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Las cocinas, junto con los baños, son los espacios más contaminados de las casas. Los patógenos proliferan en encimeras, utensilios, desagües de fregadero, tablas de cortar o estropajos. En el baño, las bacterias se hacen fuertes en los vasos de los cepillos de dientes, en ... las juntas de la ducha o en el inodoro, según alertan los microbiólogos. No hay que olvidar los móviles, los mandos de la tele y la suela de los zapatos, un vehículo de entrada de bacterias a las casas. Los expertos destacan cuáles son estos puntos negros.
Estropajos. «El lugar con más bacterias de la casa es el estropajo de la cocina», detallan los miembros del grupo de Docencia de la Sociedad Española de Microbiología. Explican que los utilizamos para limpiar restos de comida, que quedan atrapados entre sus fibras y es allí donde van a crecer las bacterias. «Son un hábitat ideal para los microorganismos –entre ellos salmonela, estafilococo, listeria, campylobacter...–. Los científicos calculan que son capaces de albergar 54.000 millones de bacterias por centímetro cúbico», ahonda Raúl Rivas, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca. Los microbiólogos aconsejan enjuagar el estropajo –o el paño de cocina– después de cada uso y dejarlo secar, ya que la humedad favorece la proliferación de hongos y bacterias. «Debemos lavarlos con frecuencia y cambiarlos cada semana», inciden.
Utensilios de madera. Los utensilios de madera –ya sean cucharas, tenedores, tablas de cortar...– son muy utilizados en los hogares pero «están prohibidos en el sector de la restauración, pues no se consideran seguros a nivel microbiológico», destaca Rivas. La razón es que «la madera es un material poroso que conserva la humedad necesaria para el crecimiento microbiano», precisa. Y «para colmo», dice, suele «deteriorarse, formando grietas en las que pueden quedar alojados un sinfín de microorganismos». Por esa razón es más aconsejable emplear utensilios hechos de plástico, metal o silicona. El experto recuerda que casi un 40% de los brotes de origen alimentario «germinan en entornos domésticos».
Nevera. Las bajas temperaturas evitan que los microorganismos puedan crecer porque su metabolismo se enlentece o se detiene. «La inmensa mayoría de las bacterias patógenas no proliferan por debajo de diez grados. Pero hay microorganismos no patógenos que crecen por debajo de esa temperatura y que lo que hacen es echar a perder los alimentos», aclara el equipo de docencia de la Sociedad Española de Microbiología. Ponen un ejemplo con unas fresas que se quedan malas en la nevera. «Algunos de sus microorganismos, como los hongos filamentosos, pueden producir micotoxinas perjudiciales por acumulación. Por ello es importante limpiar de forma inmediata cualquier derrame o resto en la nevera», apuntan.
Otra forma de contaminación por bacterias en el frigorífico: que los alimentos crudos como carnes goteen sobre los cocinados o los que se consumen sin cocinar (fiambres, por ejemplo), destaca Roberto Ortuño, miembro de la Sociedad Española de Seguridad y Calidad Alimentaria. Tampoco debemos guardar latas abiertas con alimentos, ya que pueden formarse bacterias –entre ellas la toxina del botulismo– y hongos o que el alimento se vea afectado por otros microorganismos que habiten en el frigorífico, advierte el experto.
Cepillos de dientes y vaso. Un reciente estudio de la Universidad de Manchester demostró que los cepillos de dientes pueden acumular 10 millones de bacterias, más que las que se encuentran en el asiento de un inodoro o en el suelo de un baño público. Aún así, «si se aclaran y se dejan secar bien después de su uso no suponen un peligro», aclaran los microbiólogos. No hay que usar la capucha de plástico ni dejarlo cerca del inodoro. El vaso entraña más riesgos de acumulación de bacterias. Es importante que tenga la menor humedad posible y hay que lavarlo al menos una vez por semana.
Inodoro. El inodoro no es uno de los focos más peligrosos. «Y es así por dos motivos. El primero es el material. La porcelana de la taza no es un buen sitio al que se puedan adherir los microbios. Lo mismo pasa con los plásticos que se usan para hacer la tapa y el asiento. Además, si vemos suciedad pegada, lo normal es que inmediatamente usemos la escobilla, que conviene limpiar con productos detergentes de alto poder bactericida», señalan los microbiólogos. Hacen una advertencia: «Hay que bajar la tapa antes de presionar la bomba. Si no lo hacemos, se forman aerosoles que van llenos de bacterias y que pueden diseminarse por el baño».
Sofás, manillas, interruptores, baldosas del suelo... Los científicos los llaman 'fómites': cualquier material inerte que puede ser contaminado con patógenos. «El problema no es tocar un fómite contaminado, es que luego te llevas la mano a la boca, la nariz o los ojos y es entonces cuando ese patógeno entra en nuestro organismo», aclaran desde la Sociedad Española de Microbiología.
Zapatos. La suela de los zapatos es un lugar ideal para que las bacterias se adhieran cuando caminamos por la calle y luego se conviertan en una vía de entrada a casa. Para demostrarlo, la Universidad de Arizona realizó un experimento en el que los participantes utilizaron zapatos nuevos durante dos semanas. En solo 15 días, más de 420.00 bacterias se adhirieron a las suelas, muchas más que en los inodoros, con una media de un millar. Por eso, es una buena costumbre descalzarse para entrar a casa.
El móvil también tiene una superficie lisa y con materiales a los que no se pegan los microbios, pero el problema es que lo usamos constantemente –unas 150 veces al día–. Lo tenemos en las manos mientras comemos, mientras viajamos en transporte público… incluso lo usamos en el baño. «Nuestras manos y cara lo van impregnado de bacterias que habitan nuestra piel, así que poco a poco va siendo colonizados por los microbios», señalan los microbiólogos. Las pantallas de los móviles pueden albergar hasta 600 tipos de bacterias, como el 'E. Coli' y el estafilococus, que son habitantes habituales de los teléfonos y causan infecciones intestinales», advierten. Aconsejan «limpiar los aparatos con toallitas húmedas, al menos una vez a la semana y secar muy bien».
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