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Mindfulness
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Definir qué es el mindfulness es complicado. Se traduce como atención plena, pero va más allá de las palabras. «Hay tres definiciones», detalla Alba Valle, psicóloga sanitaria y experta en estas técnicas. La primera dice que es un estado mental de consciencia en el que ... nuestro cerebro «trabaja de una determinada forma». Es un estado «normal, el que prima en un niño, capaz de ilusionarse todas la veces que monta un 'Lego' aunque se le caiga». En ese momento, para el crío solo existe ese momento y lo disfruta sin pensarlo, sintiéndolo. La segunda definición habla de un grupo de técnicas y herramientas para entrenar la atención que «cumplen con ocho principios», entre ellos, el de «no forzar y no juzgar». Es decir, uno se centra en el aquí y el ahora, pero sin hacer esfuerzo, tiene que ser algo natural. «Esto resulta muy terapéutico y liberador en un ritmo de vida donde no logramos permitir que la vida fluya». La tercera pata tiene que ver con las intervenciones y los programas con enfoque psicológico.
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Mucha gente recurre al mindfulness para «darle al botón del off». Es decir, es una práctica que nos ayuda cuando queremos pisar el freno. «Algunos problemas se producen porque nuestra mente no está en el momento que vivimos». Un ejemplo: «¿Quién disfruta de un masaje o del sexo si está pensando en otras cosas?». Pero el estrés es solo «una puerta de entrada» común a estas prácticas y actitudes de vida que ayudan especialmente «a conocerte, cuidar tu salud, saber gestionar tu mente, sentirte mejor en el día a día y vivir más significativamente».
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Se puede hacer mindfulness en cualquier momento y lugar, pero «hay que saber y tener ya una cierta práctica si quieres notar resultados en 1 minuto», explica Valle. Vamos, que aunque el mindfulness puede aplicarse durante el día en 30 segundos, si comienza a hacerlo hoy mismo «sin un contexto que te ayude a entenderlo» es probable que no note grandes cambios. «El pack ideal lo combina con la meditación: una cosa no se sostiene sin la otra». Esta «te permite vivir más presente y gestionar mejor las situaciones mundanas con mindfulness». Y microejercicios de esto último «hacen que la primera sea más potente».
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Suena bien, pero para tener la capacidad de hacer «microprácticas» de este tipo en cualquier momento hace falta experiencia. Sobre todo porque a medida que crecemos y nos cargamos de responsabilidades nos desconectamos del presente. «Un buen ejercicio es ir al parque y escuchar los sonidos. Por cada uno que se identifique, respiramos y vamos al siguiente. Pero dile a alguien que lo haga mientras va a la oficina, donde le esperan un montón de tareas.. Te contestará:¿qué me estás contando?», se sincera. «Ahí hay mucho trabajo por delante porque en ese pequeño ejercicio estamos entrenando ¡cómo manejar nuestra mente en todas las situaciones! Y eso hay que entenderlo para practicarlo bien».
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Hacer mindfulness sin embargo, está mucho más alcance de nuestros hijos y sobrinos «en el aspecto de no contaminar al presente por el pasado». A un crío le ayudará a «no atraparse al crecer en autocríticas, miedos, etc.». «Se trata de que no pierda esa capacidad que tiene».
Meditación
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Es lo que «tradicionalmente se comprende como cerrar los ojos y observar tu mente», detalla la experta. En esos momentos, lo que hacemos es «trabajar con ella y enfocarnos a generar estados». Podemos meditar para disolver el ego, generar bienestar emocional, atrapar toda la energía posible, conectar con nuestros suficiente... Algunas reciben nombres que les sonaran: Kundalini, Tonglen, Chakra... «También se puede meditar para mindfuness», precisa Valle. Pero «no siempre que estemos haciendo lo primero practicamos lo segundo».
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La meditación lleva con nosotros desde la antigüedad. «Se ha meditado en la diferentes religiones y en diferentes tribus». Por ejemplo, los indígenas australianos lohacían «para conectar con su intuición y saber dónde estaba el agua» Los antropólogos hablan, incluso, «de que las pinturas de las cuevas eran algún tipo de visualización». En la India, Buda enseñó los métodos en los que hoy se basa el mindfulness. Y fue el médico estadounidense Jon Kavat-Zinn quie los introdujo «de forma laica como terapia clínica» en el entorno hospitalario de pacientes con niveles muy altos de estrés, dolor, insomnio y problemas mentales.
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«La meditación es un gimnasio para la mente y el fin es al que se dirige», puntualiza Valle. Por eso, «nos va a ayudar a trabajar el mindfulness». Es decir, que si no sabemos meditar, difícilmente conseguiremos saltar al siguiente escalón. «Nos facilita despertar nuestra mente y nos abre esa vía neurológica que necesitamos para que se note en nuestro día a día que somos más nosotros y menos un revoltijo de emociones y pensamientos en piloto automático».
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Si llegado a este punto tiene curiosidad puede buscar en Google. Se encontrará con muchos vídeos que le prometen enseñarle a meditar, le servirán para hacerse una idea, pero los expertos recomiendan dejarse guiar por alguien que sepa y a quien le podamos plantear nuestras dudas y sensaciones. Hay que entender cómo aplicar lo que aprendemos para el mindfulness y en nuestra vida real: «Con un vídeo en Youtube difícilmente vamos a saber cómo trasladarlo, no consigues esa reeducación para vivir el presente y acabas por dejarlo sin ver resultados». Si se hace bien, no se tarda tanto en notar efectos, sobre todo si se entrena desde los 3 pilares: meditación, comprensión psicológica y acciones diarias.
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Además de cerrar los ojos, muchos principiantes lo que hacen es tumbarse. Es un error, salvo si hay algún problema de salud, por ejemplo, de espalda, o no se puede estar de otro manera. «Debes buscar un espacio donde estés en silencio y a gusto, y adoptar una posición cómoda, pero no acostarte», alerta Valle. Lo ideal es estar sentado en una silla o en un cojín especial. «Cuando te tumbas, si no estás habituado, tu mente puede saltar de un pensamiento a otro rápidamente o, incluso, te puedes dormir. Y no se trata de eso». No hay que estar ni muy tirante, ni muy relajado, sino «como la cuerda de una guitarra para que suene bien cuando la tocas, en su punto ideal de tensión», concluye Valle.
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