circunstancia y ... que muchas veces somos incapaces de detener pese a los mil remedios caseros que todo el mundo se apresura a darnos en pleno ataque, «desaparece a los pocos minutos y no suele tener mayor relevancia clínica más allá de la incomodidad puntual», tranquiliza el doctor Fidel Fuentes, jefe de Urgencias del Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ).
El hipo se puede definir como «una contracción repetida, involuntaria y espasmódica del diafragma y los músculos inspiratorios, seguida de un cierre brusco de la glotis, que es la que causa ese ruido tan característico cuando el aire sale expulsado con fuerza de los pulmones. Lo curioso es que, en realidad, no tiene ninguna función fisiológica conocida y en siete de cada diez casos la causa del hipo es digestiva», revela el doctor José Tomás Gómez Sáenz, coordinador nacional del Grupo de Trabajo de Respiratorio de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
Explican los expertos que la mayoría de las crisis de hipo, más frecuentes en niños que en adultos, son benignas y, generalmente, se desencadenan por una distensión gástrica después de comer en exceso, tomar bebidas gaseosas o comidas picantes. También por problemas de aerofagia, cambios bruscos en la temperatura de los alimentos, consumo de alcohol y tabaco e incluso por situaciones de estrés. «Eso sí, respeta el sueño», puntualiza el doctor Gómez.
¿Se ha dado cuenta de que cada vez que sufre uno de esos incómodos ataques de hipo hace ruiditos con un ritmo determinado? «El hipo suele presentarse con una frecuencia de 4 a 60 episodios por minuto y la cadencia suele ser siempre la misma en cada persona. En más del 80% de los casos depende de una contracción aislada del hemidiafragma izquierdo seguido de un arco reflejo en el que participan varios nervios con un estímulo final que termina en los nervios que contraen diafragma y glotis», precisa el especialista de la Semergen.
«Cuando el hipo afecta a la calidad de vida del paciente o dura más de dos días no está de más acudir a consulta para averiguar qué está pasando», aconseja el doctor Fidel Fuentes. De hecho, la duración de las crisis es un factor determinante a la hora de evaluar la gravedad de este síntoma tan frecuente. «Si el hipo dura menos de dos días (transitorio) no suele tener mayores complicaciones y suele resolverse por sí mismo. Cuando las crisis son de más de 48 horas (persistente) ya tenemos que ponernos en alerta. También puede ocurrir que los ataques sean intermitentes (van y vienen) y se prolonguen en el tiempo (hipo recurrente) o incluso que duren más de un mes. En este caso, ya estaríamos hablando del llamado intratable, refractario o rebelde, que suele tener una base orgánica y debe ser investigado», enumera el doctor José Tomás Gómez.
Este hipo, muy poco frecuente (1% de los casos) y casi exclusivo de varones adultos, puede estar originado por alteraciones del sistema nervioso, causas gastrointestinales, torácicas, cardiacas, psicógenas o incluso tóxicas. Y es más frecuente en pacientes con enfermedad de Parkinson (hasta un 20%) o con reflujo gástrico (10%). También se presenta en un 4% de los pacientes con tumores avanzados.
Cuenta el doctor José Tomás Gómez que hay descritas más de un centenar de maniobras físcas para cortar las crisis de hipo, «muchas de ellas de dudosa utilidad». Los 'remedios caseros' abarcan infinidad de soluciones: desde beber agua fría a sorbitos a tomar terrones de azúcar o estornudar. «Daño no hacen. La mayoría son inocuos, pero la verdad es que muchas veces no se sabe si se deja de tener hipo por el remedio en cuestión o porque tenía que pasar», asiente el especialista del IMQ.
La mayoría de los trucos tiene un elemento común, que es intervenir de alguna manera en los músculos que desencadenan el incómodo hip, hip, hip... Los más habituales son respirar en una bolsa de papel, hacer fuerza como si estuvieses en el baño, tocar la campanilla con una cucharilla fría, presionar los oídos y cerrar los ojos, aguantar la respiración unos segundos... En el caso del hipo causado por beber alcohol parece que 'funciona' tomar refrescos amargos.
Ahora bien, si el hipo es del considerado persistente, «el tratamiento tiene que ser farmacológico», señalan ambos expertos.
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