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Los dermatólogos lamentan que su trabajo «solo cotice al alza» en verano. Fotoprotección, alergias solares, quemaduras, picaduras... «Durante los meses estivales la piel está más presente que nunca. Se comparten nuestros consejos por todas partes, pero ¿qué pasa en invierno? Pues que si te he ... visto, no me acuerdo», evidencia la doctora Ana Molina cuando se le pregunta sobre los cuidados dermatológicos en los meses con las temperaturas más bajas del año.
«Lo que le ocurre a la piel en esta época del año es que el frío altera el manto hidrolipídico que la protege, una barrera compuesta de agua y grasa que, además de evitar la deshidratación, también impide que agentes externos como la polución o la radiación solar penetren profundamente en la dermis y causen daños en su interior. El desgaste de este escudo protector se nota en forma de tirantez, picor, rojeces… síntomas que se agravan en las personas con la piel más seca o sensible», explican los especialistas de la Unidad de Belleza y Bienestar del Grupo Pedro Jaén.
A medida que baja el mercurio de los termómetros «también se produce un efecto de vasoconstricción (los vasos sanguíneos se vuelven más estrechos) que obstaculiza el riego sanguíneo y la microcirculación encargada de aportar sangre, oxígeno y nutrientes a todo nuestro organismo, incluida la piel. Por este motivo, es más frecuente que en invierno la epidermis luzca un aspecto más apagado que en primavera o verano», añaden.
Todos estos efectos se multiplican si además sopla el viento. «El aire acelera el proceso de deshidratación de la piel y la hace más propensa aún a sufrir irritaciones, descamación y rojeces. De hecho, si no tenemos cuidado podemos llegar a sufrir grietas y fisuras en ciertas zonas más expuestas a las inclemencias del tiempo, como las manos, la frente o la nariz», alertan en el Grupo Pedro Jaén. Estos son algunos consejos de los expertos para cuidar la piel en invierno.
«La hidratación es al invierno lo que la crema solar al verano». La frase es de la dermatóloga Ana Molina y debe seguirse como un mantra. Hidratar, hidratar e hidratar. Pero todo el cuerpo, no solo el rostro. «Lo primero que solemos notar cuando bajan las temperaturas es mucha sequedad, sobre todo en brazos y piernas. Todas las estaciones acaban afectando a la piel de una manera u otra, pero el invierno es una de las más duras: frío, viento, calefacciones a tope, falta de humedad, cambios bruscos de temperatura... Todos estos factores hacen que la piel se seque y nos pique. ¿Y qué hacemos? Pues rascarnos. Y si nos rascamos, nos escuece más porque al frotarla libera histamina, que es una sustancia que aumenta el picor, y entramos en un círculo vicioso. El truco está en aprovechar un 'fallo' de la piel a nuestro favor para engañarla. Como es un poco 'tonta', le cuesta transmitir dos sensaciones diferentes a la vez como, por ejemplo, picor y frío. De esta forma, si aplicamos frío cuando nos pica, el picor cesará. Y si ese frío que aplicamos es una crema hidratante espesa y fresquita haremos magia de la buena», aconseja la doctora Ana Molina.
Explican en el Grupo Pedro Jaén que «el hecho de que el sol no brille con tanta intensidad en invierno no quiere decir en absoluto que no sea dañino para nuestra piel. Es más, en días no soleados o incluso nublados se crea una falsa sensación de seguridad que puede hacer que nos expongamos al sol de forma excesiva sin apenas darnos cuenta. Es importante aplicar un fotoprotector de índice elevado durante todos los días del año para evitar que nuestra piel sufra por culpa del sol. Esta rutina es imprescindible entre los pacientes que usan cosméticos que contienen antioxidantes, como la vitamina C, o se someten a ciertos tratamientos estéticos, como 'peelings' químicos o láseres de rejuvenecimiento».
Y mucho cuidado «porque el frío puede quemar igual que el calor. Lo que ocurre es que como el frío es anestésico, la quemadura duele menos mientras se produce, aunque es igual de grave», desvela la doctora Molina. Tampoco podemos olvidarmos de proteger las manos e hidratar convenientemente la piel de los labios y del contorno de ojos, la más fina y sensible del rostro. Y un último consejo. «Ojo con sentarse cerca de los radiadores porque favorece la aparición de arañas vasculares y varices».
Sabañones Es el motivo de consulta asociado al frío más habitual. «Son unas pequeñas inflamaciones que suelen aparecer en los nudillos o en la zona final de los dedos. Con el frío, llega menos sangre a las extremidades y la que llega lo hace con un flujo muy lento, por lo que a veces se forman pequeños trombos que, a su vez, causan minimicroinfartos que provocan esos hematomas que causan el dolor y la sensación de escozor y quemazón», explica el dermatólogo Pedro Rodríguez. La mejor manera de prevenirlos es cubrirse las manos con guantes: mejor ponérselos un par de minutos antes de salir al exterior. El tratamiento más eficaz para controlar los síntomas es aplicar una crema con corticoides.
Fenómeno de Raiunaud «No es muy frecuente, pero de vez en cuando vemos algún caso, sobre todo entre fumadores y mujeres jóvenes», explica Rodríguez. La punta de los dedos se pone blanca porque los vasos sanguíneos sufren un espasmo y se cierran por completo unos segundos y después se vuelven a abrir. Pasan de blanco a azul y, finalmente, rojo.
Urticaria por frío Hay personas que por debajo de un determinado umbral de frío sufren una especie de reacción alérgica. «Liberan mucha histamina y eso hace que aparezcan ronchas y habones en la piel, que pueden ser generalizados. El tratamiento son antihistamínicos».
Dermatitis atópica Las personas que sufren dermatitis atópica lo pasan especialmente mal cuando el frío es seco. «Son pacientes que ya tienen la barrera cutánea dañada, por lo que cuando desciende la humedad ambiental y baja la temperatura su piel se irrita con mayor facilidad. Es importante que hidraten muy bien la piel a diario para evitar, en la medida de lo posible, tener que recurrir a cremas con corticoides. Los pacientes con lesiones como la rosácea, por ejemplo, acusan principalmente los cambios bruscos de temperatura».
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