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Solange Vázquez
Domingo, 1 de octubre 2023
A lo largo de nuestra vida nos interesamos por temas de lo más diverso, nos documentamos, escarbamos, estudiamos... Al ser humano le gusta investigar, llegar al fondo de las cosas, conocer realidades lejanas y ajenas. Sin embargo, muchas veces somos incapaces de sumergirnos en lo ... más cercano, nosotros mismos, para hallar respuestas (que las hay) sobre por qué somos así o nos comportamos de una determinada manera. ¿Paramos y nos atrevemos a mirar hacia dentro? Es la inquietante invitación que hace María Ros, psicóloga sanitaria especializada en traumas, autoestima y ansiedad y autora de 'Abraza tus partes rotas' (ed. Grijalbo), donde explica por qué es bueno conocer nuestras heridas, «aunque nos dé miedo». «Saber por qué están ahí nos hará más compasivos con nosotros», asegura.
Ros utiliza la metáfora del iceberg (muy usada por los psicólogos). «Los seres humanos somos muy icebergs: lo que somos capaces de ver unos de otros es lo que asoma, lo que sale a la superficie, algo pequeño. Pero debajo está la parte sumergida, que es mucho más grande y que sustenta a la otra». Y ahí es donde Ros invita a mirar, porque es donde residen cuestiones como nuestra autoestima, el apego, la forma de interactuar con otros y lo que pensamos de nosotros mismos... Un viaje apasionante y pavoroso, sí, pero imprescindible para cambiar cosas que aprendimos de peques para protegernos y que en la edad adulta nos hacen 'funcionar' mal. «Hacer como que no está esa parte sumergida no la hace desaparecer», aclara. ¿Le echamos un vistazo? Comprobemos si nos reconocemos en alguna de las más típicas...
1
Así soy: Controladora de forma general, tengo altos niveles de ansiedad, trato de ser perfecta y me hundo cuando no lo soy
Así me fue en la infancia: Mis padres no reconocen mis logros y son muy duros cuando cometo incluso un pequeño fallo
Lo que se aprende, en este caso, es que debemos ser perfectos y que tenemos que hacerlo todo bien para ser aceptados. Nos convertimos en personas controladoras, nos metemos en todos los 'fregaos', trabajamos de más o decimos que sí a todo. «Estas acciones nos ayudan a alejarnos del sentimiento de ser insuficientes».
2
Así soy: Me inhibo, tengo miedo a las cosas que puedan pasarme y dependo de otra persona.
Así me fue en la infancia: Me vigilaban y me sobreprotegían,sin dejarme hacer las cosaspor mí mism
La enseñanza que sacamos las personas en este tipo de casos es que necesitamos a alguien al lado para poder hacer nuestra vida, porque, en el fondo, no nos consideramos suficientes para manejarnos solos. «Lo que absorbes de tus figuras de referencia (lo que expresan, hacen, verbalizan, eligen...) va produciendo efecto en tu mente», indica Ros.
3
Así soy: Desconfío de la gente en general y, por eso, no me muestro al cien por cien con nadie. Me protejo así.
Así me fue en la infancia:Los adultos que me criaron me mentían, me engañaban o traicionaban.
Lo que un crío aprende si se ve expuesto a esta situación es que no puede confiar, porque hasta los que le han dicho que le querían han acabado haciéndole daño. La percepción de cómo somos, de cómo son los demás y de cómo funciona el mundo está marcada por lo que aprendemos de los adultos y por cómo nos tratan en la infancia.
4
Así soy: Me meto en relaciones dañinas, no soy asertiva, no soy capaz de expresar lo que me gusta.
Así me fue en la infancia: Las personas mayores me hacían daño y ni siquiera me pedían perdón.
En los primeros años de vida, estar expuesto a adultos que, queriendo o sin querer, nos hacen daño nos hace 'aprender' que, en el fondo, merecemos que nos hieran... Y, lo que es peor, que debemos tolerarlo, cayendo en automatismos y tendencias (formas de responder a ello) «que son el modo en que intentaste protegerte de lo que viviste siendo pequeño», explica María Ros.
5
Así soy: Me rechazo y no me siento segura.
Así me fue en la infancia: Mis padres o mis adultos dereferencia me juzgaban, no me aceptaban y me humillaban
'No está bien cómo soy, hay algo mal en mí'. Es lo que cree mucha gente que en sus primeros años ha tenido estas vivencias y en la edad adulta no deja de buscar donde está su 'fallo'. «Como digo siempre a mis pacientes en la consulta, cuando trabajamos en las cuestiones que sucedieron en la infancia no se trata de buscar culpables, sino de dar con la herida para encontrar su cura», detalla la psicóloga.
6
Así soy: Intento agradar y complacer a otros por encima de todo (sobre todo, de mí), para que me acepten.
Así me fue en la infancia: Los adultos responsables de mi crianza me comparaban a la bajacon cualquier persona (incluso injustamente).
Acabamos pensando que no somos suficiente para nadie, nuestra autoestima acaba hecha añicos. «Es importantísimo que te quieras, pero también que te dejes querer. Está genial que aprendas a regularte, pero también tenemos que ser capaces de aceptar que necesitamos a otras personas», insiste la experta.
7
Así soy: Tiendo a depender de otras personas, a evitar que me abandonen (por ejemplo, en relaciones de pareja), porque estar sola me hace sentir muy vulnerable.
Así me fue en la infancia: Mis padres me abandonaron cuando más los necesitaba.
Si hemos sufrido esto, de mayores tenderemos a pensar que no merecemos que las personas que queremos se queden a nuestro lado y tendremos mucho miedo a la soledad. «A veces, dejar atrás lo que nos hace daño es durísimo, porque nos encantaría quedárnoslo. Pero tenemos que aprender a dejar ir», dice Ros.
8
Así soy: No hablo de mis emociones, me cuesta expresar lo que siento, prefiero esconderlo.
Así me fue en la infancia: Invalidaronlo que sentía y todo lo que me importaba,lo ridiculizaban o mostraban indiferencia.
Los niños que crecieron con estas sensaciones a su alrededor de mayores van a estar abonados al pensamiento de 'no está bien lo que siento'. Según explica Ros, «el problema jamás estará en sentir, sino en reprimir». Y en intentar actuar como un ser que no siente ni sufre... Las emociones necesitan su espacio».
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