Excusas (vanas) para no meditar

Iniciarse en este hábito de sabios es más asequible de lo que parece y sus beneficios, inmediatos

Sábado, 13 de junio 2020

Hagamos un experimento. Póngase frente a un reloj y siga la manecilla del segundero durante dos minutos. ¿Ha sido capaz de agotar este tiempo? Seguro que no. A los pocos segundos, la mayoría de nosotros es asaltada por multitud de pensamientos que impiden observar la ... manecilla sin más: empezaremos a preguntarnos qué cenaremos esa noche, cuándo acabaremos el trabajo pendiente o qué incómodo es el zapato que calzamos.

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Esta falta de control que ejercemos sobre nuestros pensamientos, que pululan sin descanso como abejas en el enjambre del cerebro, derivan en una especie de tensión mental y emocional constantes que, de algún modo, restan paz. Para encender una luz en la desordenada habitación de nuestra mente existe la práctica ancestral de la meditación. Le puede sonar esnob, propio de otras latitudes o que no va con su estilo de vida. Pero lo cierto es que sus adeptos se extienden como la pólvora por el bienestar que reporta. Si siente curiosidad, pero no se decide, desarmamos las excusas más frecuentes para no dar el paso e iniciarse en este hábito de sabios.

No creo que me aporte nada

Los beneficios de la meditación son innumerables. Hay maestros, como Ana Badino, directora del centro Bhavana Yoga, que califican de «incalculable» el valor que tiene para salud física, mental y emocional. Entre los resultados, destaca «una mayor capacidad de concentración y disminución de las distracciones mentales, lo que resulta en una mayor consciencia de lo que ocurre a tu alrededor y un mayor conocimiento de ti mismo». En el día a día, mejora la calidad del sueño y el descanso. Esto, inevitablemente, redunda en una «mayor serenidad, calma y claridad mental». Las patologías físicas derivadas del estrés también mejoran.

No tengo tiempo

Dicen los maestros de este arte que «si no tienes tiempo para parar 20 minutos al día es que en realidad necesitas dedicarle dos horas a la meditación». A veces, para empezar solo se necesitan cinco minutos. ¿Al despertar antes de iniciar la actividad diaria, por ejemplo? Hay que plantearlo como un tiempo que se va a dedicar al cuidado de uno mismo. 20 minutos de meditación profunda pueden tener el efecto equivalente a tres horas de sueño. Imagine. «Todos disponemos de más tiempo del que creemos, solo que no nos damos cuenta del que perdemos en cosas que no nos reportan ningún beneficio. Tampoco tenemos paciencia para aprender algo diferente a lo que hemos hecho toda la vida y pretendemos 'saber' desde el primer día», diagnostica Badino.

No soy religioso

«La gente cree que esto es solo para algunas personas 'especiales', aunque ya se está rompiendo ese halo de misticismo. Afortunadamente, esto permite que estas técnicas mejoren la calidad de vida de mucha más gente», explica la profesora. Es cierto que, en Occidente, la meditación se vincula al budismo. Pero se puede practicar sin entrar en disquisiciones de carácter religioso. De hecho, para empezar, se recomienda no tener grandes expectativas. Solo seguir la técnica y practicar con constancia.

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No puedo ir a clases

Como todo lo que uno desconoce, siempre es recomendable la guía de un apoyo externo. Meditar, además, «no es un paseo fácil». Este maestro puede pertenecer a un centro o prestar un apoyo en línea. «Hoy por hoy hay muchas formas de aprender. No es imprescindible la forma presencial y actualmente nos encontramos ante una situación excepcional que hará que por un tiempo los medios de aprendizaje estén relacionados con las herramientas virtuales o los libros de toda la vida. Lo importante es que siempre tengas alguien al otro lado que pueda resolver tus dudas y marcarte las pautas correctas de trabajo, porque hay muchos pasos a seguir», recomiendan desde Bhavana Yoga.

No tengo espacio ni silencio

Una vez elegido el formato, se puede adaptar la práctica al entorno disponible. Si hay mucho ruido, quizá resulte mejor una guía de audio a seguir con auriculares. Y en cuanto al espacio, no requiere de nada especial. «Se puede comenzar sentado en una silla y conforme se vaya avanzando quizá interese aprender la postura clásica. O quizás ésta no sea una alternativa si se tiene alguna lesión. También hay técnicas que se practican tumbados. Por eso la ayuda de un maestro es recomendable: te aconsejará lo mejor para ti», explican desde el citado centro.

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No puedo hacer que mi cabeza pare

La meditación no es concentración; sí el resultado de practicarla. «Es un estado, y lo que se practica en realidad son diferentes técnicas para llegar a él. Para ello no hay solo una práctica, sino muchas y muy variadas», advierte Badino. Algunas se apoyan en la respiración, otras en los pensamientos, otras sobre el vacío de la mente, otras con los sonidos y «todas son efectivas si se practican con seriedad y disciplina». No siempre consiste en alcanzar el vacío mental que, de primeras, impresiona.

Prefiero el deporte vigoroso

Puede parecer paradójico, pero entre los beneficios de meditar se encuentra el aumento de la vitalidad. El simple hecho de mejorar el descanso y permitirle al organismo que se regenere mediante sus procesos biológicos naturales, sin que éstos se vean alterados por tu estado emocional, se traducen en una mayor energía. «La calma y claridad mental» se suma a la lista de beneficios que hacen de la meditación un complemento perfecto para practicar deporte.

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No es para mí

En realidad, es para casi todos. A partir de los seis años los niños pueden comenzar a aproximarse a las técnicas y solo está realmente contraindicado en casos de neurosis, psicosis, ansiedad severa y depresión grave.

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