Los padres de Daniel sospechaban que su hijo no veía bien de lejos porque cada vez se acercaba más a la televisión para ver los dibujos. Así que aprovecharon que le tocaba la revisión de los 8 años para comentárselo a la enfermera. Efectivamente, el ... niño era incapaz de distinguir las letras más pequeñas e incluso mostraba dificultad con alguna de las 'grandes'. Le derivaron al oftalmólogo y allí confirmaron el diagnóstico: miopía. Concretamente, 1,75 dioptrías en el ojo derecho y 2,25 en el izquierdo. Daniel no es una excepción. Al contrario. Un estudio publicado por la Universidad de Navarra concluye que siete de cada diez niños en edad escolar serán miopes en una década y el 10% de ellos tendrá más de seis dioptrías, de ahí que ya se les comience a llamar la 'Generación borrosa'. Y una de las razones que lo explica, aunque no la única, es el uso excesivo de pantallas. «Este abuso en el número de horas que los niños se pasan delante de un ordenador, el móvil o la tableta deriva a corto plazo en sequedad ocular, fatiga visual y dolor de cabeza, pero a la larga puede traducirse en miopía», alerta el doctor Javier Hurtado, oftalmólogo pediátrico en el Instituto Nacional de la Visión.
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Al margen de las causas, la realidad es que cada vez son más los niños con dificultad para ver de lejos (el 20% de los críos de entre 5 y 7 años ya son miopes) a los que nos les queda otra que aprender a convivir con sus 'problemas' visuales. Y una de sus principales consecuencias es la de tener que llevar gafas a diario, no solo en el colegio o para ver la tele, sino también para jugar en el parque, entrenar a fútbol o ir a natación. «Este es un tema en el que no habíamos caído hasta que nos acercamos a la óptica para comprar las gafas y Daniel nos preguntó si también las tenía que llevar en los entrenamientos y en los partidos de fútbol y waterpolo, que son los dos deportes que practica», señalan sus padres. Ellos pensaban que «lo máximo» que tendrían que decidir era el color o la forma de la montura. Sin embargo, la elección no fue tan sencilla.
La combinación gafas, deporte y niños resulta peliaguda, por lo que es importante tener en cuenta una serie de características para acertar con la solución más adecuada para cada chaval. «La realidad es que hoy en día existen gafas específicas según el deporte que queramos practicar. Ahora bien, cuando una familia quiere comprar una gafa 'todoterreno' para su hijo, lo más aconsejable es que busquen un modelo que se adapte al estilo de vida del crío, incluidas las actividades deportivas. Independientemente de la modalidad que practiquen, a la hora de elegir una gafa para un niño hay tres características a las que se les debe prestar especial atención: tipo de cristales, material de la montura y forma o tamaño», destacan los ópticos.
Explican los expertos que el material del que está hecha cualquier gafa que también se use para hacer deporte es muy importante, ya que la idea es que sean ligeras pero capaces de resistir los impactos. En el caso de los niños, dependerá un poco de su edad. «Lo mejor para los más pequeños es optar por un modelo de silicona con bandas de goma elástica en lugar de varillas de otros materiales. Estas bandas consiguen que la gafa se adhiera a la forma de la nariz y de la cabeza y no se caiga». Esta montura también es aconsejable para niños que practican deportes con un mayor movimiento de la parte superior del torso o la cabeza porque aportan una mayor comodidad y libertad de movimientos. «Lo más importante es que no sean molestas para el crío y que no se rompan fácilmente, por lo que es fundamental elegir materiales ligeros, flexibles, resistentes e hipoalergénicos, como es el caso de la silicona. Si, además, llevan detalles como bisagras de resorte para evitar que las patillas se partan, mucho mejor.
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En cuanto a las lentes, las más recomendables son las de policarbonato porque son muy ligeras y hasta diez veces más resistentes a los golpes, «perfectas para deportes de contacto o en los que se usan balones o raquetas», pero también para el día a día de cualquier niño (juegos en el recreo, parque, caídas...). El inconveniente es que son más caras. «Además, el policarbonato, que es un término genérico para referirse a un material al que cada fabricante otorga un nombre distinto, protege los ojos frente a prácticamente el 100% de las radiaciones ultravioletas del sol, por lo que no requieren un tratamiento específico adicional. ¿Su punto débil? Como se trata de un material relativamente blando, las lentes suelen contar con un revestimiento para garantizar su resistencia a los rayazos», precisan en el Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas (CNOO).
Otro de los factores relevantes es elegir una forma y tamaño adecuado a las necesidades del niño. «Lo recomendable en estos casos es optar por monturas en las que los ojos del crío queden centrados en el aro o ligeramente por encima del centro».
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«No existe una edad concreta, dependerá mucho del grado de madurez del pequeño. Es decir, de si es lo suficientemente responsable para hacerse cargo de su cuidado, puesto que las lentillas requieren de un mantenimiento diario: deben lavarse y secarse bien las manos antes de ponérselas o quitárselas, evitar frotarse los ojos y habituarse a guardarlas correctamente», precisan los ópticos. Si los niños practican deportes de agua y no quieren o no pueden llevar lentillas, existen gafas acuáticas graduables especialmente diseñadas para la práctica de estas modalidades deportivas.
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