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«Me acaban de mandar una circular que dice que hay escarlatina en el colegio y justo hoy la niña se ha levantado con fiebre. Ay, ay, ay... ¿Será eso lo que tiene? ¿Pero aún existe?». Cuenta la pediatra Lucía Galán que esta es una ... escena muy habitual en su consulta. Madres y padres en Urgencias alarmados ante la sospecha de que sus hijos puedan tener escarlatina, «una enfermedad que suena a algo muy antiguo, pero que en realidad es bastante frecuente y relativamente fácil de diagnosticar. Así que cuando llegue la próxima circular del colegio, que llegará, no hay que dejarse llevar por el pánico», tranquiliza la doctora Galán, conocida en redes sociales como Lucía, mi pediatra.
La muerte de dos niños el pasado mes de octubre en Madrid por complicaciones derivadas de una infección desencadenada por el mismo patógeno que causa la escarlatina, unido al aumento del número de casos en los últimos meses, ha desatado la inquietud entre los padres. Motivada, en gran parte, por el desconocimiento general de una enfermedad que para los pediatras, sin embargo, es una vieja conocida.
«Es una patología de toda la vida que controlamos bastante bien porque tiene una clínica fácilmente identificable y un tratamiento muy sencillo», confirma la doctora Paula Vázquez, presidenta de la Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP).
Entonces, ¿por qué de repente nos preocupa tanto? «Porque se ven más casos. Este año estamos teniendo un repunte de infecciones víricas y bacterianas (gripe, bronquiolitis, escarlatina...) por la deuda inmunológica que nos ha dejado el coronavirus. Es decir, los niños están sin anticuerpos porque han estado dos años casi sin contacto con un montón de virus y bacterias. No es que de repente estas enfermedades sean más graves. Lo que pasa es que si antes se ponían enfermos cien niños de escarlatina y ahora se ponen medio millar, las posibilidades de que alguno de los casos se complique se multiplican exponencialmente», aclara la doctora Vázquez.
«La escarlatina, que afecta fundamentalmente a niños de entre 2 y 8 años, es una faringoamigdalitis aguda (anginas) asociada a un sarpullido (exantema) de color escarlata, de ahí el nombre de la enfermedad. Esta erupción está formada por unos granos muy pequeñitos que dan a la piel un aspecto rasposo, como de papel de lija sobre un fondo de color rojo intenso», describen las pediatras. Esta enfermedad está originada por la misma bacteria (streptococcus pyogenes) que causa las famosas anginas o placas, mientras que el sarpullido que la acompaña se debe a unas toxinas que liberan algunas familias de este patógeno.
La clínica que presenta esta patología es muy característica, por lo que resulta «muy sencilla» de diagnosticar para los pediatras. «La escarlatina cursa con fiebre alta de tres a cinco días de duración, dolor de garganta, inflamación de las amígdalas y aparición de ganglios en el cuello. El sarpullido aparece entre las 12 y las 48 horas posteriores a la fiebre y se inicia en el cuello y la cara, respetando la zona de la boca. Después se extiende al tronco y las extremidades (de arriba hacia abajo) y es más intenso en la zona de los pliegues, como en las axilas, ingles y la flexura de las rodillas y los codos. También puede causar picor», precisan en la Asociación Española de Pediatría (AEP).
«El exantema puede durar entre 3 y 7 días y, al desaparecer, los niños descaman la piel también de arriba hacia abajo, desde el cuello hasta las piernas», añade la doctora Galán, autora de 'El gran libro de Lucía, mi pediatra'. Otros síntomas que también pueden aparecer son vómitos, dolor de cabeza, dolor abdominal, escalofríos, falta de apetito y decaimiento. El periodo de incubación de la enfermedad –desde el contagio hasta la aparición de los síntomas– es de 2 a 5 días.
¿Hacen falta pruebas específicas para diagnosticarla? «Generalmente, no. Con un buen examen físico suele ser suficiente, aunque en ocasiones se toma una muestra (test rápido de estreptococo) para confirmar el diagnóstico. En un cuarto de hora tenemos el resultado».
La escarlatina, más frecuente en los meses de invierno y primavera, se contagia muy fácilmente a través de las gotitas de la saliva que soltamos al hablar, «por lo que los niños pequeños, que juntan sus cabezas continuamente, son carne de cañón», asegura la doctora Galán.
Al igual que ocurre con las anginas, la 'solución' a la escarlatina pasa por tomar antibiótico (habitualmente penicilina o amoxicilina) durante diez días. También se suele recetar ibuprofeno y paracetamol para mejorar los síntomas –fiebre y dolor de garganta–. De momento, no exite vacuna. Las pediatras responden también a otra de las preocupaciones frecuentes de los padres, ¿cuándo puede volver el niño a la escuela infantil o al colegio? «Cuando lleve al menos un día sin fiebre y 24 horas después de iniciar el tratamiento antibiótico».
«Existen, al menos, tres tipos diferentes de la toxina que causa el sarpullido, por lo que una misma persona puede sufrir varios episodios de escarlatina por toxinas frente a las que todavía no ha creado anticuerpos», explican en la AEP.
La fiebre reumática y la afectación del riñón son complicaciones reconocidas en los casos de infecciones causadas por estreptococos en individuos con predisposición genética. En cualquier caso, son excepcionales.
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