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Se podrían escribir varios tomos con mitos y modas en torno a la mesa. Y llevamos un tiempo escuchando que hay que permitir al cuerpo 'descansar', que hay que espaciar las comidas, dejar pasar varias horas entre ingesta e ingesta. Por ahí va también el ... famoso ayuno intermitente: concentrar la comida en unas pocas horas y estar luego doce, catorce o hasta dieciséis sin probar bocado (hay variantes más extremas). De momento, hay más moda que evidencia científica. «El cuerpo se regula bien y no necesita descanso. No hay estudios que garanticen que el ayuno intermitente es la panacea y puede ser igual de saludable comer tres veces al día que seis», advierte Luis A. Zamora, dietista y miembro fundador de la Sociedad Española de Dietética y Nutrición.
Coincide con el diagnóstico el doctor Francisco Pita Gutiérrez, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN): «El organismo tiene en todo momento el metabolismo activo, aunque en los periodos de ayuno o separados de las comidas predominan unas vías metabólicas sobre otras. No precisa ningún descanso, salvo que haya alguna enfermedad. Aunque, en general, el aparato digestivo suele tolerar mejor un mayor número de comidas de pequeño volumen o cantidad, no existe un número de comidas ideal».
Lo hay si analizamos caso por caso, claro: «Una persona que coma de forma impulsiva será mejor que lo haga cada dos o tres horas para que no llegue con tanta hambre y tome lo primero que tenga delante», advierte Zamora, e insiste en que el efecto en el organismo lo determina fundamentalmente lo que se come. «Si tomo una manzana, a las dos horas un par de zanahorias, unas legumbres a mediodía, un plátano a media tarde y ceno bien no habrá problema. ¿Genero picos de glucosa cada vez que como? Sí, pero serán picos suaves, montañas planas». El problema, alerta el experto, «es cuando tomas un café, una hora después un cruasán, luego un chocolate... En este caso, el cuerpo tiene que 'apretar' para producir insulina. Como le viene de repente mucho azúcar y lo tiene que sacar de la sangre lo que hace es transformarlo en grasa y almacenarlo». Recurre a un símil muy gráfico: «Si estás haciendo una mudanza no es lo mismo que te traigan las cajas poco a poco o que te lleguen todas juntas el lunes, que es lo que hacemos con ese picoteo insano. Si te llega todo a la vez, llevas las cajas al trastero (almacenas grasa), y ahí quedarán tiempo y tiempo».
Además de comer sano, también influye en la salud de nuestro organismo cuándo comemos. Y esto no tiene tanto que ver con dejar una o cuatro horas entre comida y comida, como con no alterar el ciclo circadiano. Y este ciclo indica que es mejor comer de día y descansar de noche. «Durante el día estamos más 'hechos' para aprovechar metabólicamente los alimentos que por la noche», explica Ángel Luis Abad González, endocrinólogo y coordinador de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital General Universitario Doctor Balmis de Alicante. «Al levantarnos, se estimula el cortisol y es más eficaz el aprovechamiento de hidratos de carbono. En la primera mitad del día nuestra sensibilidad a la insulina es más alta y decae a lo largo del día. De forma que si por la noche le damos al cuerpo hidratos, le estaremos 'cargando' porque somos más insulino resistentes».
– Si vamos a comer un dulce, mejor de desayuno que de cena.
Abad: No necesitamos tomar azúcar nunca, pero es cierto que se metaboliza mejor por la mañana. Hay algo de verdad en eso de 'desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo'. Los hidratos de carbono es mejor tomarlos por la mañana porque nos proporcionan energía rápida y la vamos a aprovechar mejor. Mientras que por la noche es mejor tomar verduras que nos aporten fibra y nutrientes interesantes. La proteína debe estar presente en las tres comidas principales.
– ¿A qué hora hay que hacerlas?
Abad: Una horquilla de tres a cinco horas entre ingestas parece adecuada. La mejor hora para el desayuno es entre las siete y las nueve; la comida, de una a dos del mediodía; y la cena, no más tarde de las nueve. Si queremos almorzar y merendar, a las once y a las cinco, por ejemplo. Hay estudios que demuestran que las personas que comen más tarde de las tres, aun ingiriendo la misma cantidad de calorías que otras que comen pronto, engordan más.
Aunque, al margen de horarios, recuerda el doctor Pita que «si la ingesta total de calorías de los alimentos es mayor que las posibilidades de ejercicio físico, acabará repercutiendo en una ganancia de peso progresiva.
El picoteo, especialmente el dulce, es el enemigo de los dientes. «Las bacterias de la boca transforman esos azúcares en ácidos y el esmalte se debilita, pudiendo ser el inicio de una posible caries», advierte Óscar Castro Reina, presidente del Consejo General de Dentistas. Tampoco son buena idea para picar, dice, alimentos con muchos hidratos de carbono y ácidos como zumos de naranja, de piña... Así que mejor salado que dulce. Y un consejo: «Lo ideal es cepillarnos los dientes 15 o 20 minutos después de cada ingesta. No inmediatamente porque, si nos lavamos los dientes nada más comer estamos en plena producción de ácido y lo expandimos más, provocando una erosión del diente mayor». Aunque lo que verdaderamente ayudaría a nuestra boca, sorprende el dentista, es cepillarnos antes de comer. «Si nos lavamos antes, el cepillo arrastra las bacterias de la boca que transforman los ácidos. Lo que sucede es que las pastas de dientes tienen sabor a menta o a fresa y si nos cepillamos antes de una comida perdemos ese placer de saborear los alimentos».
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