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Fermín Apezteguía
Viernes, 10 de febrero 2023, 09:02
La casa, los niños, aquel regalo que era para los dos... La liquidación de un matrimonio pone sobre la mesa todo lo que la razón pueda imaginar y la insensatez, convertir en un problema extra. Hace años los líos vinieron por las mascotas. Ahora, la ... bronca llega de los amigos. Cada vez más parejas en proceso de divorcio la lían por un asunto para el que no hay solución jurídica y probablemente nunca la haya: ¿quién se queda con la pandilla? La solución es complicada, pero los expertos consultados coinciden en sus respuestas al menos en un aspecto. El acuerdo dependerá, muy probablemente, de la generosidad de una de las partes... O quizás, quién sabe, de su capacidad de resistencia para afrontar la negociación.
El despacho de abogados Rodríguez y Rueda Asociados, en Galdakao (Bizkaia), es uno de los muchos de España que han comenzado a atender demandas y consultas de este tipo. «Es un asunto controvertido», explica la abogada Idoia Rueda, con más de 25 años en la profesión. Cuando la pareja tiene niños pequeños, detalla, el interés de las partes se centra en el cuidado y la atención de los menores. Pero cuando se trata de matrimonios sin hijos o con edades en las que ya se bandean solos, los amigos se convierten con frecuencia en un elemento más de fricción.
«Dudo que llegue a haber jurisprudencia. ¿Qué juez se mete en algo así sin un sostén legal?», se pregunta Rueda. El equipo del que forma parte intenta que las parejas lleguen a un acuerdo y lo plasmen en el convenio regulador que firmen. «A los 'habilidosos sociales' les invitamos a que se repartan la vida social. Unos días para mí, otros para ti. Pero casi siempre hay uno con mayor arraigo que acaba quedándose con los amigos». Cuando el pacto es imposible, les invitan a buscar la ayuda de un terapeuta.
La consulta en Bilbao de la mediadora familiar Soraya Loza también da fe del aumento de parejas en liza por un puñado de amistades. Si hay niños pequeños, la especialista aconseja comenzar por organizar las actividades de los hijos. Los tiempos pactados para el cuidado de los menores ayudan a mantener las amistades surgidas a través de ellos. Esta solución evita, además, lo más importante:que también los críos se vean perjudicados por el divorcio y tengan que perder a sus compañeros.
Superada esa –llamémosle– 'barrera niños', las situaciones más complicadas surgen con las parejas de largo recorrido, las que han crecido juntas. Muchas veces se han formado en la adolescencia, durante las vacaciones de verano en un pueblo pequeño o también en municipios de tamaño medio, donde es más fácil que se entrecrucen las relaciones. En cualquiera de esos supuestos, la sensación de pérdida se multiplica.
Si no hay 'buen rollo' entre los dos divorciados, compartir por tiempos la cuadrilla resulta impensable.Los amigos no son como los hijos. A las dificultades puntuales que puedan surgir cada vez que se quieran organizar vacaciones o escapadas de fin de semana, se sumarán en el día a día los problemas derivados de las lealtades cruzadas con uno y otro miembro de la expareja.
Cuando se ve ya que el entendimientoes inviable –algo muy frecuente en la negociación–, la terapia busca que una parte ceda y facilite a la otra la salida. «Los sentimientos de pérdida y dificultad para la reconstrucción personal suelen ser más grandes cuando se superan los 50 años. Una persona de 30 –detalla la psicóloga– aún siente más cercanas sus relaciones de juventud. Pero después de más de 20 años juntos, se quiera o no, los conocidos comunes aparecen por todas partes».
Generalmente abandona el grupo quien, en teoría, tiene más facilidades para rehacer su vida. En esta decisión, no obstante, también suelen valorarse otros aspectos como la afinidad con los amigos o el origen de la amistad. «Lo importante es confiar en uno mismo», resume la terapeuta. «A menudo –anima–, las relaciones surgen cuando menos te lo esperas».
La presencia en una cuadrilla de una pareja rota, especialmente cuando la ruptura o el divorcio es reciente, tampoco resulta cómoda para los amigos. Lo normal es que ni siquiera sepan cómo comportarse con cada uno de los dos divorciados. Surgen conflictos de lealtad con uno y otro y, según la terapeuta Soraya Loza, se corre el riesgo de que las emociones de rabia, malestar o lo que sea, se contagien a los amigos. Desde la mayor de las inconsciencias, a ellos se les pide que sean capaces de lidiar con una situación para la que los protagonistas suelen tener que recurrir a ayuda profesional. Muchas veces, y es lógico, los amigos no saben qué responder ni cómo comportarse. Lo sensato, si quiere mantenerse la amistad, es dejarles al margen. «Además, después de hablar lo indecible del otro durante meses o años, muchas parejas acaban volviendo...».
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