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Solange Vázquez
Viernes, 7 de julio 2023
Si ponemos en una balanza las cosas buenas y malas de las vacaciones de verano, claramente se inclinará hacia lo positivo, desde luego, pero no vayamos a creer que la parte de lo negativo se queda vacía. Y una de las cosas que pesan en ... este lado es el malestar que las personas acostumbradas a hacer ejercicio, sobre todo en gimnasios y en clases dirigidas, experimentan cuando no tienen a mano estos recursos y rompen con sus rutinas de entrenamiento.
Las vacaciones siempre se nos hacen cortas, pero, para un cuerpo acostumbrado al ejercicio, esas dos, tres o cuatro semanas son... un mundo. ¿Y si en este periodo echamos por tierra los esfuerzos de todo el año (y, encima, somos conscientes de que lo empeoramos concediéndonos más licencias gastronómicas de lo habitual)? ¿Y si nos reintegramos a la vida real hechos un guiñapo? Todos estos temores se traducen en un malestar psicológico impropio de las vacaciones y que está detrás, sin que nos demos cuenta, de un mal humor incomprensible en alguien que, caramba, debería estar disfrutando.
«Hay estudios sobre el estado de ánimo que han determinado que las personas que dejan de hacer ejercicio en vacaciones ven cómo aumenta su estrés a la vez que se reduce el estado de ánimo positivo. Para ello, han usado la escala POMS, que sirve para medir estas variables», confirma Joel Prieto Andreu, doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y profesor de Educación Física de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
El experto confirma que este malestar por no poder hacer ejercicio como el resto del año es frecuente, en mayor o menor grado. Y, en casos de personas muy adictas al deporte, «se ve gente que lo pasa realmente mal». Evidentemente, no es sano fustigarse con esta cuestión y, menos aún, que eso enturbie nuestro merecido tiempo de descanso. Además, seguro que la forma física no se pierde tan rápido, ¿no?
Para los españoles, las vacaciones de verano fuera de casa duran un promedio de dos semanas (tres con suerte): lo del mes entero no es tan frecuente, sobre todo este año, con un 'recorte' de los días fuera debido a la subida de los precios de viajes y alojamientos y a la pérdida de poder adquisitivo que ha constatado el Observatorio Nacional de Turismo. Y en dos semanas o tres... no hay cuerpo que se venga abajo, ¿verdad?
«Depende de lo entrenado que lo tengamos y del tiempo que llevemos trabajándolo. Pero, a grandes rasgos, es cierto que nuestras capacidades físicas se reducen rápido cuando paramos. Por este orden, donde primero se nota es en la velocidad, luego en la fuerza, después en la resistencia y, por último, en la flexibilidad», detalla el profesor.
«En la fuerza es muy visible: si tus rutinas se centran en ella, enseguida notarás el parón. Si, por el contrario, haces yoga u otra actividad de ese tipo, 'pierdes' menos», añade. ¿Pero en unas pocas semanas de vacaciones ya lo notamos? Si paramos en seco, en solo dos semanas la decadencia de la fuerza es más que evidente: «No podrás con tantas series ni repeticiones y la intensidad no será la misma, tendrás que trabajar con menos kilos», alerta Prieto.
No suena muy bien, pero también hay que decir que las capacidades físicas, lo mismo que decaen rápido, se recuperan a la misma velocidad. De hecho, las que antes se deterioran son las que primero recuperaremos al regresar a nuestra rutina de ejercicios. «No hay que agobiarse, porque eso solo nos servirá para empeorar esas depresiones posvacacionales y para tener frustración y hasta tristeza en vacaciones», insiste el experto, quien plantea una solución para mantener cierta actividad física en vacaciones sin volvernos locos y así regresar lo menos oxidados posible tras el paréntesis.
«Lo primero, antes de irnos de vacaciones, es trazar un plan de actividades físicas, porque una vez en el destino nos va a costar más. Es mejor ir mentalizados. Incluir cosas fáciles: caminar, nadar y estirar un poco. Esto nos va a ayudar con nuestro equilibrio emocional. Pero, muy importante: hay que pensarlo antes y ajustar las expectativas», subraya.
Según confirma Laura Palomares, directora y psicóloga de Avance Psicólogos, «es importante recordar que la prioridad es nuestra salud, esto nos ayudará a relativizar y a entender que no ir tan a menudo al gimnasio es algo temporal». Y lanza una advertencia: «El miedo excesivo a engordar o perder la forma física puede deberse a un problema de autoestima que es importante gestionar».
Es una actividad ideal para las vacaciones. Conoces lugares nuevos, puedes hacerlo en familia, es distinto a lo habitual y trabaja el cuerpo a la vez que quema calorías. «Y permite elegir niveles de dificultad distintos, lo que favorece su práctica en cualquier etapa de la vida, siempre y cuando tengamos en cuenta las limitaciones, sobre todo en el caso de los más pequeños o de personas de avanzada edad, más condicionados por la temperatura y las distancias», apunta Miguel Ángel Méndez Pérez, experto del máster universitario de Alimentación en la Actividad Física y el Deporte de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Rubén Jiménez, experto en nutrición, genética y deporte, recomienda, asimismo, comenzar de un modo paulatino y «evitar terrenos montañosos si nos estamos iniciando». Tal y como recuerdan, la forma natural de desplazarse del ser humano es caminar, por eso nuestro sistema locomotor y nuestra eficiencia energética «son favorables a la caminata». Eso sí, si no estamos habituados, aconsejan prepararse un poco las jornadas anteriores, simplemente optando en nuestro día a día por coger menos el ascensor y subir más escaleras, hacer más trayectos a pie y, si se puede, dar un largo paseo a la semana y realizar ejercicios de fuerza dos días antes de la caminata (nadando, por ejemplo). Así afrontaremos mejor nuestras rutas vacacionales de senderismo y 'trekking'.
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