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Si alguna vez ha tenido la desgracia de estar ingresado sabrá lo que es una noche de hospital. Antes de que te coja el sueño te pinchan; crees que te has dormido y te cambian la bolsa de suero; cuando de verdad lo consigues te ... meten un termómetro en el sobaco y te plantan un pulsiometro en el dedo. Entre la medicación, el aburrimiento y el meneo caes rendido, pero a media noche vuelven a despertarte para comprobar que todo va bien. Y si va, antes de que amanezca te espabilan de nuevo, que está a punto de llegar el desayuno y aún hay varias comprobaciones pendientes.
Enfermeras y auxiliares –pese a lo exagerado que pueda resultar toda esta descripción– son auténticos ángeles de la guarda, que velan por el bienestar del paciente. Pero ninguno de ellos, nadie en realidad en ningún centro hospitalario del mundo, se ocupa de la salud bucodental de los enfermos, que es más importante de lo que pudiéramos imaginar. Hasta el punto de que desgraciadamente, en infinidad de ocasiones, por la boca muere el paciente. En concreto, por neumonías.
La reflexión corresponde al catedrático de Medicina Bucal de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), José Manuel Aguirre; y se fundamenta en diversos estudio realizados en Estados Unidos que concluyen que muchísimas infecciones hospitalarias, fundamentalmente neumonías, podrían evitarse con una adecuada higiene bucodental de los pacientes. No se trata de que estén más presentables (que también, porque la dignidad, como el respeto, comienza por uno mismo). El objetivo es que las miles de bacterias que pueblan la boca no se vuelvan contra uno en el momento en que la enfermedad y su tratamiento le dejen más bajo de defensas.
Una de las últimas investigaciones clínicas sobre este asunto evaluó el estado de salud de 1,6 millones de personas mayores ingresadas en hospitales de Estados Unidos. El grupo de pacientes que acabó desarrollando lo que se conoce como una neumonía hospitalaria (los expertos la llaman Neumonía Adquirida Hospitalaria No Ventilatoria) experimentó una «notable mayor mortalidad», una estancia hospitalaria «más prolongada» y «mayores tasas» de infecciones hospitalarias.
Los trabajos publicados estiman que el gasto extra que provoca este problema a la sanidad estadounidense alcanza los 3.000 millones de dólares al año, lo que traducido a moneda europea y población española serían 425 millones de euros anuales.
Lo más lamentable de esta historia es, sin embargo, que muchísimos de esos pacientes podían haber evitado la infección y por tanto la muerte con un tratamiento muy sencillo. Un cepillo de dientes, pasta dentífrica y un simple colutorio con clorhexidina, «que es el más barato que hay y, por supuesto, muchísimo más económico que atender una neumonía hospitalaria», recuerda el experto, que está desarrollando un plan de acción para su presentación a las autoridades sanitarias.
Este tipo de neumonía, que representa una de las principales causas de infección adquirida en el hospital, suele darse en pacientes con complicaciones respiratorias, como EPOC (que es lo que antes se conocía como bronquitis crónica) y también con enfermedades neuromusculares, diabetes mal controlada o insuficiencia renal o hepática. La lista oficial de candidatos a padecerla no incluye, sin embargo, a las personas con «una boca enferma». A las que tienen enfermedad de las encías, caries, falta de dientes, prótesis removibles o fijas... En definitiva, a la mayoría de gente que habitualmente llena las plantas hospitalarias, especialmente en tiempos de gripe y covid, como los actuales.
La boca, explica de manera gráfica José Manuel Aguirre, reúne las condiciones ideales para la convivencia de millones de virus, bacterias y protozoos. Es, además, la principal puerta de entrada en nuestro organismo de microbios que se multiplican con increíble facilidad en cuanto uno se deja de limpiar los dientes. La falta de higiene favorece la formación en la dentadura de una película hecha con restos de alimentos y 'bichos', el sarro, que puede ser fácilmente aspirada y depositada en los pulmones.
Es el origen de la neumonía hospitalaria. El cóctel perfecto en un entorno propicio para la infección y lleno de pacientes generalmente mayores y con las defensas bajas por medicaciones que al arrasar con determinados microbios favorecen la superpoblación de otros. Los expertos creen que, «al menos», una limpieza dental y un enjuague bucal por paciente evitaría mucha enfermedad y muerte. «Pocas medidas de salud resultan tan fáciles y garantizan mejores resultados», valora Aguirre.
La boca más limpia es un auténtico campo de batalla. Cada milímetro cúbico de saliva contiene entre diez y cien millones de microorganismos que luchan a diario por sobrevivir. Los expertos estiman que entre la lengua, los dientes, las muelas y el resto de recovecos bucales habitan unas 700 especies diferentes de bacterias, todo un ecosistema cuyo equilibrio depende de nuestra higiene y de nuestra salud.
Lo corrobora la constatación de que buena parte de las neumonías hospitalarias se deben a la falta de cuidado bucodental. Especialistas como el catedrático José Manuel Aguirre consideran que el personal sanitario encargado de la higiene de los pacientes debe estar capacitado para realizar esta prevención, en colaboración con los familiares del enfermo. «La mayor parte de los hospitales occidentales cuentan ya con servicios de Odontología», defiende.
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