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Dolor de cabeza, palpitaciones, estómago revuelto, sudores fríos, constantes visitas al baño... Son los grandes 'hits' de la resaca, sobradamente conocidos. Lo que no suele incluirse en este catálogo de tormentos es un tipo de ansiedad muy específica que se sufre el día después de ... los excesos con el alcohol y que los países anglosajones han bautizado como 'hangxiety' (un híbrido entre 'hangover' –resaca– y 'anxiety' –ansiedad–). Es un estado anímico que suma cansancio, nerviosismo de fondo, arrepentimiento, cierto 'asco' hacia nosotros mismos y un bajón de energía en general. En definitiva, el contrapunto brutal a esos momentos ocurridos solo unas horas antes en los que nos creíamos los reyes del mambo, animados por las copas. Aunque se está estudiando desde la perspectiva de la salud mental, esta consecuencia de la borrachera tiene una vertiente más fisiológica que psicológica y la sufre un 12% de las personas, tal y como recoge un estudio de la Universidad de Utrecht.
Diego Redolar, uno de los neurocientíficos más reputados del país, nos explica qué le pasa a nuestro cerebro cuando tenemos 'hangxiety', término que se está popularizando (también lo llaman 'booze blues', algo así como 'tristeza de la priva', o 'beer fear', 'el terror de la cerveza'). «El alcohol es una sustancia depresora que actúa sobre los aminoácidos del sistema nervioso (el glutamato, el ácido gamma-aminobutírico o GABA... ) e inhibe las neuronas», explica. ¿Y qué es lo primero que inhibe? «La corteza prefrontal dorsolateral, implicada en la regulación del estado de ánimo. Y lo hace de forma muy marcada», apunta.
Lo que ocurre es que, después de un consumo elevado de alcohol, esta parte del cerebro mantiene ese nivel de activación con un doble resultado: bajón anímico y ansiedad. Esto es porque la amígdala, una estructura cerebral que interviene en el control de la ansiedad, se queda descontrolada, ya que la corteza frontal dorsolateral, que es su 'limitador', funciona bajo mínimos. ¿Resultado? Es, como dicen los expertos, una droga que «va hacia atrás en sus propios efectos», es decir, produce euforia y luego lo contrario, pero no te deja en el mismo nivel de partida, sino un escalón más abajo. Un caos que se traduce en un estado de ansiedad muy desagradable «que se puede mantener todo el día siguiente a la ingesta del alcohol». Aunque hay quien va más lejos. El doctor Tim Cantopher, estudioso del tema, ha alertado en la prensa británica de que, tras una ingesta abusiva de alcohol, aunque no nos demos cuenta, «tardaremos seis semanas» en bajar la ansiedad hasta los niveles previos a la borrachera que ha desencadenado el desajuste.
La ansiedad tras una borrachera puede derivar hacia el alcoholismo, ya que algunos individuos, al sentir ese estado de nervios, intentan paliarlo recurriendo de nuevo al alcohol. Carl Erik Fischer, autor de libros sobre adicciones, advierte de que, aunque el alcohol esté tan popularizado, es una droga «aún muy misteriosa» de la que seguimos sin entender muchas cosas. Lo que sí se sabe es que afecta (y mucho) a los receptores cerebrales. De hecho, él la califica de «droga muy sucia», en algunos aspectos más que otras consideradas duras.
¿A quién afecta más esta ansiedad de la resaca? En principio, hay cierta unanimidad en que las mujeres la acusan más. Y, según un trabajo publicado en la revista 'Personality and individual differences', las personas más introvertidas son las que sufren con mayor crudeza la 'hangxiety , dado que los niveles de actividad de ciertos aminoácidos del sistema nervioso son más bajos en ellos ya de 'fábrica', por lo que la montaña rusa creada por el alcohol resulta más acusada que en el resto.
Las emociones negativas durante la resaca hacen que no regulemos bien nuestros sentimientos en ese momento, según el mismo estudio. Por eso, surge una sensación de culpa difusa pero muy molesta que, además, reduce nuestras funciones cognitivas. Así que, si tenemos que tomar una decisión importante, es mejor aparcarla hasta que se nos pase la ansiedad de la resaca. No estamos, realmente, en condiciones: nuestros niveles de cortisol están altos y los de dopamina –la hormona de la felicidad– bajos.
A ello hay que sumar que, como el alcohol ha impedido que entremos en la fase del sueño que resulta reparadora (dormir la mona, la dormimos, pero no estamos descansando bien), el cansancio ha hecho presa en nosotros justo cuando tenemos la ansiedad de la resaca... una alianza realmente destructiva. Y si a ello hay que sumarle el llamado factor 'cringe –que se podría traducir como una especie de corte o vergüenza, de tierra trágame– tenemos como resultado un ataque de remordimientos por lo que se ha hecho bajo los efectos del alcohol y también sentimientos de culpa. ¿A quién no le suena? De hecho, es uno de los motivos por los que mucha gente deja de beber en ciertos momentos de su vida o se toma una tregua.
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